La turistificación del Everest desata un nuevo plan: usar drones para limpiar y rescatar ahorrando tiempo
Operativo - Cada aparato cuesta cerca de 70.000 dólares y su funcionamiento exige logística compleja, combustible y personal especializadoLas fotos de cien años de escaladas al Everest muestran el impacto del deshielo: “Es la escena de un crimen” Sobre el Everest no hay medias tintas: o vida o muerte. Aunque cada vez parezca más fácil coronarlo por la cantidad de gente que se agolpa en el camino a la cima, sigue siendo un desafío monumental, igual de feroz que hace setenta años. Entre las aglomeraciones, las banderas de colores y los selfies en la cumbre, la montaña más alta del mundo continúa recordando que allí no manda nadie más que ella. Ahora, una nueva herramienta tecnológica busca echar una mano para que no se acabe convirtiendo en un vertedero. Drones cargados de ayuda como nuevos vecinos El primer zumbido que se escuchó en el Campo Base fue el de un dron cargado hasta arriba de cuerdas y escaleras. A más de 5.300 metros de altitud, donde hasta hervir agua es una odisea, dos drones de Airlift Technology comenzaron en 2024 para facilitar las expediciones. Mientras uno está en funcionamiento, el otro permanece en reserva por seguridad, ya que cada aparato cuesta unos 70.000 dólares y cualquier avería puede suponer una pérdida difícil de asumir. l primer operativo logró evacuar 500 kilos de residuos desde el Campamento Uno Milan Pandey, piloto de Airlift, aprendió rápido las reglas no escritas del Everest. La visibilidad caprichosa y las rachas de viento brutales complican mucho más las maniobras que en cualquier otro lugar. Para cubrir los casi tres kilómetros que separan el Campo Base del Campamento Uno, un sherpa necesita entre seis y siete horas. El dron apenas tarda seis minutos. Esto, en un entorno donde cada segundo cuenta, marca una diferencia enorme. La idea salió de la cabeza de Mingma G Sherpa, responsable de Imagine Nepal, después de perder a tres compañeros en la temida Cascada de Hielo en 2023. Al conocer que en China utilizaban drones para facilitar las expediciones en el Muztagh Ata, Mingma pensó que podrían aplicarlo en el Everest. Tras varios tanteos, acabaron colaborando con Airlift para poner los drones a prueba a más de 5.000 metros de altura. La basura como primer pasajero de esta nueva era aérea El primer gran éxito no fue llevar víveres, sino basura. La limpieza de la montaña es un asunto serio, y en su primer operativo Airlift consiguió bajar más de 500 kilos de desperdicios desde el Campamento Uno, realizando alrededor de 40 vuelos. Aunque cada dron puede transportar hasta 30 kilos, prefirieron limitar la carga a 20 para no tentar a la suerte, porque, como bien saben allí, un pequeño error puede costarlo todo. La afluencia de escaladores no ha suavizado la dureza del Everest Aún así, los drones no solo están para quitar basura de en medio. Transportar material de rescate, cilindros de oxígeno, medicamentos

Operativo - Cada aparato cuesta cerca de 70.000 dólares y su funcionamiento exige logística compleja, combustible y personal especializado
Las fotos de cien años de escaladas al Everest muestran el impacto del deshielo: “Es la escena de un crimen”
Sobre el Everest no hay medias tintas: o vida o muerte. Aunque cada vez parezca más fácil coronarlo por la cantidad de gente que se agolpa en el camino a la cima, sigue siendo un desafío monumental, igual de feroz que hace setenta años. Entre las aglomeraciones, las banderas de colores y los selfies en la cumbre, la montaña más alta del mundo continúa recordando que allí no manda nadie más que ella. Ahora, una nueva herramienta tecnológica busca echar una mano para que no se acabe convirtiendo en un vertedero.
Drones cargados de ayuda como nuevos vecinos
El primer zumbido que se escuchó en el Campo Base fue el de un dron cargado hasta arriba de cuerdas y escaleras. A más de 5.300 metros de altitud, donde hasta hervir agua es una odisea, dos drones de Airlift Technology comenzaron en 2024 para facilitar las expediciones.
Mientras uno está en funcionamiento, el otro permanece en reserva por seguridad, ya que cada aparato cuesta unos 70.000 dólares y cualquier avería puede suponer una pérdida difícil de asumir.
Milan Pandey, piloto de Airlift, aprendió rápido las reglas no escritas del Everest. La visibilidad caprichosa y las rachas de viento brutales complican mucho más las maniobras que en cualquier otro lugar. Para cubrir los casi tres kilómetros que separan el Campo Base del Campamento Uno, un sherpa necesita entre seis y siete horas. El dron apenas tarda seis minutos. Esto, en un entorno donde cada segundo cuenta, marca una diferencia enorme.
La idea salió de la cabeza de Mingma G Sherpa, responsable de Imagine Nepal, después de perder a tres compañeros en la temida Cascada de Hielo en 2023. Al conocer que en China utilizaban drones para facilitar las expediciones en el Muztagh Ata, Mingma pensó que podrían aplicarlo en el Everest. Tras varios tanteos, acabaron colaborando con Airlift para poner los drones a prueba a más de 5.000 metros de altura.
La basura como primer pasajero de esta nueva era aérea
El primer gran éxito no fue llevar víveres, sino basura. La limpieza de la montaña es un asunto serio, y en su primer operativo Airlift consiguió bajar más de 500 kilos de desperdicios desde el Campamento Uno, realizando alrededor de 40 vuelos. Aunque cada dron puede transportar hasta 30 kilos, prefirieron limitar la carga a 20 para no tentar a la suerte, porque, como bien saben allí, un pequeño error puede costarlo todo.
Aún así, los drones no solo están para quitar basura de en medio. Transportar material de rescate, cilindros de oxígeno, medicamentos e incluso colaborar en misiones de geolocalización forma ya parte del día a día en el Everest. Según explicó Pandey durante una entrevista con CNN, “una vez que sepan que necesitamos una escalera o una cuerda, nos enviarán las coordenadas por radio y luego transportaremos el equipo hasta allí”.
Pese a todo, el plan es seguir ampliando el despliegue tecnológico
Mientras los drones ganaban altura, algunos sherpas como Dawa Janzu Sherpa, líder del equipo de médicos de la Cascada de Hielo, respiraban un poco más tranquilos. Lleva ocho años lidiando con grietas traicioneras y torres de hielo inestables. La temporada pasada, marcada por el hielo seco y las condiciones cambiantes, no habría sido posible mantener el sendero abierto sin la ayuda aérea. Como explicó el propio Dawa, “con el mal tiempo que hemos tenido este año no habríamos podido arreglar el sendero a tiempo si no fuera por esa ayuda”.
El mayor reto sigue siendo el económico. Entre el precio de los drones, el combustible para cargar sus baterías, la mano de obra y la logística básica, los costes se disparan. Raj Bikram, director ejecutivo de Airlift, lamentó el coste de todo el operativo durante una conversación con CNN: “Todo es caro en el Campamento Base”. Y no exageraba. Allí, hasta calentar una taza de té puede ser una inversión.
Pese a las dificultades, la apuesta sigue creciendo. Para la temporada de 2025, Airlift planea reforzar su flota y su presencia en el Everest, ayudando en la instalación de rutas seguras antes del inicio de las expediciones y limpiando la montaña una vez que empiece el desfile de escaladores.
Puede que Edmund Hillary y Tenzing Norgay, los primeros alpinistas en alcanzar la cima del monte el 29 de mayo de 1953, no reconociesen el Everest moderno, plagado de drones zumbando. Pero una cosa no ha cambiado: en la cima del mundo, la vida y la muerte siguen separadas por un hilo muy, muy fino.