Ricardo Darín: "Tras más de 30 años haciendo cine y teatro, 'El eternauta' ha sido un desafío"
El actor de 'El secreto de sus ojos' estrena el 30 de abril su primera serie para Netflix.

El eternauta es muchas cosas: en su origen, una obra maestra del cómic escrita por Héctor Oesterheld que dio un giro particular a la ficción postapocalíptica; una flamante serie de Netflix con la que Bruno Stagnaro (director al que conocimos en España, allá por el 97, con Pizza, birra, faso) se lanza a la ciencia ficción.
Pero también (¿y sobre todo?) hablamos de una historia tan rematadamente argentina que comienza con una partida de truco, ese juego de cartas cuyos intríngulis diríanse solo al alcance de los australes. Tal vez por eso el único intérprete posible para su protagonista Juan Salvo, arquetipo bonaerense atrapado en pleno fin del mundo, fuese Ricardo Darín.
Los puristas pueden estar tranquilos: Darín se las apaña estupendamente con el truco ("No solo lo juego, sino que me encanta", asegura vía Zoom) y la serie respeta el comienzo de las viñetas aunque sus responsables se planteasen cambiarlo. "Lo pensamos seriamente –reconoce el actor–. Pero creo yo que se entiende claramente que es un juego entre amigos que se nutre del engaño y la picardía, y eso bastaba para no abolirlo. Por otra parte, nuestra intención era ser lo más fieles posible al cómic".
"Llamémosle Álex"
El dilema no era solo cultural, sino generacional, porque el inicio de la historia (Salvo y sus amigotes reuniéndose un viernes por la noche para sacar lustre a los naipes, agarrar una buena cogorza y escuchar discos viejos) "ha perdido un poco de vigencia en la era digital: ahora los chicos están con otros juegos y otras cosas", según Ricardo Darín. Sin embargo, alterar así un icono de la cultura argentina hubiera rozado la blasfemia, máxime después de todos los intentos de llevarlo a la pantalla.
Además de los planeados por Adolfo Aristarain y Lucrecia Martel, Ricardo Darín cita otro a cargo de "un director español muy famoso: llamémosle Álex" al que estuvo a punto de incorporarse. "Tuvieron la generosidad de regalarme toda una pila de revistas de cómics y pude profundizar en él, aunque ya lo conocía", explica, añadiendo que la adaptación que podemos ver ahora es "una versión aggiornada, traída a nuestros días".
"Me gustó mucho el planteo que me hicieron de cómo sería tomar una historia tan argentina, nacida en 1957, y llevarla a la actualidad”, indica acerca de un show que además, ha supuesto su regreso al medio televisivo tras décadas sin frecuentarlo (“Aquí, más que series, las llamamos telenovelas”, matiza con una sonrisa) así como su debut en el género fantástico.
"La verdad es que ciencia ficción no hice nunca –señala–. Ha supuesto cierto riesgo, cierto vértigo, pero, cuando empecé a entender el plan y en manos de quién estaba, me dio más confianza y me pareció un desafío muy atractivo tras más de treinta años haciendo cine y teatro".
Nieve que quema en Buenos Aires
Cuando uno descubre El eternauta, lo primero que averigua es que no se trata de un fin del mundo al uso: el cataclismo imaginado por Oesterheld comienza con una nevada ("en Buenos Aires y en pleno verano: eso es una locura") que resulta ser tóxica y cubre la ciudad del Plata con un manto letal, convirtiéndola en un cementerio blanco y silencioso.
Asimismo, Juan Salvo tampoco se ajusta a los tópicos sobre la supervivencia. "Tiene características particulares –reconoce Darín–. Él y sus amigos se muestran, más que impactados, asombrados: no entienden de qué se trata ni saben cómo reaccionar. Primero les gana el estupor y luego se dan cuenta de que no les queda otra que averigüar qué está pasando. Dentro de ese grupo, Juan es el más indicado, debido a sus experiencias anteriores, para salir al exterior y exponerse a esa locura".
Y, como otro tema capital de la obra es la capacidad de adaptarse a las situaciones extremas (Bruno Stagnaro ha descrito la historia como "una ciencia ficción de la carencia"), lo hará vistiendo ese traje improvisado que preside la imagen más famosa del cómic y que, por si alguien lo dudaba, no resulta fácil de llevar.
Un traje icónico (e incómodo)
"Es incómodo, y va a más", confirma Darín acerca de ese atuendo. “Bruno Stagnaro y el equipo de vestuario se enamoraron de esa especie de sobretodo (nosotros lo llamamos ‘gamulán’) que es muy grueso y con piel adentro. Te imaginarás lo que pasaba con ese vestuario, con las horas de llevarlo puesto, y además humedecido por la nieve: su peso se triplicó. Suma eso al casco, la mochila, la máscara, las armas... Fue trabajoso, por decirlo de una manera amable”.
Mientras Salvo recorre Buenos Aires, tratando de descubrir qué ha sido de su familia, los demás personajes se ven obligados a reaccionar, cada uno a su manera. Según Ricardo Darín "están los que piensan en la comunidad, en los demás, los que piensan en salvarse solos y los que tratan de no perder la calma, que quizás es lo más difícil. Yo creo que todas esas cosas están plasmadas en El eternauta, porque nos va mostrando los distintos comportamientos que aparecen, al menos en principio".
Ese encuentro súbito con el horror rima, es bien sabido, con la historia reciente de Argentina y con la muerte de Oesterheld: el guionista, sus cuatro hijas y tres de sus yernos pasaron en 1977 a engrosar las listas de ‘desaparecidos’ por la dictadura de Videla, algo que ha marcado desde entonces la percepción del cómic.
Así, cuando sonaron las primeras tentativas de adaptar El eternauta, los herederos del autor se negaron a permitir versiones que desvirtuaran la historia. Ahora ha sido su nieto Martín Oesterheld quien ha supervisado la serie: "Ha trabajado codo a codo con Bruno y con los guionistas para preservar la fidelidad al original –indica Darín–. Yo estuve en contacto con él y tengo entendido que está realmente muy conforme con lo que se está haciendo".
Durante la conversación, Ricardo Darín se resiste a dar detalles sobre la trama de El eternauta. Algo comprensible, porque la nevada letal es solo el primer paso hacia un torbellino de ideas que el cómic desarrolló por entregas durante dos años y que la serie constriñe (que sepamos...) en seis episodios. Lo que el actor sí expresa es su satisfacción con el resultado.
“Una vez más queda claro lo afortunado que soy, porque me llegó de las mejores manos: una productora como K&S, con un monstruo detrás como Netflix interesado en una historia, como decíamos al principio, claramente argentina, a pesar de que creo yo (bueno, lo decía Tolstói, no yo) que cuando uno cuenta su aldea está siendo universal”. Esa misión, concluye, ha supuesto un trabajo ingente, pero él lo da por bien empleado: "Es lo que pasa cuando uno se embarca en proyectos así, titánicos".
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