La danza como profesión en personas con discapacidad, más allá de lo terapéutico: "Me expreso con el cuerpo"
Sube el telón y, sin previo aviso, comienza un viaje en el tiempo. Sobre el escenario, la música suena y, durante los siguientes 60 minutos, nada importará...

Sube el telón y, sin previo aviso, comienza un viaje en el tiempo. Sobre el escenario, la música suena y, durante los siguientes 60 minutos, nada importará más que esto: ¿Qué hacemos con nuestro tiempo?, o ¿cómo nos atraviesa a medida que pasan los años? Solo entonces, cuando se apaga el último foco y el espectáculo On Time llega a su fin, surge la pregunta correcta: ¿Cómo pudimos creer que las diversidades no cabían en el arte?
Ana, Julen, Ana María y Germán son cuatro de los siete bailarines que integran la compañía profesional de danza Fritsch Company, de la Fundación Psico Ballet Maite León, dedicada a la escena inclusiva. Todos ellos tienen algo en común: su discapacidad no les ha impedido hacer de la danza su profesión. "Fuimos a París a bailar y fue una experiencia inolvidable", cuenta una de las bailarinas, que a sus 50 años asegura haber cumplido un sueño.
Aunque la historia de estos bailarines no se explica sin Maite, bailarina, coreógrafa y madre de una hija con discapacidad intelectual que, hace más de cuarenta años, dispuesta a demostrar que la danza podía ayudarla, decidió enseñarla a bailar. "A medida que fue viendo que su hija evolucionaba, comenzó a dar clases a otros alumnos en su mismo colegio", nos cuenta Esther, profesora de Psico Ballet e integrante de Fritsch Company.
Con el tiempo, Maite se rodeó de personas del mundo de las artes escénicas, la medicina y la psicología para crear un proyecto común: el embrión de lo que más tarde sería el método Psico Ballet. "No partimos de la limitación, sino de la capacidad de cada uno de ellos de expresarse e intentamos explotar al máximo sus capacidades y aplicarlas a la danza", nos explica Esther.
Bailar como forma de expresión
Más de cuatro décadas después, de esa primera semilla que Maite sembró, surgen trayectorias profesionales como la de Ana, de 21 años, que lleva bailando desde los 3. Ella es hoy una de las bailarinas más brillantes de la compañía, pero es muy consciente de que para lograr su sueño "ser profesora de Psico Ballet y maestra de la Fritsch Company" hay que trabajar duro.
Bailando puedo expresarme libremente con el cuerpo
"Para las personas que tenemos discapacidad es complicado, por eso lo más importante es ensayar y ensayar, aunque cada uno tiene su nivel", nos explica. Y se aplica la teoría al pie de la letra: baila todos los días desde las 4 de la tarde hasta las 9 de la noche. Solo así se siente completamente libre. "Bailando puedo expresarme libremente con el cuerpo", asegura.
Una de las tres piezas actuales de la obra On Time, en la que han participado tres coreógrafas con una larga y reconocida trayectoria artística -Amaya Galeote, María Cabeza de Vaca y Maite Gámez- es ‘Fiesta’, que habla, precisamente, de celebrar la vida. Esta es también la favorita de Julen, que a sus treinta, lleva toda una vida dedicada a bailar.
Como la mayoría de sus compañeros, comenzó a los cinco en la escuela de Psico Ballet y ahora, además de bailarín profesional, es actor. "Trabajo en la serie Cicatriz, de Amazon Prime". Su mayor reto sobre el escenario, nos cuenta, es conseguir relajarse del todo "A veces me tenso porque tengo mucha fuerza y tengo que aprender a soltar el cuerpo".
Derribar los estereotipos de la danza
Una de las barreras más grandes en el mundo de la danza para las personas con discapacidad es la idea del 'cuerpo perfecto' que asocia este arte exclusivamente a cuerpos normativos, simétricos y físicamente ágiles.
Además, cuando se piensa en danza realizada por personas con discapacidad, se le otorga siempre un enfoque terapéutico, considerándola únicamente una herramienta de rehabilitación, más que una manifestación artística en sí misma. Este es el muro que pretenden derribar desde la fundación. "La Fritsch Company es el último escalón en el camino de la profesionalización" explican desde la organización.
En la Fundación abordan todo tipo de artes -desde el baile hasta el canto o el diseño de vestuario y maquillaje- y cuentan además, con dos compañías de danza aparte de la escuela de la compañía, formada por alumnos y futuros integrantes: el Psico Ballet, formado por un elenco de 80 bailarines con y sin discapacidad, y su grupo profesional, la Fritsch Company, especializada en danza contemporánea, danza-teatro y creación colectiva.
"Aquí nos salimos de los patrones del clásico aceptando que los bailarines tenemos cuerpos diferentes y eso permite que ellos mismos se expresen desde lo que son. No tenemos que tener todos el mismo perfil", nos explica Esther. Aunque, sin duda, el trabajo en equipo es la clave del éxito de este elenco, "lo que nos hace especiales sobre el escenario es que estamos muy conectados y tenemos mucha complicidad", destaca la bailarina.
De todo ese cóctel de factores —constancia, aprendizaje, libertad y complicidad— surge el mayor premio para cualquier artista: la emoción del público, que es la forma en que el arte nos transforma y deja una huella en nosotros.
En On Time, ese momento llega cuando los bailarines se ponen de pie, se toman de las manos y saludan al público. Entonces, lo que era solo una idea abstracta se vuelve experiencia. Lo que parecía una historia ajena, se convierte en algo profundamente propio. El mensaje de la obra ya no se queda sobre el escenario, acompaña al espectador mucho después de que se apaguen las luces.
La danza, en definitiva, no es solo un arte: es un lenguaje que da forma a lo invisible. Es uno de los territorios más inclusivos —y también más revolucionarios— porque desafía la noción de que solo ciertos cuerpos merecen ser vistos, celebrados o escuchados. Quienes se atreven a habitarla desde los márgenes, como Ana, Germán, Julen y Ana María, no solo encuentran en ella un espacio propio, sino que la transforman con cada paso.