Cien días que podrían decidir el destino de Wall Street (y de la economía global)

El consumo se ha ralentizado, la inversión está en pausa y las ventas de coches alcanzaron su máximo antes de la entrada en vigor de los aranceles ante el miedo a que los próximos días definan algo más que una tendencia

May 4, 2025 - 07:51
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Cien días que podrían decidir el destino de Wall Street (y de la economía global)

Aunque las temperaturas acompañan y las terrazas siguen llenas en Nueva York, en los mercados financieros se respira, sobre todo, desconfianza. La economía se enfría. La desaceleración ya no es una amenaza sino una realidad. El consumo se ha ralentizado, la inversión está en pausa y las ventas de coches alcanzaron su máximo justo antes de la entrada en vigor de los nuevos aranceles. Pura anticipación. Anticipación y miedo a que los próximos cien días definan algo más que una tendencia, el inicio de una recesión global.

Estados Unidos ha registrado una contracción del PIB del 0,3% en el primer trimestre. Es la primera caída en tres años, y ha sido suficiente para descolocar a analistas e inversores. Las empresas han creado solo 62.000 empleos en abril, el peor dato desde julio pasado. Y para rematar, el índice PCE subyacente, la brújula de la Reserva Federal (Fed) para medir la inflación, ha subido al 3,5%. ¿Resultado? La temida estanflación. Un cóctel perfecto para el peor de los escenarios.

El reloj ya está en marcha

Faltan menos de 70 días para que venza la tregua arancelaria. El 8 de julio, si Donald Trump no renueva esa pausa, podríamos entrar en una guerra comercial total con China, Europa, Japón, India y medio planeta más. Pero nadie sabe qué hará. Ni siquiera sus aliados.

Hace solo unas semanas, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, aseguraba que había acuerdos “extraordinariamente cerca” con Japón, India, Corea del Sur y Australia. Esos países, juntos, suponen el 75% del PIB chino. La noticia entusiasmó a los mercados, pero desde entonces solo ha habido silencio. Ni acuerdos ni avances. La delegación japonesa incluso declaró que “no conocían las exigencias de Estados Unidos”.

Wilbur Ross, exsecretario de Comercio, ha sido tajante y afirma que “Trump no tiene una hoja de ruta”. Lo ha llamado “incertidumbre estratégica”. Y cuando esa incertidumbre se mezcla con una montaña de deuda, el resultado puede ser letal.

Una deuda impagable, el dilema de la Fed y el plan fiscal

Trump necesita renovar deuda por 9 billones de dólares, 6 de ellos en apenas dos meses. Para lograrlo, necesita tipos bajos. Pero la rentabilidad del bono a 10 años, que coqueteó con el 4,6% hace unas semanas, sigue sin romper el soporte del 4%. El mercado no termina de fiarse, pero da más probabilidad cada vez a una bajada de tipos.

La próxima reunión de la Fed es el 7 de mayo. Powell tiene dos opciones, y ambas son malas. Si baja tipos, con una inflación aún alta, arriesga su credibilidad. Si los mantiene, corre el riesgo de frenar aún más la economía. Y mientras tanto, Trump lanza promesas fiscales que son pura dinamita.

El Congreso deberá decidir si aprueba el plan fiscal de Trump, valorado en hasta 5,3 billones de dólares. Una iniciativa que busca eliminar impuestos sobre propinas, horas extra y Seguridad Social, pero que podría llevar la deuda pública a 60 billones en 2055, más del 230% del PIB norteamericano.

En estos momentos no hay ninguna garantía de que el plan fiscal vaya a salir adelante. Los republicanos están divididos, los demócratas lo rechazan de plano y cada nueva medida genera una nueva crisis en el mercado de deuda. El Tesoro necesita captar cientos de miles de millones en nuevas emisiones para financiar los recortes fiscales. Pero cada vez hay menos compradores dispuestos a asumir ese riesgo.

¿Y el S&P 500?

Goldman Sachs no se anda con rodeos: “el mercado no tocará suelo hasta que la economía lo haga primero”. Según su estratega Vickie Chang, el S&P podría no estabilizarse antes del tercer trimestre. Y eso en el mejor de los casos. En lo que va de año, el S&P 500 ha caído un 5,45%, y el Nasdaq casi un 10%. Aunque el S&P 500 cerró abril con un retroceso del 1%, tras el desplome del 5,7% en marzo, lo peor puede no haber pasado. Chang recuerda que, en escenarios de recesión, las caídas bursátiles suelen ser más profundas.

Y mientras tanto, Trump se desentiende. Niega la responsabilidad de todo lo que ocurre. En mayúsculas, declaró que “NO TIENE NADA QUE VER CON LOS ARANCELES” y pidió “PACIENCIA”. Pero la paciencia no es una virtud que cotice bien en Wall Street.

La última bala

La clave podría estar en algo que Trump odia: el multilateralismo. Para salvar los muebles, y de paso la economía, necesita que China, la UE y los cuatro países asiáticos firmen acuerdos conjuntos. No bastará con acuerdos bilaterales improvisados.

Pero el tiempo juega en su contra. Esta semana hay reuniones clave en el FMI y el Banco Mundial. Es la oportunidad perfecta para un giro estratégico. Pero si no llega, como advierte Juan Carlos Ureta, presidente ejecutivo de Renta 4, “el S&P podría volver a testar los mínimos de 4.900 o incluso romperlos a la baja”.

Los mercados se mueven entre la esperanza de un rebote técnico y el miedo a una caída estructural. La Fed decidirá pronto. El Congreso también. Pero los datos son implacables. El consumo baja, la inversión se congela, la inflación persiste, y la deuda se dispara.

Los próximos cien días no serán solo una cuenta atrás para Wall Street. Serán una prueba de fuego para Trump. Para Powell. Y para todos los que aún creen que esta vez es diferente.