Las hembras de bonobo demuestran que la unión femenina puede derribar cualquier jerarquía
Sororidad - Antes de que surjan tensiones visibles, las bonobos ya disfrutan de autonomía reproductiva y alimentaria, donde son ellas quienes deciden con quién aparearse y quienes gestionan el acceso a los recursos más codiciados por el grupoCien personas contra un gorila: la hipotética pelea que revela cuánto subestimamos la naturaleza Las bonobos hembra no solo han sorteado la desventaja física respecto a los machos. También han tejido entre ellas un sistema social sólido que les permite dominar en cuestiones tan vitales como el sexo o la comida. En sus comunidades, las alianzas femeninas no son una excepción puntual, sino una auténtica estrategia de poder. Esta sororidad femenina se convierte en un escudo contra la agresividad de los machos, transformando el modo en que se organiza la vida en su entorno. Se trata de un fenómeno tan extraordinario como inesperado, que empieza mucho antes de que empiecen a aparecer conflictos dentro de los grupos. Una sororidad que se anticipa al conflicto y reorganiza las jerarquías Antes de entender cómo surge esta fuerza colectiva, hay que observar un hecho que resulta desconcertante para cualquier investigador: las hembras de bonobo disfrutan de un control casi absoluto sobre dos aspectos básicos para la supervivencia, la reproducción y el alimento. Son ellas quienes deciden con quién y cuándo aparearse, y también quienes tienen la autoridad sobre recursos valiosos como la carne fresca o las frutas grandes. Mientras comen sentadas en el suelo, los machos esperan su turno en las ramas de los árboles, sin atreverse a interrumpir. La autonomía de las hembras en estas áreas contrasta con lo que se observa en la mayoría de los mamíferos sociales, donde los machos dominan gracias a su mayor tamaño y fuerza. Martin Surbeck, profesor de Biología Evolutiva Humana en Harvard, describe perfectamente esta anomalía cuando señala que la situación es “totalmente extraña para un animal como el bonobo”. La ovulación oculta permite a las bonobos elegir cuándo reproducirse y con quién, dejando a los machos en una posición de dependencia para garantizar su paternidad. Durante tres décadas de observaciones en seis comunidades de la República Democrática del Congo, un equipo internacional de investigadores documentó 1.786 conflictos entre machos y hembras. De ellos, 1.099 terminaron con victoria femenina. Estos datos revelan que la dominancia femenina no se explica solo por la fuerza individual, sino por la construcción de redes de apoyo. En palabras de Surbeck, “puedes ganar un conflicto siendo más fuerte, teniendo amigos que te respalden o teniendo algo que alguien quiere y no puede tomar por la fuerza”. Las alianzas entre hembras funcionan como una red de protección eficaz La investigación liderada por Surbeck y Barbara Fruth del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal demuestra que la creación de coaliciones femeninas es decisiva. Estas agrupaciones, que surgen de manera espontánea y a menudo sin vínculos de parentesco entre sus integrantes, funcionan como un mecanismo de protección colectiva. La primera señal de que una coalición se ha activado es un griterío insoportable que, según Fruth, provoca que haya “que taparse los oídos”. En apenas unos segundos tras un intento de agresión de un macho, varias hembras se agrupan para perseguirlo entre los árboles. En algunos casos, las consecuencias han llegado a ser fatales para el macho. Este despliegue de fuerza no solo impone respeto, sino que estructura la convivencia de forma más pacífica, especialmente en momentos críticos como la repartición de comida.

Sororidad - Antes de que surjan tensiones visibles, las bonobos ya disfrutan de autonomía reproductiva y alimentaria, donde son ellas quienes deciden con quién aparearse y quienes gestionan el acceso a los recursos más codiciados por el grupo
Cien personas contra un gorila: la hipotética pelea que revela cuánto subestimamos la naturaleza
Las bonobos hembra no solo han sorteado la desventaja física respecto a los machos. También han tejido entre ellas un sistema social sólido que les permite dominar en cuestiones tan vitales como el sexo o la comida. En sus comunidades, las alianzas femeninas no son una excepción puntual, sino una auténtica estrategia de poder.
Esta sororidad femenina se convierte en un escudo contra la agresividad de los machos, transformando el modo en que se organiza la vida en su entorno. Se trata de un fenómeno tan extraordinario como inesperado, que empieza mucho antes de que empiecen a aparecer conflictos dentro de los grupos.
Una sororidad que se anticipa al conflicto y reorganiza las jerarquías
Antes de entender cómo surge esta fuerza colectiva, hay que observar un hecho que resulta desconcertante para cualquier investigador: las hembras de bonobo disfrutan de un control casi absoluto sobre dos aspectos básicos para la supervivencia, la reproducción y el alimento. Son ellas quienes deciden con quién y cuándo aparearse, y también quienes tienen la autoridad sobre recursos valiosos como la carne fresca o las frutas grandes. Mientras comen sentadas en el suelo, los machos esperan su turno en las ramas de los árboles, sin atreverse a interrumpir.
La autonomía de las hembras en estas áreas contrasta con lo que se observa en la mayoría de los mamíferos sociales, donde los machos dominan gracias a su mayor tamaño y fuerza. Martin Surbeck, profesor de Biología Evolutiva Humana en Harvard, describe perfectamente esta anomalía cuando señala que la situación es “totalmente extraña para un animal como el bonobo”.
Durante tres décadas de observaciones en seis comunidades de la República Democrática del Congo, un equipo internacional de investigadores documentó 1.786 conflictos entre machos y hembras. De ellos, 1.099 terminaron con victoria femenina.
Estos datos revelan que la dominancia femenina no se explica solo por la fuerza individual, sino por la construcción de redes de apoyo. En palabras de Surbeck, “puedes ganar un conflicto siendo más fuerte, teniendo amigos que te respalden o teniendo algo que alguien quiere y no puede tomar por la fuerza”.
Las alianzas entre hembras funcionan como una red de protección eficaz
La investigación liderada por Surbeck y Barbara Fruth del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal demuestra que la creación de coaliciones femeninas es decisiva. Estas agrupaciones, que surgen de manera espontánea y a menudo sin vínculos de parentesco entre sus integrantes, funcionan como un mecanismo de protección colectiva. La primera señal de que una coalición se ha activado es un griterío insoportable que, según Fruth, provoca que haya “que taparse los oídos”.
En apenas unos segundos tras un intento de agresión de un macho, varias hembras se agrupan para perseguirlo entre los árboles. En algunos casos, las consecuencias han llegado a ser fatales para el macho. Este despliegue de fuerza no solo impone respeto, sino que estructura la convivencia de forma más pacífica, especialmente en momentos críticos como la repartición de comida.
Aunque esta estrategia de sororidad ha cambiado las reglas del dominio entre los bonobos, la unión femenina no es una norma inflexible. Barbara Fruth matiza que “es más preciso decir que en las sociedades de bonobos, las hembras gozan de un estatus elevado en lugar de un dominio indiscutible”. De hecho, el porcentaje de victorias femeninas y su posición en la jerarquía varía de una comunidad a otra.
Más allá de las alianzas, otro factor crucial es la autonomía reproductiva de las hembras. Gracias a la ovulación oculta, controlan cuándo son fértiles, dificultando así cualquier intento de monopolio por parte de los machos. Según explica Surbeck, “los machos dependen de la cooperación de las hembras para asegurar la paternidad”. La agresión contra una hembra podría traducirse en la pérdida de oportunidades reproductivas para un macho concreto.
No hace falta que sean familiares ni tampoco conocerse
La unión de hembras de diferentes orígenes refuerza aún más este entramado social. En los bonobos, las hembras adultas no suelen ser parientes cercanos, ya que emigran de sus comunidades de nacimiento. Aun así, forman vínculos lo suficientemente fuertes como para enfrentarse juntas a los machos. Esta cooperación activa entre no familiares resulta especialmente rara entre mamíferos salvajes.
La solidaridad femenina no se limita al interior del grupo, sino que incluye también la cooperación entre hembras de comunidades vecinas, como explica Surbeck. Esta conducta favorece la convivencia interna y reduce la violencia entre grupos, un rasgo que distingue a los bonobos de los chimpancés.
Lejos de ser un simple detalle curioso, este sistema basado en la sororidad ofrece una perspectiva diferente sobre cómo se puede configurar el poder en una sociedad. En la selva congoleña, las hembras de bonobo encontraron su camino para neutralizar la agresividad masculina sin necesidad de superar la fuerza física.