Un estudio explora la empatía masculina y el papel de los animales como catalizadores emocionales

El sector agropecuario muestra signos de disonancia cognitiva para desvincularse emocionalmente de los animales.

Abr 29, 2025 - 05:47
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Un estudio explora la empatía masculina y el papel de los animales como catalizadores emocionales

Histórica y tradicionalmente, la empatía se ha vinculado con la figura femenina. Y en el ámbito del cuidado, ya sea de personas o de animales, esta percepción se ha reforzado hasta convertirse en cliché: ellas son las sensibles, las cuidadoras naturales, las que ‘entienden sin palabras’. Sin embargo, el vínculo humano-animal trasciende el género, y cada vez más estudios lo demuestran. Uno de los últimos, publicado en la revista Animal Welfare, se ha propuesto mirar más allá de los estereotipos para explorar cómo y cuándo los hombres desarrollan empatía hacia otras especies. ¿El resultado? La convivencia directa con animales, especialmente con animales de compañía, marca la diferencia.

La investigación, liderada por Georgia Anne Frampton y Jessica Lee Oliva, se basa en una muestra de 91 hombres australianos divididos en tres grupos: convivientes con animales de familia o de compañía, trabajadores en el ámbito agropecuario y hombres con poca o nula experiencia con animales.

A más mascotas, más empatía

El estudio parte de una hipótesis conocida como Pets as Ambassadors, que sugiere que tener un animal en casa puede ser una vía de entrada emocional hacia el respeto y la consideración hacia otros animales. En otras palabras, cuidar a un perro, gato o cualquier otro animal de forma cotidiana hace que cale mejor el mensaje de que los animales sienten, padecen y merecen un trato y una vida digna.

Los resultados parecen confirmar esta idea y los hombres convivientes con animales de familia obtuvieron las puntuaciones más altas en la escala de empatía animal (una herramienta que mide actitudes empáticas hacia los animales). En segundo lugar quedaron los trabajadores del sector ganadero o agrícola, y en último lugar, aquellos con poca o nula interacción con animales. En promedio, la diferencia entre el primer y el tercer grupo superaba los 25 puntos.

Jessica Lee Oliva, autora del estudio y profesora de psicología en la Universidad James Cook, en Douglas, Australia, lo resume como “las interacciones con animales importan. Pero aquellas que implican una inversión emocional, económica y de estilo de vida, como ocurre al cuidar de un animal sin esperar compensación económica, son las relaciones que más fomentan la empatía”.

Contacto directo o documentales: ¿qué influye más?

Más allá de los números, el estudio también analizó las vivencias personales que influían en la percepción sobre la sensibilidad de los animales. Entre quienes vivían con animales de compañía, la mayoría mencionó su convivencia diaria como el principal factor de influencia. En cambio, los trabajadores del ámbito agropecuario hablaban de sus experiencias laborales, y el grupo con poca o nula experiencia señalaba interacciones esporádicas con animales ajenos.

Esto sugiere que no basta con ver animales en documentales o conocer teorías sobre su comportamiento. Lo que realmente genera un cambio de mirada es el vínculo cercano, el contacto directo y, sobre todo, la responsabilidad del cuidado. “Nuestro estudio revela que es diferente cuando el vínculo incluye preocuparse por su alimentación, salud, bienestar emocional y calidad de vida”, apunta una de las autoras experta en las relaciones entre humanos y animales. “Eso cambia la manera en que los vemos… En mi caso, después de convivir con mi perra, veía su mirada en cada animal que sufría”.

Los animales de trabajo y el autocuidado emocional

Un dato que llamó la atención de las investigadoras fue la diferencia en las evaluaciones entre los considerados animales de compañía y los animales de trabajo o para consumo. Entre los participantes dedicados a la agricultura y ganadería, el tipo de animal más común en el hogar eran aves o peces. Cuando hablaban de perros, lo hacían como herramientas de trabajo: “Me sorprendió que ninguno tuviera un perro fuera de su ámbito laboral”, comentaba Jessica Lee Oliva para PsyPost.org. “Esto sugiere que no todos los perros actúan como ‘embajadores’ emocionales. Depende de cómo se establece el vínculo”.

El equipo también apunta a un posible fenómeno de disonancia cognitiva: si cuidar a un animal implica generar afecto, pero ese animal forma parte de un proceso económico que incluye su muerte o sufrimiento, es posible que se establezca cierta distancia emocional como mecanismo de protección. Y eso puede trasladarse también a otras especies.

¿Quién cuida a quién?

Aunque el estudio no puede demostrar una relación causal directa, es decir, no confirma si convivir con un animal aumenta la empatía o si son los hombres empáticos quienes tienden a introducir animales en su vida, sí señala una correlación clara.

Para quienes trabajan en educación o divulgación, este tipo de resultados pueden orientar a crear estrategias centradas en el contacto directo con animales en lugar de, simplemente, apelar a la razón o mostrar cifras de maltrato animal. Pero también implica una paradoja, tal como comenta una de las investigadoras. “Tener o convivir con una mascota puede aumentar la empatía, pero también implica controlar su libertad”, reconoce Jessica Lee Oliva. “Por eso es importante que la adopción o adquisición de un animal sea una decisión meditada y comprometida, con voluntad de enriquecer su vida y permitirles decidir sobre aspectos básicos de su día a día”.

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