Lo que la estilista Mar Gausachs ha aprendido de su madre
Con el Día de la Madre a la vuelta de la esquina (el próximo domingo, 4 de mayo), hablar con la estilista y decoradora Mar Gausachs, nos ha permitido descubrir que, muchas veces, aunque creamos que nuestros gustos no se parecen en nada a los de nuestras madres, su huella está en cada rincón de nuestra vida, de nuestro trabajo, de nuestra casa y... de nuestra manera de mirar el mundo. "Mi madre se llama María Antonieta, y no me gusta su estilo clásico, pero sí su forma de cuidar los detalles", reconoce entre risas.Lo que en un principio parecía cierta rigidez decorativa y una distancia estética entre madre e hija, ha terminado convirtiéndose con los años en una inspiración profunda que ha marcado la trayectoria profesional de Mar. "Estoy alucinando con la presencia que ha tenido en mí y en cómo ha influido en mi profesión. A ella le ha encantado siempre la decoración y no he sido consciente hasta que me habéis preguntado", confiesa, sorprendida.Únete a nuestro canal de Whatsapp y descubre nuevas ideas personalizadas cada día.El mimo por el detalle: la gran enseñanza de su madreMar Gausachs recuerda con nitidez aquellas escenas de su infancia en las que María Antonieta, su madre, se entregaba con devoción a su hogar y que ella, desde una mirada inocente y casi sin percibirlo, almacenaba en su retina y en sus recuerdos: "Ponía los jarrones con una precisión casi ceremonial. Las cortinas, los marcos de plata, los candelabros, las esculturas, su colección de figuritas de Lladró... Todo estaba colocado con un sentido absoluto del equilibrio y el cuidado".Aunque su estilo personal ha evolucionado hacia una estética más contemporánea y funcional, ese amor por el detalle, por lo bien hecho, por la belleza que se esconde en las pequeñas cosas, sigue siendo el eje central de su trabajo como estilista.El orden como base de bienestarOtro legado innegable de su madre ha sido la importancia del orden en su hogar. "Es una maniática del orden, en el mejor sentido. Todo tenía su lugar: los cajones limpios, el armario en perfecto estado de revista, cada cosa en su cesta, su caja o su compartimento…", comenta. Y aunque en su propia práctica decorativa aboga por la flexibilidad y la calidez de lo vivido, no renuncia a esa raíz estructural y maternal que le enseñó a crear entornos funcionales, serenos y armónicos, que se percibieran visualmente despejados.Hogares conscientes, no perfectos"Mi madre tenía la casa impecable. Estaba tan perfecta que no la disfrutábamos como quizás a mí me hubiera gustado hacerlo. Soy muy partidaria de crear hogares más conscientes, más felices. Por eso, desde mi experiencia, saco esta moraleja: gracias a esa rigidez que había en mi casa en términos decorativos, he aprendido a buscar unas soluciones que vayan mucho más allá", confiesa.Hoy, su trabajo se entra en proyectar casas que se puedan vivir al 100%, conscientes y felices, donde se respire orden, estética y alma, pero también flexibilidad y movimiento: "No quiero casas de escaparate. Quiero casas que hablen de quienes las viven, que abracen lo cotidiano sin renunciar a lo bello". En el fondo, su madre sigue mu presente en su actitud: el respeto por los espacios, el valor del detalle y la búsqueda de la armonía. Ahí radica el verdadero legado de muchas madres: todo aquello que nos enseñaron sin decir una palabra.Si quieres estar al día de todo lo que publicamos en www.elmueble.com, suscríbete a nuestra newsletter.

Con el Día de la Madre a la vuelta de la esquina (el próximo domingo, 4 de mayo), hablar con la estilista y decoradora Mar Gausachs, nos ha permitido descubrir que, muchas veces, aunque creamos que nuestros gustos no se parecen en nada a los de nuestras madres, su huella está en cada rincón de nuestra vida, de nuestro trabajo, de nuestra casa y... de nuestra manera de mirar el mundo. "Mi madre se llama María Antonieta, y no me gusta su estilo clásico, pero sí su forma de cuidar los detalles", reconoce entre risas.
Lo que en un principio parecía cierta rigidez decorativa y una distancia estética entre madre e hija, ha terminado convirtiéndose con los años en una inspiración profunda que ha marcado la trayectoria profesional de Mar. "Estoy alucinando con la presencia que ha tenido en mí y en cómo ha influido en mi profesión. A ella le ha encantado siempre la decoración y no he sido consciente hasta que me habéis preguntado", confiesa, sorprendida.
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El mimo por el detalle: la gran enseñanza de su madre
Mar Gausachs recuerda con nitidez aquellas escenas de su infancia en las que María Antonieta, su madre, se entregaba con devoción a su hogar y que ella, desde una mirada inocente y casi sin percibirlo, almacenaba en su retina y en sus recuerdos: "Ponía los jarrones con una precisión casi ceremonial. Las cortinas, los marcos de plata, los candelabros, las esculturas, su colección de figuritas de Lladró... Todo estaba colocado con un sentido absoluto del equilibrio y el cuidado".
Aunque su estilo personal ha evolucionado hacia una estética más contemporánea y funcional, ese amor por el detalle, por lo bien hecho, por la belleza que se esconde en las pequeñas cosas, sigue siendo el eje central de su trabajo como estilista.
El orden como base de bienestar
Otro legado innegable de su madre ha sido la importancia del orden en su hogar. "Es una maniática del orden, en el mejor sentido. Todo tenía su lugar: los cajones limpios, el armario en perfecto estado de revista, cada cosa en su cesta, su caja o su compartimento…", comenta. Y aunque en su propia práctica decorativa aboga por la flexibilidad y la calidez de lo vivido, no renuncia a esa raíz estructural y maternal que le enseñó a crear entornos funcionales, serenos y armónicos, que se percibieran visualmente despejados.
Hogares conscientes, no perfectos
"Mi madre tenía la casa impecable. Estaba tan perfecta que no la disfrutábamos como quizás a mí me hubiera gustado hacerlo. Soy muy partidaria de crear hogares más conscientes, más felices. Por eso, desde mi experiencia, saco esta moraleja: gracias a esa rigidez que había en mi casa en términos decorativos, he aprendido a buscar unas soluciones que vayan mucho más allá", confiesa.
Hoy, su trabajo se entra en proyectar casas que se puedan vivir al 100%, conscientes y felices, donde se respire orden, estética y alma, pero también flexibilidad y movimiento: "No quiero casas de escaparate. Quiero casas que hablen de quienes las viven, que abracen lo cotidiano sin renunciar a lo bello". En el fondo, su madre sigue mu presente en su actitud: el respeto por los espacios, el valor del detalle y la búsqueda de la armonía. Ahí radica el verdadero legado de muchas madres: todo aquello que nos enseñaron sin decir una palabra.
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