España se apaga
La política energética en España es, desde hace mucho tiempo, simple ideología aderezada con toneladas de propaganda.

Todos en alguna ocasión hemos vivido un apagón. En España no son muy comunes más allá de algunos cortes puntuales, generalmente motivados por alguna incidencia local o una obra cercana. Si se va la luz en casa o nos informan antes o se trata de algo imprevisto, pero de corta duración. Pueden pasar años sin que se vaya la luz. Eso es lo habitual. Sabemos que en otros países, especialmente en los del tercer mundo, los cortes de suministro eléctrico son muy habituales. Los que hayan vivido en cualquiera de estos países lo han podido experimentar en carne propia. De hecho, un indicador de que alguien se encuentra en el primer mundo es que la red eléctrica no se cae nunca o casi nunca.
Eso ayuda a explicar el estupor y la inquietud que se generó este lunes a las 12:30 de la mañana cuando nos quedamos sin luz en toda España y Portugal. Cada uno tiene su propia historia. A algunos, como mi amigo Ruben Arranz, les pilló en el metro y tuvo que ser evacuado por los servicios de emergencia. A otros les sorprendió en la oficina y algunos, como es mi caso, mientras trabajaba en casa. Primero pensé que era cosa mía, comprobé el diferencial y estaba todo correcto; bajé entonces a comprobar el contador y me encontré con una vecina que me dijo que en su casa también se había ido la luz. Supuse que se trataba de algo de nuestro edificio. Saqué el móvil del bolsillo con intención de llamar a la presidenta de la comunidad de vecinos para informarle, y fue ahí cuando vi que no tenía conexión con la red telefónica. Salí a la calle y me la encontré llena de gente con las tiendas abiertas pero a oscuras. Hablé con la dueña de un comercio y me dijo que se había ido la luz en todo Madrid.
Ahí vi que la cosa era realmente seria. En la calle fui hablando con distintas personas y cada una de ellas me daba una versiórendn, generalmente empeorando el problema. En la boca del Metro de Tirso de Molina un empleado informaba a los que intentaban acceder a la estación que estaba cerrada y que mucha gente se había quedado atrapada en los túneles. Recorrí el centro de Madrid hablando con unos y con otros. Nadie sabía nada, y aunque la cosa no devino caótica, el estado de confusión en torno a las dos de la tarde era absoluto.
Habladurías desquiciadas
Era imposible saber nada. No había ni teléfono, ni conexión de datos, tampoco se podía encender la televisión y los boletines que iban dando en las cadenas de radio no aportaban nada que uno no supiese hablando con los vecinos. Había todo tipo de teorías: un ciberataque (unos decían que proveniente de Rusia, otros que de Israel), otros que se trataba de un atentado terrorista y hasta llegué a oír que se había producido una explosión en una central nuclear similar a la de Fukushima. Ninguna de las teorías me parecía del todo descabellada, pero eran puras especulaciones, así que regresé a casa, trabajé lo que pude con un ordenador portátil hasta que se acabó la batería y luego me puse a leer con el Kindle que, gracias a Dios tiene pantalla retroiluminada y una batería que no se acaba nunca.
Esta es mi historia muy resumida, cada tiene la suya de cómo vivió esta situación tan insólita. Reconozco que fui afortunado, los hubo que se quedaron tirados en mitad de la nada cuando viajaban en tren, o que tuvieron que correr al hospital más cercano para recibir atención médica, o que quedaron atrapados en plantas elevadas sin ascensor, o que pasaron horas metidos en su automóvil tratando de regresar a casa. Por lo demás, a todos se nos estropeó la comida que teníamos en el frigorífico y las empresas perdieron mucho dinero ya que tuvieron que cerrar. Eso a pie de calle era fácil de comprobar en los comercios a oscuras con sus encargados tratando de echar el cierre eléctrico a base de músculos. Los servicios de emergencia como los bomberos, la policía o los sanitarios tuvieron, una vez más, un papel ejemplar ayudando a la gente.
En España es un mix muy descarbonizado por deseo de los sucesivos Gobiernos. El año pasado la principal fuente de electricidad fueron los parques eólicos, que aportaron casi el 23% de toda la energía consumida, seguidos por las centrales nucleares con el 20%
Entretanto, el Gobierno no daba explicación alguna. De hecho, cinco días después aún no la ha dado, al menos una explicación convincente. A las 6 de la tarde Pedro Sánchez compareció desde el palacio de la Moncloa para decir lo que todos ya sabíamos. A las 11 de la noche volvió a comparecer. En aquel momento buena parte de la red había recuperado el suministro (no era mi caso, yo lo recuperé a eso de las 23:30), y volvió con lo mismo: vaguedades y una afirmación un tanto extraña. Dijo que a las 12 horas 33 minutos de ese día se habían perdido 15 GW de potencia en el sistema eléctrico. No dijo por qué, pero seguía insinuando que podría ser la consecuencia de un ciberataque.
Un día más tarde la propia Red Eléctrica informó que no hubo ciberataque alguno. El problema fue, por lo tanto, algo interno. Para entenderlo antes hay que tener claro que la electricidad que consumimos se está generando en este mismo instante. La energía eléctrica no se almacena, se genera y se consume en tiempo real. La generación proviene de varias fuentes. A eso se le denomina el mix energético. En España es un mix muy descarbonizado por deseo de los sucesivos Gobiernos. El año pasado la principal fuente de electricidad fueron los parques eólicos, que aportaron casi el 23% de toda la energía consumida, seguidos por las centrales nucleares con el 20%, la solar fotovoltaica con el 16%, los ciclos combinados que queman gas natural con el 13% y las centrales hidroeléctricas con otro 13%.
No hay que confundir producción con potencia instalada. La fuente con mayor potencia instalada es la fotovoltaica con 33 GW, la eólica tiene 32GW y los ciclos 26GW. Sólo hay 7GW nucleares, pero los reactores funcionan todo el año a todas horas, cosa que no sucede con los aerogeneradores o las placas solares.
Como vemos, en 2024 el 73% de la generación provino de fuentes sin emisiones y el 52% de fuentes enteramente renovables (eólica, solar e hidráulica). Esto tiene su parte buena ya que la energía renovable, aparte de ser más limpia, es energía que no hay que importar. Pero tiene su parte mala. Las centrales eólicas y solares no son síncronas, es decir, no producen energía mediante generadores que están sincronizados con la frecuencia de la red eléctrica (en España, 50 Hz). Las térmicas, los ciclos, las nucleares y las turbinas hidroeléctricas sin son síncronas, es decir, aportan inercia al sistema eléctrico debido a la energía cinética almacenada en sus componentes giratorios, lo que ayuda a estabilizar la frecuencia ante variaciones en la demanda o en la generación. Las solares y las eólicas son no síncronas, usan inversores electrónicos para conectar su energía a la red. No aportan inercia natural lo que puede complicar la estabilidad del sistema.
En el momento del apagón las fotovoltaicas estaban aportando el 60% y las eólicas el 12%, es decir, que el 72% del consumo estaba siendo atendido por centrales no síncronas. El resto lo atendían la nuclear con el 11%, la solar térmica con el 5% y los ciclos combinados, que en ese momento sólo estaban aportando un 3% del consumo total
La inercia de las centrales síncronas da tiempo a los sistemas de control para responder a los fallos que se presenten o a cambios en la demanda. En un sistema con mucha generación solar o eólica como es el español, las centrales síncronas compensan la variabilidad de estas fuentes. De hecho, durante el apagón, las centrales síncronas (como las hidroeléctricas o de gas) fueron de vital importancia para restablecer el suministro. Con la transición hacia energías renovables, el número de centrales síncronas en operación está disminuyendo y esto ha reducido la inercia total de la red.
Todo indica que lo que sucedió el lunes se debe a una sobreproducción renovable que no pudo ser ajustada por las centrales síncronas. En el momento del apagón las fotovoltaicas estaban aportando el 60% y las eólicas el 12%, es decir, que el 72% del consumo estaba siendo atendido por centrales no síncronas. El resto lo atendían la nuclear con el 11%, la solar térmica con el 5% y los ciclos combinados, que en ese momento sólo estaban aportando un 3% del consumo total, es decir, 980 MW de los 26GW que hay instalados en 35 centrales repartidas por toda España y que son una ruina. En torno al 70% de los ciclos combinados está en pérdidas, es decir, que no consiguen cubrir sus costes.
Cuando se produjo el fallo, al carecer el sistema de inercia, todo se vino abajo llevándose los famosos 15GW de los que hablaba Pedro Sánchez en su comparecencia. Lo que no sabemos es cuál fue el fallo concreto, es decir, si se produjo un exceso de generación o un exceso de demanda.
En tanto que el mix eléctrico que tenemos es el que es y no va a cambiar. De hecho va a hacerse más no síncrono en tanto que las térmicas de carbón han cerrado y las nucleares quieren cerrarlas de aquí a unos pocos años, el problema que tenemos es que esto puede volver a producirse en cuanto la producción renovable no síncrona se dispare, cosa que sucede en verano cuando las plantas fotovoltaicas están generando a pleno rendimiento. ¿Cómo se puede compensar eso? Será complicado porque sólo quedarán los ciclos y esos no se ponen en funcionamiento en cuestión de segundos, que es el lapso de tiempo en el que se cae el sistema.
Tampoco estaría de más interconectarse mejor con los sistemas vecinos, es decir, con el francés y con el marroquí para atender cambios en la demanda o la generación. La península ibérica es, en cierta medida, una isla eléctrica
Así que tienen que ir pensando en soluciones. Hay unas cuantas. Una de ellas es la energía hidráulica de bombeo. Se dispone de dos presas. Una arriba y otra abajo. Durante los periodos de sobreproducción renovable se lleva el agua a la de arriba mediante bombeo y una vez allí se puede turbinar a placer de forma síncrona. Otra opción es aumentar el parque de solares térmicas o termosolares que, a diferencia de las centrales solares fotovoltaicas, que convierten directamente la luz solar en electricidad mediante paneles, las termosolares utilizan la energía del sol para generar calor, que luego se transforman en electricidad a través de un ciclo termodinámico con sus turbinas. Las termosolares tienen la ventaja de que almacenan calor en unas sales fundidas que luego pueden liberar. Esas sales actúan como una batería.
Tampoco estaría de más interconectarse mejor con los sistemas vecinos, es decir, con el francés y con el marroquí para atender cambios en la demanda o la generación. La península ibérica es, en cierta medida, una isla eléctrica. La UE recomienda a sus miembros que puedan transportar un mínimo del 15% de la electricidad producida a países vecinos. España solo tiene una capacidad del 6% de interconexión eléctrica. A través de los Pirineos solo pueden transitar unos 3GW, es decir, el 3% de la potencia instalada en España. Hay sólo tres conexiones, una de ellas muy pequeña que entra por el Pirineo central a la altura de Biescas. Las otras dos están en el País Vasco y Cataluña. Esta última es la mayor, se abrió en 2015 a la altura de Figueras y tiene una capacidad de 2GW. Esta conexión de Figueras fue importantísima el lunes para que Francia enviase unos 950MW de electricidad a la península para energizar de nuevo el sistema. Deberían abrirse nuevas conexiones por Navarra y Aragón y también por el golfo de Vizcaya, pero todo está parado.
Lo que está por ver es que se extraigan las lecciones adecuadas de lo que pasó el lunes. La política energética en España es, desde hace mucho tiempo, simple ideología aderezada con toneladas de propaganda. Se ha sustituido la seguridad de suministro por soflamas ecologistas y el resultado fueron esas doce horas angustiosas. Con Pedro Sánchez al mando es poco probable que eso cambie.