León XIV, el Papa de la paz: un regalo de América a la Iglesia Católica
En la preciosa continuidad que nos regalan los pontífices de nuestro siglo, el Papa León XIV se suma al tríptico que conformaron Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio

León XIV era lo único que sonaba en las quinielas de esta semana. Desde la muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril, las especulaciones han sido la columna vertebral de este cónclave, que comenzó el pasado miércoles entre corrientes, divisiones y sensibilidades y que la tarde del jueves ha culminado con una sorpresa mayúscula. Muchos hablaban del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, y otros apuntaban hacia prelados más progresistas como el filipino Luis Antonio Tagle o el romano Matteo Zuppi.
Pero ha sido Roberto Francisco Prevost, cardenal estadounidense, el que ha salido revestido de blanco al balcón de San Pedro. Muchos datos son los que ya conocemos de él: nacido en una familia obrera cristiana en Chicago, misionero durante más de 30 años en Perú, de ascendencia española −su apellido materno es Martínez−, graduado en Matemáticas, recién estrenado en el cardenalato, perfecto conocedor de siete idiomas… y así infinidad de detalles de un hombre discreto dentro del Colegio Cardenalicio, que apenas figuraba en ninguna de las quinielas de los papabili, y que hoy ha sorprendido al mundo entero.
Desde primera hora de la tarde una sensación recorría Roma. Tras una primera jornada eterna, que retrasó la primera fumata negra hasta pasadas las 21:00 horas de la noche, y dos votaciones rapidísimas, que han concluido en apenas dos horas, la tarde del jueves quedaba marcada en el calendario con un asterisco: el Papa estaba a punto de llegar. Así, desde las 15:00 horas la plaza ha comenzado a llenarse de fieles, que estos días se concentran en Roma para conocer a su nuevo pontífice. La extraña sensación se hacía escandalosa a las 18:04 de la tarde. Algo pasaba en la azotea de la Capilla Sixtina.
Algunos aplausos y murmullos se han acelerado cuando cuatro gaviotas han comenzado a rondar la chimenea, que parecía esparcir un tímido humo. La falsa alarma, en cualquier caso, ha puesto en pie a todos los asistentes, que esperaban la fumata blanca, acaso, después de la segunda votación de la tarde. Pero no ha sido así. A las 18:08 ha brotado de la chimenea una humareda blanca inconfundible: el Colegio Cardenalicio había elegido ya a su primus inter pares. Roma entonces ha celebrado entre vítores y jaleo que ya tiene obispo.
Los cardenales pidieron un Papa pastor, y León XIV es un misionero
En la cuarta votación, por tanto, se ha resuelto el dilema que atrapaba todas las miradas y portadas desde hace dos semanas, cuando comenzaron las Congregaciones Generales. Los cardenales pidieron un Papa pastor, y León XIV es un misionero; los cardenales solicitaron un Papa profeta, y León XIV es un teólogo y canonista; los cardenales pidieron un Papa guía, y León XIV es un diplomático vaticano, conocedor de la riqueza de la Iglesia de la que hoy es cabeza. Como Benedicto XVI, en la cuarta votación, el cardenal Prevost ha conseguido ganarse el favor de al menos 89 cardenales, la cifra más elevada de la historia dentro de un cónclave.
A las 18:21 las campanas de San Pedro han comenzado a redoblar con la fuerza de su historia. El mismo repicar de estas imponentes campanas hace apenas una semana y media despedía el cuerpo del Papa Francisco, cuyo ataúd desfilaba por la Plaza de San Pedro. Hoy, llenas de vida, han avisado a la urbe y al orbe del nuevo pontífice. Apenas unos minutos después, a las 18:32 aparecía bajo la columnata de Bernini la banda vaticana y la Guardia Suiza, desfilando con parsimonia hacia la parte superior de la plaza, bajo el balcón de la basílica. Todo ha sido fiesta y júbilo en la Ciudad Eterna.
Tras la apertura de la cortina blanca y las grandes cristaleras del balcón ha llegado el anuncio del cardenal protodiácono Dominique Mamberti y su “Annuntio vobis Gaudium Magnum”. Unos segundos de silencio ha dejado el cardenal francés hasta que, visiblemente emocionado, ha pronunciado: “Habemus Papam”. En ese preciso instante un aplauso estruendoso recorría la plaza pero no sólo: también la tribuna de prensa, situada en lo alto del Brazo de Carlo Magno, como también las azoteas de los edificios colindantes, se llenaban de alegría y gozo. Muchos no han podido contener las lágrimas de emoción.
“Leo, Leo, Leo”
Con la revelación de su nombre de pila −Robertum Franciscum− y de su nuevo nombre de pontífice, una plaza de idiomas inentendibles se ha fundido en un canto al unísono: “Leo, Leo, Leo”. Miles de fieles han cantado en la explanada de San Pedro el nombre del nuevo Santo Padre, a la espera de su salida al balcón. No ha sido hasta las 19:22, más de una hora después de la fumata blanca, cuando el nuevo obispo de Roma se ha mostrado a su ciudad. Entre lágrimas y muy agradecido, saludando constantemente a su pueblo, León XIV ha proclamado un saludo: “La paz esté con vosotros”. Estas han sido las cinco primeras palabras del Papa.
Su discurso desde el balcón de la basílica −donde ha estado escoltado en todo momento por el Colegio Cardenalicio, a ambos lados− así como la elección de su nombre nos dan algunas pistas. “La paz es el saludo de Cristo resucitado”, ha continuado diciendo, antes de agradecer a Dios el don del pontificado del Papa Francisco. En la bella continuidad al frente de la Iglesia, León XIV se ha acordado con emoción de su predecesor, que enseñó a la Iglesia la importancia de llegar “a todos, siempre a todos”.
El nuevo pontífice, procedente de Estados Unidos pero forjado en una de las diócesis más pobres de Perú, ha continuado su discurso durante 17 minutos: “Sin miedo, unidos, mano de la mano con Dios, vayamos adelante, seamos discípulos de Cristo”. En ese “sin miedo” León XIV ha logrado condensar un guiño a sus predecesores de este siglo, cuya sombra todavía se proyecta sobre la Iglesia. Pasadas las 19:30 el nuevo Santo Padre ha aprovechado para saludar a los fieles de lengua española: “Si me permiten, les dirijo un saludo especial a todos”. Y remataba con una referencia a Francisco: “Deseo una Iglesia sinodal, que camina, que busca siempre la paz, la caridad y estar cerca de aquellos que sufren”.
Quizás sus referencias a Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco puedan llegar a confundir a quienes desde hoy buscan en León XIV un perfil político, cargado de ideología. Nada más lejos de la realidad, es el nombre escogido el que nos da la clave del pontificado que comienza este 8 de mayo: León XIV hereda directamente de León XIII el testimonio de un Papa que logró poner paz en la Iglesia. El famoso pontífice, fallecido en 1903 después de 25 años de pontificado, escribió la encíclica “Rerum novarum” para defender un modelo de organización social basado en la Doctrina Social de la Iglesia.
Una tarea de paz
La herencia no puede ser más atinada: así como León XII asimiló las inclinaciones sociales de su tiempo al Magisterio de la Iglesia, el nuevo pontífice León XIV tiene por delante la tarea asimilar a la Tradición las reformas con las que Francisco ha enriquecido a la Iglesia durante sus doce años de pontificado. Con un siglo de diferencia, tres saltos se han completado hoy en la Iglesia: de León a León, de las reformas a las reformas, de la paz a la paz. En la tribuna de prensa algunos comentaban con bastante seriedad su parecido físico. Y en verdad comparten ciertos rasgos.
El nuevo obispo de Roma, número 267 de la Iglesia Católica, tiene por delante una tarea de paz. A diferencia de Francisco, ha salido al balcón para bendecir a su nuevo rebaño ataviado con muceta y estola, del reverendísimo rojo papal y todo suma para conocer al nuevo Santo Padre. León XIV posee un conocimiento privilegiado del primer mundo −ha vivido en las grandes ciudades de Occidente−, acumula experiencia en el tercer mundo −durante sus años de pastor en las barriadas más pobres de Hispanoamérica− y, aunque de forma más reciente, es también conocedor del incomparable mundo vaticano −y sus logias con moquetas y frescos−.
En la preciosa continuidad que nos regalan los pontífices de nuestro siglo, el Papa León XIV se suma al tríptico que conformaron Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio. Si Juan Pablo II explicó a la Iglesia que no hay justicia sin libertad, Benedicto XVI añadió que no hay libertad sin verdad, y Francisco concluyó con su acento característico que no hay verdad sin caridad. Ahora León XIV tiene por delante el reto de explicar a la Iglesia que no hay caridad sin paz. Es el anuncio de Cristo resucitado. Y es el anuncio que el nuevo Papa ha querido expresar a esta ciudad desde hoy resucitada.