Cianuro y cenizas: 80 años de la muerte de Hitler y el fin del nazismo

Los principales jerarcas del Tercer Reich se quitaron la vida ante la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial

Abr 30, 2025 - 16:37
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Cianuro y cenizas: 80 años de la muerte de Hitler y el fin del nazismo

En mayo de 1945, una sustancia selló el destino final de algunos miembros destacados de la cúpula del Tercer Reich. El ácido prúsico, más conocido como cianuro, fue el método elegido por varios jerarcas nazis cuando la derrota en la Segunda Guerra Mundial ya era inevitable. Un veneno similar con el que habían gaseado a millones de personas en los campos de extermino corrió por sus gargantas cuando se hallaban cercados por los soviéticos en el búnker de Berlín o capturados por los aliados.

El primero en acabar con su vida fue el propio dictador, Adolf Hitler, quien horas después de contraer matrimonio con Eva Braun, se disparó en la sien derecha, mientras su esposa optaba por ingerir una cápsula de cianuro el 30 de abril de 1945. Poco después, fieles miembros del círculo íntimo del Führer trasladaron ambos cuerpos al jardín de la Cancillería. Bajo una lluvia incesante de proyectiles soviéticos, los cadáveres fueron rociados con 200 litros de gasolina reservados para ese fin y reducidos a cenizas. Varios testimonios posteriores confirmaron que, horas después, los restos eran irreconocibles. Los soviéticos guardaron unos fragmentos de dentadura que en 2009 un grupo de científicos franceses determinó que pertenecían al dictador. 

Muerte de la familia Goebbels

Uno de los pocos que permaneció junto al Führer hasta sus últimos instantes fue Joseph Goebbels, ministro de Propaganda. Él y su esposa, una nazi fanática de Hitler que bautizó a todos sus hijos con nombres con la letra H, en honor al dictador (Hildegard, Helga, Helmut, Hedwig, Hellmuth  y Holde), protagonizaron uno de los capítulos más trágicos de aquellos días al decidir acabar primero con la vida de sus seis hijos y posteriormente con las suyas.

Aunque Hitler lo había designado como Canciller del Reich en su testamento, pocas horas después del suicidio del mandamás, Goebbels y su mujer siguieron el mismo camino. Antes, habían solicitado ayuda médica para ejecutar el asesinato de sus hijos: tras administrarles una dosis de morfina para adormecerlos, les introdujeron cápsulas de cianuro en la boca. Acto seguido, en el patio de la Cancillería, cerca del lugar donde se habían consumido los cuerpos de Hitler y Eva Braun, Goebbels y su esposa mordieron las ampollas letales y se dispararon en la cabeza. La falta de combustible impidió que sus cadáveres ardieran por completo, facilitando así su posterior identificación.

Magda Goebbels con sus hijos Helga, Hellmuth, Hedda, Hilde y Holde

Magda Goebbels con sus hijos Helga, Hellmuth, Hedda, Hilde y Holde
 

Muerte de Himmler

Heinrich Himmler, al igual que Hermann Göring, protagonizó en aquellos días una traición decisiva para el régimen nazi. El 28 de abril, apenas dos días antes de su muerte, Hitler supo que Himmler negociaba secretamente una rendición con los aliados mediante contactos suecos. Indignado, Hitler calificó aquella maniobra como "la traición más vergonzosa de la historia de la humanidad".

En mayo, Himmler fue detenido bajo una identidad falsa. Afeitado y rapado, con un parche sobre el ojo y documentación falsa que lo acreditaba como miembro de la policía militar, transitó por diversos campos de prisioneros hasta ser finalmente reconocido en Lunenburgo. Al verse descubierto, Himmler se quitó el parche y colocó sus gafas. Cuando el médico le ordenó abrir la boca, detectó un pequeño objeto negro entre sus dientes. Al intentar inspeccionarlo mejor, Himmler cerró con fuerza su mandíbula, activando la cápsula de cianuro. El antiguo líder de las SS cayó desplomado, muriendo al instante.

Heinrich Himmler mirando cara a cara a la Dama de Elche.

Heinrich Himmler mirando cara a cara a la Dama de Elche.

Muerte de Göring

La última baza de Göring ante sus captores fue anticiparse a su propia ejecución. Durante casi un año, había sido el principal protagonista de los juicios de Núremberg. Su actitud altiva y desafiante había atraído la atención constante de las cámaras durante todo el proceso. Aunque en sus últimos días Hitler lo había despojado de todos sus títulos y honores, acusado también de traición, Göring había sido por años el sucesor designado, jefe de la Luftwaffe, amante de los lujos y gran expoliador de obras de arte, siendo una de las caras más visibles del nazismo.

En octubre de 1946, el Tribunal Militar Internacional sentenció a Göring a muerte, hallándolo culpable de los cuatro cargos que enfrentaba, incluidos crímenes de guerra y contra la humanidad. La ejecución estaba programada para la madrugada del 16 de octubre, pero pocas horas antes de ascender al patíbulo, Göring ingirió veneno y murió en su celda. Nunca se ha llegado a confirmar si durante todo el proceso había conservado la capsula escondida entre sus pertenencias o si se la había facilitado alguno de los estadounidenses que le custodiaba. En 2005, un exsoldado americano reveló que una mujer le había entregado una pluma estilográfica con una sustancia oculta en su interior, destinada al antiguo comandante de la Luftwaffe.

Imagen de mandatarios nazis sentados en el banquillo en Nuremberg.

Banquillo de los acusados durante los juicios de Núremberg.

 

Los actos suicidas no se limitaron únicamente a figuras prominentes como Hitler o Goebbels, sino que alcanzaron a miles de ciudadanos comunes. Impulsados por el temor a las represalias del Ejército Rojo, especialmente entre mujeres, así como por el peso de la culpa ante las atrocidades cometidas por el nazismo, muchas personas optaron por quitarse la vida. Este fenómeno fue particularmente intenso en ciudades como Demmin, donde la geografía complicaba la huida y generaba un sentimiento de desesperanza absoluta.

La propaganda nazi había sembrado durante años un profundo miedo hacia los enemigos, lo que contribuyó enormemente al clima de pánico y desesperación colectiva. Tiros en la cabeza y chutes letales de morfina fueron el método más utilizado para los afortunados que contaban con esta vía rápida, mientras que otros tuvieron que ahorcar o ahogar en un lago a sus hijos poco antes de quitarse la vida.

El funcionario del Ayuntamiento de Leipzig Ernst Kurt Lisso junto a su mujer y su hija, en abril de 1945.

El funcionario del Ayuntamiento de Leipzig Ernst Kurt Lisso junto a su mujer y su hija, en abril de 1945.