'Habemus Papam': el latín resucita

Si el latín se ha mantenido vivo se lo debemos a la solidez de su base cultural y al arraigo de su base social

May 7, 2025 - 07:42
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'Habemus Papam': el latín resucita

El latín no ha muerto. Aunque carece de transmisión generacional, condición imprescindible en la vida de cualquier lengua, el latín es una excepción. Se fragmentó en decenas de lenguas, pero en la actualidad solo cinco dan fe con hablantes monolingües de su brillante historia: español, francés, portugués, italiano y rumano. Una lengua muere realmente con la desaparición de su último hablante, pero quedamos muchos, aunque cada vez menos, encantados de encontrarnos con el latín cada vez que la ocasión lo aconseja.

 

Si nos mostramos rigurosos con lo que sabemos, bien podemos fechar el nacimiento del latín con documentos escritos del siglo VII a.C. y su fragmentación entre los siglos IX y XII. Su edad, unos 2.700 años, que lo sitúa en la longevidad de las grandes lenguas de la humanidad como el sánscrito, el griego o el hebreo. Sabemos que su uso como lengua clásica permanece entre un reducido grupo de eruditos. Se mantiene en el Vaticano y en sectores de la Iglesia Católica para documentos oficiales, encíclicas y textos litúrgicos. Se utiliza en la Misa tridentina que celebran algunas comunidades tradicionales 753 a.C. Por entonces nada dejaba aventurar su futuro si tenemos en cuenta que al sur residía la prestigiosa civilización griega que ya había colonizado Sicilia y parte de la península itálica; y al norte los etruscos, pueblo de amplio desarrollo.

 

A partir del 509 a.C., y después de las leyendas que envuelven el nacimiento de la ciudad de Roma, instaurada en república, inicia su ascenso, y con él la lengua se expande a la vez que. Universidades y centros de estudios clásicos enseñan y estudian latín como medio para la formación en filología, historia antigua, filosofía y derecho romano. Se sirve de él la Pontificia Academia de Latinidad, creada en noviembre de 2012 por Benedicto XVI para potenciar el latín en todo el mundo, y la Academia Vivarium Novum de Roma, donde los estudiantes pueden pasar uno o más años inmersos en latín y griego antiguo, y en el Paideia Institute de Estados Unidos, que promueve el aprendizaje del latín hablado. Algunos medios modernos publican contenido en latín, como el boletín Ephemeris, un periódico en red. Algunas comunidades usan el latín como lengua hablada en reuniones, retiros y campamentos con un enfoque conversacional vivo.

 

Esa lengua que sigue viva fue la de la fundación de Roma en el año 753 a.C. Por entonces nada dejaba aventurar su futuro si tenemos en cuenta que al sur residía la prestigiosa civilización griega que ya había colonizado Sicilia y parte de la península itálica; y al norte los etruscos, pueblo de amplio desarrollo.

A partir del 509 a.C., y después de las leyendas que envuelven el nacimiento de la ciudad de Roma, instaurada en república, inicia su ascenso, y con él la lengua se expande a la vez que los territorios conquistados.

El poder de territorios tan extensos necesitaba una lengua sólida capaz de hacer frente a las leyes comunes, a las necesidades administrativas y a la organización de la vida pública

En el siglo III a. C., cuando toda Italia es romana, el latín sigue siendo una lengua de campesinos y mercaderes que en su uso escrito sirve para consignar las necesidades comerciales de la vida diaria. Para instruidos y eruditos, e incluso en medios populares, el griego es lengua de cultura. Esta costumbre se perpetúa y acentúa después de la conquista de Grecia con la llegada de esclavos griegos a Roma, pero también por la influencia de los filósofos.

 

Los primeros autores latinos escribieron en griego (Livio Andrónico). En las comedias de Plauto y Terencio (siglo II a. C.) autores que se cuentan entre los iniciadores literarios del latín, los servidores y esclavos emplean términos griegos. El griego es la lengua culta de los romanos en los siglos III y II a.C.

Entre los años 70 a.C. y 14 d.C. se gesta la lengua literaria más influyente del mundo occidental. Es la época de César, Cicerón, Tito Livio y Virgilio, y también de los poetas Catulo, Lucrecio, Horacio y Ovidio que elevan el latín a las más altas cotas de expresión artística y lo dotan de una enorme riqueza y flexibilidad. Séneca y Tácito serán sus continuadores. El poder de territorios tan extensos necesitaba una lengua sólida capaz de hacer frente a las leyes comunes, a las necesidades administrativas y a la organización de la vida pública.

 

Desde el siglo II fue el latín, junto con el griego, lengua vehicular y de cultura de todos los países mediterráneos, aunque ni los romanos impusieron su lengua ni llevaron a cabo ninguna acción contraria a la lengua de los vencidos, que fueron debilitándose o desaparecieron ante la fuerza arrolladora de la cultura romana.  

En el siglo IV se traduce la Biblia. El latín, impulsado por el cristianismo, sigue sólido en boca de sus hablantes cultos, mientras los usos orales se fragmentan en dialectos, de los que más de una docena llegan a desarrollarse como lenguas escritas.

Para muchos fue Montaigne (1533-1592) el último hablante de latín como primera lengua, aunque no como lengua materna. Se dice que su padre exigía de sus sirvientes que se dirigieran a él solo en latín, aunque no sabemos con qué resultados

En el siglo XIII, los documentos administrativos comenzaron a ser redactados en lengua vernácula, que antes solo había sido utilizada con fines festivos o religiosos. El latín siguió vivo para fines más elevados hasta bien entrado el siglo XVI. Una muestra absoluta de su influencia es el hecho de que, mucho después de su transformación en lenguas romances, autores como Dante Alighieri (1265-1321); pensadores holandeses como Erasmo de Róterdam (1467-1321); científicos polacos como Nicolás Copérnico (1473-1543); filósofos ingleses como Francis Bacon (1561-1626) o franceses como René Descartes (1596-1650) escribieron su obra en latín, aunque algunos de ellos lo hicieran también en sus lenguas maternas. Para muchos fue Montaigne (1533-1592) el último hablante de latín como primera lengua, aunque no como lengua materna. Se dice que su padre exigía de sus sirvientes que se dirigieran a él solo en latín, aunque no sabemos con qué resultados.

 

A finales del siglo XVII, el latín pierde su condición de lengua internacional a pesar de que se conserve como lengua para estudios clásicos, tratados y documentos de la Iglesia Católica, en cuyo ámbito se mantiene viva hasta 1965, año en que el concilio Vaticano II lo despoja de su ancestral privilegio a favor de las lenguas vernáculas. Como legado histórico las actas del concilio fueron redactadas en latín.

 

Su otra evolución, la popular, permanece viva en las nuevas lenguas cultas y de cientos de miles de millones de hablantes. Si el latín se ha mantenido vivo se lo debemos a la solidez de su base cultural y al arraigo de su base social. Por eso comprendemos y aceptamos que la locución Habemus Papam anuncie en breve la elección del nuevo pontífice.