Calpurnio o cómo un dibujo infantil marcó un hito en la historia del cómic

En un medio visual como el del cómic, donde durante décadas se premió la espectacularidad del trazo, el realismo o la complejidad gráfica, la irrupción ... The post Calpurnio o cómo un dibujo infantil marcó un hito en la historia del cómic appeared first on La piedra de Sísifo.

Abr 30, 2025 - 21:24
 0
Calpurnio o cómo un dibujo infantil marcó un hito en la historia del cómic

En un medio visual como el del cómic, donde durante décadas se premió la espectacularidad del trazo, el realismo o la complejidad gráfica, la irrupción de Calpurnio fue un pequeño terremoto. Sus dibujos, aparentemente infantiles y deliberadamente esquemáticos, no solo rompían con la tradición estética dominante, sino que subrayaban con fuerza una idea revolucionaria: que lo importante no era el «cómo», sino el «qué» y el «cómo se cuenta». Calpurnio ha pasado a la historia como uno de los autores más influyentes del cómic español precisamente por eso. Y Cutlass, su última obra, no hace más que confirmar su lugar entre los grandes.

Calpurnio —seudónimo de Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón— es conocido sobre todo por haber creado El bueno de Cuttlas, ese pistolero minimalista hecho a base de palotes, cuya simplicidad escondía una profundidad inesperada. A primera vista, sus viñetas podrían parecer dibujos de un niño. Pero basta leer unos cuantos cuadritos para comprender que, detrás de esa estética desarmantemente básica, hay una inteligencia narrativa punzante, una ironía sutil y un dominio absoluto del ritmo y el espacio en la página.

Aunque su estilo más reconocible fue siempre el minimalismo extremo, Calpurnio no fue ajeno a otras formas gráficas. En sus inicios, publicó fanzines y trabajos con un estilo más sucio, más punk, herencia de la escena contracultural en la que se movía. Su evolución hacia la economía de trazos no fue un punto de partida, sino una decisión consciente: renunció a lo superfluo para centrarse en lo esencial. Sin embargo, este estilo le cerró puertas en sus comienzos: hubo editores y críticos que no supieron ver más allá del aspecto «infantil» de sus personajes. Incluso dentro del propio medio, su trabajo fue durante años considerado “menor” frente a autores con un dibujo más académico. Pero con el tiempo, su coherencia estilística, su originalidad y su capacidad de conectar con el lector desmontaron los prejuicios. De hecho, cuando El bueno de Cuttlas saltó a la animación o se publicó en revistas de prestigio como El País, quedó claro que Calpurnio no era un autor de segunda, sino un visionario.

Muchos se preguntan cómo alguien con un estilo tan aparentemente rudimentario ha conseguido dejar una huella tan honda en la historia del cómic. La respuesta es doble. Por un lado, Calpurnio entendió como pocos que el cómic no necesita recargar sus imágenes para comunicar ideas complejas. En sus historias, menos es más: la limpieza del trazo permite que el lector se concentre en lo esencial, que lo verdaderamente importante —el mensaje, el humor, la reflexión— brille sin artificios. Por otro lado, su sentido de la economía visual venía acompañado de un espíritu iconoclasta. Cuttlas no solo era un vaquero que resolvía conflictos con filosofía; también era un personaje capaz de hablar de arte, de amor, de física cuántica o de existencialismo sin que el lector sintiera que había una ruptura de tono. Eso es narrativa en estado puro.

Con Cutlass, Calpurnio retoma ese espíritu libre y lo lleva aún más lejos. Publicada poco antes de su fallecimiento, esta obra ha sido leída como una especie de testamento creativo. Aunque mantiene la estética de su autor —esos dibujos de línea negra sin adornos, con cuerpos formados por trazos simples—, Cutlass introduce una narrativa más ambiciosa, con personajes femeninos fuertes, tramas que homenajean la novela de aventuras y una puesta en escena que dialoga con la historia del arte y del cómic. Aquí, Calpurnio demuestra que su estilo no era una limitación, sino una herramienta consciente y precisa, un lenguaje con reglas propias.

La importancia de Calpurnio radica en que rompió la idea de que el buen cómic debe «parecer difícil» o «estar bien dibujado» en un sentido académico. En realidad, fue un revolucionario silencioso que demostró que con una figura de palotes se puede decir más que con páginas llenas de detalles abrumadores. Abrió la puerta a otros estilos más libres, más personales, donde lo esencial es la voz del autor y no la espectacularidad del trazo.

Además, su obra es profundamente moderna en su manera de hablar de lo humano, de jugar con la metaliteratura y de cuestionar las convenciones del género. En ese sentido, Calpurnio es tan importante para el cómic español como lo puede ser Quino para la historieta latinoamericana: alguien que, sin grandes aspavientos, cambió para siempre las reglas del juego.

En tiempos de exceso visual y de ruido constante, revisitar a Calpurnio es una lección de humildad y de precisión. Su legado nos recuerda que la esencia de contar historias no está en adornarlas, sino en tocarlas con autenticidad. Y eso, al fin y al cabo, es lo que convierte a un autor en clásico.

The post Calpurnio o cómo un dibujo infantil marcó un hito en la historia del cómic appeared first on La piedra de Sísifo.