Descubren un tesoro vikingo valorado en 3,8 millones de dólares y terminan condenados por ocultarlo
Demasiada ambición - Entre los objetos había más de 300 monedas, lingotes de plata y un colgante de cristal, aunque las piezas más raras eran unas monedas que unían a dos reyes enfrentadosLos esqueletos que demuestran que algunos vikingos eran mucho más violentos que otros Podrían haber sido millonarios, pero acabaron entre rejas. Y no por poco tiempo. Todo por un hallazgo valorado 3,8 millones de dólares que pasó de ser un golpe de suerte a una condena penal. La ley británica es clara con los tesoros antiguos: hay que declararlos. Dos buscadores de metales decidieron no hacerlo, ocultaron lo que habían encontrado y provocaron un conflicto legal, histórico y ético que creció sin control. Así que lo que empezó como una suerte extraordinaria en 2015 acabó convirtiéndose en un caso que los sentó en el banquillo por su propia ambición. Las monedas que podían cambiar la historia anglosajona Antes de que nadie supiera nada, ya estaban visitando expertos por su cuenta para estimar cuánto valía lo que se habían guardado. El tesoro tenía origen vikingo, y su localización apuntaba a movimientos del ejército escandinavo tras su derrota en Wiltshire en el año 878. Había un colgante con una bola de cristal del siglo V o VI, un anillo macizo, un brazalete con forma de serpiente y más de 300 monedas e ingletes de plata. Lo que más llamó la atención fueron las monedas, por su rareza y su posible impacto en la historiografía británica. Alfredo el Grande fue una figura importante en la antigua Inglaterra Entre ellas destacaban algunas muy escasas conocidas como monedas de los dos emperadores, que representaban juntos a Alfredo el Grande de Wessex, figura central en la resistencia contra los vikingos y símbolo de la unificación inglesa, y Ceolwulf II de Mercia, un monarca considerado por algunos cronistas como un títere bajo control vikingo. Según uno de los especialistas que consultaron los acusados, solo esas piezas podían llegar a valer más de 128.000 dólares cada una. El ocultamiento fue tan evidente que incluso uno de sus cómplices fue descubierto Pero el problema no fue lo que encontraron, sino lo que hicieron después. Según la normativa del Reino Unido, cualquier persona que descubra un objeto metálico con más de 300 años debe informar al forense local en un plazo máximo de 14 días. Ellos prefirieron callárselo y seguir con sus vidas. Ese hubiera sido el primer paso de un proceso largo, que incluía la redacción de un informe oficial por parte de un responsable de patrimonio, una investigación legal sobre la propiedad del hallazgo y, por último, una valoración económica por parte de un comité nacional. Si se cumple con todos los requisitos, los descubridores pueden recibir una parte del valor total. Aun así, George Powell y Layton Davies optaron por saltarse todas las fases y quedarse el botín sin dar explicaciones. El Museo Británico lamentó que el valor histórico del hallazgo se haya visto comprometido por la codicia de los implicados

Demasiada ambición - Entre los objetos había más de 300 monedas, lingotes de plata y un colgante de cristal, aunque las piezas más raras eran unas monedas que unían a dos reyes enfrentados
Los esqueletos que demuestran que algunos vikingos eran mucho más violentos que otros
Podrían haber sido millonarios, pero acabaron entre rejas. Y no por poco tiempo. Todo por un hallazgo valorado 3,8 millones de dólares que pasó de ser un golpe de suerte a una condena penal. La ley británica es clara con los tesoros antiguos: hay que declararlos.
Dos buscadores de metales decidieron no hacerlo, ocultaron lo que habían encontrado y provocaron un conflicto legal, histórico y ético que creció sin control. Así que lo que empezó como una suerte extraordinaria en 2015 acabó convirtiéndose en un caso que los sentó en el banquillo por su propia ambición.
Las monedas que podían cambiar la historia anglosajona
Antes de que nadie supiera nada, ya estaban visitando expertos por su cuenta para estimar cuánto valía lo que se habían guardado. El tesoro tenía origen vikingo, y su localización apuntaba a movimientos del ejército escandinavo tras su derrota en Wiltshire en el año 878.
Había un colgante con una bola de cristal del siglo V o VI, un anillo macizo, un brazalete con forma de serpiente y más de 300 monedas e ingletes de plata. Lo que más llamó la atención fueron las monedas, por su rareza y su posible impacto en la historiografía británica.
Entre ellas destacaban algunas muy escasas conocidas como monedas de los dos emperadores, que representaban juntos a Alfredo el Grande de Wessex, figura central en la resistencia contra los vikingos y símbolo de la unificación inglesa, y Ceolwulf II de Mercia, un monarca considerado por algunos cronistas como un títere bajo control vikingo. Según uno de los especialistas que consultaron los acusados, solo esas piezas podían llegar a valer más de 128.000 dólares cada una.
El ocultamiento fue tan evidente que incluso uno de sus cómplices fue descubierto
Pero el problema no fue lo que encontraron, sino lo que hicieron después. Según la normativa del Reino Unido, cualquier persona que descubra un objeto metálico con más de 300 años debe informar al forense local en un plazo máximo de 14 días. Ellos prefirieron callárselo y seguir con sus vidas.
Ese hubiera sido el primer paso de un proceso largo, que incluía la redacción de un informe oficial por parte de un responsable de patrimonio, una investigación legal sobre la propiedad del hallazgo y, por último, una valoración económica por parte de un comité nacional. Si se cumple con todos los requisitos, los descubridores pueden recibir una parte del valor total. Aun así, George Powell y Layton Davies optaron por saltarse todas las fases y quedarse el botín sin dar explicaciones.
Cuando el oficial de hallazgos de Herefordshire, Peter Reavill, empezó a hacer preguntas tras oír rumores, Powell admitió tener algunas piezas y entregó un brazalete de oro y un lingote. Pero negó todo lo demás. Poco después, otro experto que había sido consultado por los acusados reveló que tenía en su poder cinco monedas del tesoro, escondidas en el forro de su lupa. Fue el momento en que las autoridades ataron cabos y confirmaron que se trataba de un intento deliberado de ocultación.
El juicio fue contundente. Powell recibió una condena de diez años de prisión. Davies, ocho años y medio. Paul Wells, el experto que ayudó a valorar las piezas sin informar a la policía, también fue juzgado y espera sentencia. Otro implicado, el comerciante de monedas Simon Wicks, fue condenado a cinco años.
Más que dinero lo que se perdió fue historia
Según explicó Gareth Williams, especialista en vikingos y anglosajones del Museo Británico, el verdadero daño es que se ha perdido contexto histórico vital: “Estos hombres serían ricos si hubieran hecho las cosas bien. Han preferido actuar por codicia y eso ha destruido una parte importante de nuestra historia”.
Las monedas, más allá de su valor material, aportaban información importante sobre la relación política entre los reinos de Wessex y Mercia en el siglo IX. El hecho de que aparezcan juntos en algunas monedas sugiere que existió una alianza breve entre ambos, probablemente rota poco después por Alfredo.
Además, el lugar del hallazgo, cerca de Leominster, coincide con el desplazamiento del ejército vikingo tras su derrota en Wiltshire en el año 878. Por eso los arqueólogos consideran que este hallazgo, junto a otro tesoro anglosajón hallado en la misma zona por diferentes buscadores, puede cambiar la comprensión que se tenía de ese periodo.
Las autoridades siguen buscando el resto de piezas que no han sido recuperadas. La historia no es solo la de dos aficionados que acabaron en prisión por avaricia, sino la de un capítulo de la Edad Media que quizás nunca pueda reconstruirse del todo.