#ZNCine – Entrevista a Daniel Monzón

Charlamos con Daniel Monzón, director de películas como Celda 211 o Las leyes de la frontera, premiado recientemente con el FANT de honor en el célebre festival bilbaino.

May 8, 2025 - 13:58
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#ZNCine – Entrevista a Daniel Monzón

INTRODUCCIÓN

Cuando escribimos estas líneas nos encontramos en la recta final de la XXXI edición del FANT. En las próximas semanas, como es habitual, os ofreceremos una crónica con lo más destacado de este ilustre festival bilbaino. Sin embargo, no quisimos perder la oportunidad de charlar con uno de los premiados de honor en la segunda jornada del evento. Nacido en Palma de Mallorca en 1968, Daniel Monzón fue, entre otras cosas, crítico de la revista Fotogramas y subdirector del programa televisivo Días de cine antes de ponerse detrás de las cámaras. Lo hizo hace un cuarto de siglo con El corazón del guerrero, cuya proyección especial presentó el propio Monzón en el auditorio del Azkuna Zentroa. El tres veces ganador del Goya recibió el FANT de honor en la inauguración del festival celebrada en el Teatro Arriaga. Celda 211, El niño, Las leyes de la frontera… en Zona Negativa teníamos unas ganas locas de charlar con Daniel Monzón quien nos atiende con una amabilidad exquisita y una risa contagiosa.

ENTREVISTA A DANIEL MONZÓN

ZONA NEGATIVA (ZN): En la jornada inaugural del FANT comentaste que tus dos próximos trabajos los rodarás en Bilbao. ¿Qué nos puedes contar de ellos?

DANIEL MONZÓN (DM): Poco (risas). Sí, poco te puedo contar. Mira, uno es un drama que sucede en la España de los setenta, cuyo reparto es eminentemente femenino y hasta ahí puedo contar. Quizás lo más parecido, no tiene nada que ver, pero, de alguna forma, a Celda 211, en el sentido de que es una película de puesta en escena, de interpretación y, también, tiene que ver con un encierro. Estoy muy contento con ella (se le iluminan los ojos) y estoy ahora en el proceso de localizaciones, de ensayos, de preparación. Rodaré todo el verano y es una película que tendré terminada para primavera, más o menos, del año que viene. Y, a continuación, rodaré otra película que tiene un cierto componente de thriller y es una película ambientada en el País Vasco a partir del 2011, del 2012… Y tampoco puedo contar mucho de ello. Es que ahora te ponen cláusulas de confidencialidad y tienes que callarte la boca. Pero bueno, ya irá llegando, ya irá llegando. Y creo que me reencontraré con algún actor en la siguiente que tengo muchísimas ganas de volver a trabajar con él. Y ahí me quedo (risas)

ZN: Pues seguimos hablando de épocas pasadas, de cosas que sí puedes hablar. Hace un cuarto del siglo debutabas con El corazón del guerrero. ¿Recuerdas que fue lo que te movió de esta historia para que decidieses arrancar tu carrera con ella?

DM: Pues a veces son las ideas las que te invaden a ti, las que te encuentran a ti. Y, en este caso, me llegó como una imagen de pronto. En aquella época sucedió aquel crimen del rol que fue muy famoso…

ZN: ¿El del Asesino de la Katana?

DM: No, no era exactamente el de la katana. Era un tío, un chaval, que dominaba/manipulaba a otro y que decidieron crear un juego de rol (ellos decían que era un juego de rol) en el que tenían que buscar en la calle a alguien a quien matar. Entonces lo hicieron varias noches, no llegaron a atreverse y, de pronto, vieron a un pobre hombre que tenía calcetines rosas en la parada del autobús y dijeron «ese, porque lleva calcetines rosas» y lo mataron a cuchilladas. O sea, que, a este hombre, se le llevó la vida el hecho de llevar calcetines rosas. Esto generó como mucho revuelo en la época. De pronto se hablaba mucho sobre el tema, se demonizaba a los jugadores de rol y tal.

A mí me molestaba un poco todo eso porque había un gran desconocimiento de lo que era el juego de rol y demás. Pero a mí me llegó la idea con la imagen de un chico joven, más bien delgaducho, lleno de acné y tal, escuálido, pero que, se creía, un gran guerrero en otra dimensión, es decir, en lo que era el juego de rol. En lo que se basa el juego de rol, y por lo que es tan divertido, es que tú realmente por un momento vives la aventura. La vives casi físicamente, como cuando eras niño y jugabas a que estabas cabalgando la grupa de Moby Dick y sentías que estabas en la ballena. Entonces me vino esa imagen, esa imagen de un chaval chiquitillo y delgaducho y enclenque, pero que él sentía por dentro que era un gran guerrero. Y, a partir de ahí, esa idea germinó y empecé a apasionarme con ella y a ramificarla y a pensar que yo llevaba muchísimos años deseando hacer mi primera película y que iba a poder abrazar un montón montón de géneros.

Podría ser casi como un catálogo de todo lo que me gustaba: género de aventuras, género fantástico, thriller, drama adolescente, comedia, jugar con efectos especiales, con figuración… Yo pensaba, si consigo hacer mi primera película y no me dejan hacer otra, quiero jugar con todos los juguetes posibles, ¿no? Y de pronto El Corazón del Guerrero era una especie como de muestrario o cajón de sastre que me daba rienda para poder realmente jugar en profundidad con todo lo que yo quería experimentar en una primera película. Y eso es lo que es. Es una gran primera película en el sentido de que abraza un montón de filias mías. Hay homenajes de todo tipo y disfruté como un enano.

Luego, afortunadamente, me dejaron hacer una segunda, una tercera, una cuarta… pero, si solo hubiera sido esta, al menos la habría vivido a fondo. Siempre cuento la siguiente anécdota. Le pasé el guión a Álex de la Iglesia, buen amigo, y al que yo admiraba profundamente después de Acción Mutante y El día de la bestia, que ya las había hecho y que de alguna manera están detrás de El corazón del guerrero, porque son películas que me hicieron creer que algo como El corazón del guerrero se podía hacer en España. Le pasé el guion, lo leyó y me dijo «tío, está muy bien y, además, si te tienes que dar una hostia te la das a lo grande.» Pues esto, que se puede tomar desde muchas perspectivas, a mí me animó. Dije «tienes razón.» ¿Y qué más? ¿Qué más da? Si me da una hostia, pues me la doy. Pero me la ha dado a lo grande. (risas)

Joel Joan y Neus Asensi en El corazón del guerrero.

ZN: Más allá de que el cine sea fantasía, no te has vuelto a prodigar en el género. ¿Por qué?

DM: Bueno, hice La caja KovaK, mi tercera película, que sí, que claramente es una película de ciencia ficción, tiene que ver con Hitchcock, con Lang, con The Twilight Zone, o sea que sí que es una película de género. Pero luego es verdad que no he llegado a hacer una película de terror, que me encanta el género de terror. No he llegado a hacer otra película abiertamente fantástica, aunque incluso detrás de una película como Celda 211 se puede leer hasta un elemento casi de película de fantasmas. Porque la película empieza con un personaje que se suicida en una celda, la Celda 211, que es la celda en la que luego se queda encerrado su protagonista y, de alguna manera, hay un momento en que casi parece que el espíritu de ese preso que se suicidó casi le invada. Que no es una película de fantasmas, pero que yo creo que es muy interesante que una película que, en principio, no es de género, pueda contener alguna lectura en ese sentido.

De hecho, es que el género fantástico es el género que mejor permite hablar del ser humano, porque te permite crear abstracciones desde la que, por ejemplo, La invasión de los ladrones de cuerpos, es una película que es muy abierta. Había gente que la leía como una parábola antimacartista, y otros la leían como una parábola anticomunista, pero lo cierto es que habla del ser humano, y que cada uno que la vea va a encontrar un mensaje. Son parábolas, la verdad es que el género fantástico permite eso, hablar con mucha libertad de cosas sobre el sistema, sobre la manipulación o la opresión. Te permite volar. Te permite hablar cosas de la esencia del humano.

ZN: Mencionabas La caja Kovak, cinta que llevaste a cabo en el 2006 y que estuvo protagonizada por todo un ganador del Oscar como Timothy Hutton. ¿Fue un rodaje sencillo? ¿Qué anécdota puedes contarnos del actor californiano?

DM: Sí, no fue un rodaje sencillo porque yo me enfrentaba a hacer mi primera película en inglés. Yo hablo bien inglés, pero no soy bilingüe y esto te genera un cansancio extra mental porque yo llegaba a final de cada día de rodaje agotado mentalmente. Me veía obligado a hablar con parte del equipo que hablaba en español y otra parte que hablaba en inglés. Estabas constantemente basculando entre los dos, que también te obliga a cambiar un poco de pensamiento. Fue un poquito cansado, pero al mismo tiempo muy estimulante y muy excitante. Desde luego, aprendí latín con Timothy Hutton, un hombre que viene del Actors Studio. Aprendí latín con la conjunción que había allí. David Kelly, que es un actor maravilloso de la escuela británica, Hutton, que venía del Actors Studio, y Lucía Jiménez, que venía de la escuela española más…

ZN: ¡De Al salir de clase!

DM: ¡De Al salir de clase! Esa conjunción de esos tres actores, cada uno de una escuela completamente distinta, tratándolos de alinear… yo ahí aprendí latín. Y, de hecho, mis películas a partir de entonces con los actores, yo hice un paso gigante en ese sentido. La anécdota, pues te diré que el primer día de rodaje… era una película grande. Después de El corazón del guerrero y El robo más grande jamás contado, que no eran pequeñas, pero esta era una película grande, que al traerte un actor internacional con su Oscar, un actor británico, etc., pues ya te pedían sus rulots y demás. Si le traes la rulot a Hutton, se le traes a Kelly… Entonces, de pronto, la película tenía un volumen, físicamente, ya muy grande.

Yo recuerdo que el primer día de rodaje, era la primera vez que se rodaba en Mallorca, y yo estaba en el Paseo de Mallorca yendo a la primera localización, que era una discoteca, y empiezo a caminar y empiezo a ver manzanas del paseo marítimo llenas de camiones, de rulots, y sigo caminando y digo, «joder, qué lío hay aquí montado». Y seguía caminando y cuando llego a la localización miro para atrás y veo que eran tres manzanas de camiones de la película. Y que aquello que yo había ido caminando hacia la localización, era la película que yo tenía que dirigir. Y por un momento me arrugué, digo, «¡ay, Dios mío, el lío en el que me he metido» (risas). Esto es inmenso. Y entonces ya nada, me metí en localización y dije, «bueno, tú a lo tuyo, céntrate, ponte tus orejeras de burro, mira el cuadro y ponte a ello, día a día, paso a paso y plano a plano» y ya tiré para adelante. Pero si que hubo un momento de vértigo en el que dije «Madre de Dios, que Cristo se ha liado porque me he puesto a escribir en una mesa cuatro palabras.»

Hutton, por ejemplo, era un tío que yo le veía hacer una cosa fuera de cámara, le decía, «mira, ahora tienes que subir al faro y sacas la pistola» y el tío me lo hacía y sacaba la pistola de una forma, como teatral, que era ridícula. Y yo decía, «Timothy, colega, ¿pero qué estás haciendo?» Y él me dice, «mira el combo, anda, mira el combo». Entonces miraba el monitor, le veía hacerlo y digo, «hostia, que mítico». Ahí es cuando empecé a darme cuenta de que hay cosas que, al ojo en la realidad no tiene ningún sentido pero que, este tío que sabe mucho, lo hacía para la cámara y al verlo a través de la cámara… Dios, hostia, mola todo. Le veías correr y dices «¡Pero cómo corres! y luego miras el combo y pensabas ¡hostia! corre como lo hacen en las pelis americana. ¡Qué maravilla! Era como un bailarín, o sea, el tío corría de una forma muy forzada al ojo a la vista, pero lo veías en pantalla y era maravilloso.

Entonces ese nivel de artificio con el que te trabaja aparentemente un actor americano, han creado un lenguaje para el espectador. Una serie de gestos, de cosas que hacía que tú las ves así y dices «eso no es natural natural». Nosotros jugamos desde la naturalidad, la mayoría de los actores españoles. Los americanos tienen como un lenguaje artificioso, pero que tú lo disfrutas enormemente mientras lo ruedas. Ahí aprendí, ya te digo, fue un choque. La escuela británica era todo lo contrario. David Kelly era un tío que se sabía el texto de pe a pa y tal. Hutton improvisaba, rompía el texto. Aprendí mucho, y fue realmente muy enriquecedor aquel rodaje, pero conllevaba un gran cansancio (risas).

Timothy Hutton & Lucía Jiménez en La caja Kovak.

ZN: Celda 211 es una cinta que marca tu carrera. Ocho premios Goya, incluyendo el de mejor director. Todo aquel reconocimiento y éxito, ¿dirías que fue tu momento más feliz como cineasta?

DM: No sé si fue el más feliz, pero fue un momento muy feliz. Yo recuerdo ir al Festival de Venecia con aquella película y recibir una ovación que no paró después de que terminaron los títulos de crédito y yo ya no sabía dónde meterme, se me caían las lágrimas. Luego ir a Toronto y ver que, en la primera proyección, estaban Tim Burton, Brian De Palma, viendo tu película y dices, «¿¡Cómo!?» Y que acaban y aplauden y dices «¡Dios!» (risas). Sí, fue muy feliz y me abrió muchas puertas y fue muy importante pero me situó en un punto en el que, bueno, yo había hecho lo que había querido hasta el momento pero sentí que podía seguir haciéndolo.

De pronto, de arranque, la puerta se me iba a abrir y me iban a escuchar. Lo cual no quiere decir que cada película que he hecho después ha sido también una aventura complicada. El niño fue una película complejísima que conllevó mucho tiempo de preparación, que se paró la producción un año por un problema de financiación. La película que voy a rodar este verano ha tardado mucho en levantarse porque es una película que trata un tema controvertido y había gente que yo quería directamente,pero me decían: «me apetece mucho trabajar contigo, el guión es muy bueno, pero yo esta película no quiero producirla o no quiero participar en ella».

Hay que decir que cada película conlleva un esfuerzo grande. Entonces, Celda 211 me situó en un punto como sólido y la disfruté muchísimo, pero como he disfrutado el resto de las películas que he hecho después. A mí, por ejemplo, una película mía que adoro es Las leyes de la frontera, la última película que rodé, me encanta. Y es una película que leí el libro mientras preparaba El niño. Es decir, también es una película que conllevó muchos años de pensarla. Pero sí, Celda 211, desde luego, es una peli por la que tengo muchísimo agradecimiento y la quiero mucho. La gente la recuerda y la sabe valorar. De alguna forma, e igual está un poco feo que yo lo diga, pero Malamadre se ha convertido en un icono, forma parte ya casi del imaginario de la cultura española, ¿no?

ZN: Totalmente.

DM: Y el participar… el haber participado en una película que tiene ese peso, pues es un placer.

Alberto Ammann y Luis Tosar en Celda 211

ZN: Después de Celda 211 tardas cinco años en estrenar la siguiente peli, El Niño. Lo has dejado caer antes un poco, pero ¿aquello fue porque necesitabas desconectar, no encontrabas una historia que te atrapara o se cayó algún que otro proyecto por el camino?

DM: Sí, es una película que era muy grande, muy grande, que se hizo con un presupuesto muy apretado. Me acuerdo cuando la presenté en el Marché du Film en Cannes, venían muchos compradores y me decían, «¿cuál es el presupuesto de la película?» y yo les decía, «tanto». Me decían, «no, no, no, you don’t understand, budget». «Entiendo lo que es budget y es esto». «Pero no es posible, pero si eso es lo que cuesta en otra película los bocadillos de Bruce Willis» (risas).

La película tenía un presupuesto muy contenido, pero sí que fue un laaaaargo proceso. Primero de documentación, que nos fuimos ahí al Estrecho de Gibraltar para hablar con Policía Nacional, Vigilancia Aduanera, con Guardia Civil, pero también con delincuentes, los que manejaban lanchas rápidas en la zona. Es una película en la que, relamente, hicimos un trabajo casi periodístico. Durante ocho meses, Jorge Guerricaechevarría y yo en la zona, o sea que eso ya nos llevó un tiempo como un guion.

Luego, aparte, la escritura de guion fue casi un año, pero, después, el proceso de financiación fue complejo porque (se para a pensar antes de continuar) sí, ahora tampoco voy a ponerme a recrear los motivos, pero es una película que era muy grande y era como la gran película que se esperaba después del éxito de Celda 211. Y hubo un momento de pulso entre una televisión privada y el gobierno, y, entonces, decidieron paralizar la producción como ariete para forzar a ver si se bajaba un poco la obligatoriedad de inversión que tenían, en ese momento, las televisiones. Entonces fue todo un cruce de elementos un poco puñeteros que dilató la película en tiempos, pero que yo aproveché para seguirla preparando, para que los actores protagonistas llevaran realmente ellos las lanchas, para que Luis Tosar o Eduard Fernández subieran el helicóptero… En fin, lo usé para mejorar la película, pero, al final, fueron cuatro años de mi vida.

Cartel promocional de El Niño.

ZN: En El robo más grande jamás contado o Yucatán, dabas rienda suelta a tu vis más cómica como director. ¿Son estos rodajes más divertidos que el resto o una cosa es lo que se ve en pantalla y otra muy distinta lo que pasa detrás de las cámaras?

DM: Pues El robo más grande jamás contado, la verdad, que fue una película divertidísima de rodar, nos reíamos muchísimo, y es una película que yo he visto con espectadores, la gente se ríe mucho y es un placer. Que muchas veces dicen, hombre, las comedias es que nadie las considera y no ganan premios. Y la gente da igual que ganen premios o no ganen premios. El premio es, si funciona, verla con el público en una sala y escuchar la risa. Eso es una maravilla. No hay mejor premio que esa respuesta inmediata del espectador ante una película que tú has hecho esperando que la gente disfrute y ría.

Yucatán es una película que, así aparentemente, parece como más ligera, pero el rodaje fue complejísimo. Rodamos en México, en Brasil, en Casablanca, en la cima del Teide, a bordo de un crucero cruzando el Atlántico. Un equipo entero cruzando el Atlántico durante cuatro o cinco semanas sin bajar de ese barco. Fue terriblemente compleja. porque es un plano de composición, y cada parte del encuadre es en un continente diferente. Es un puzle tremendo y obedece un poco a después de Celda 211 y El Niño y antes de embarcarme en Las leyes de la frontera, era una especie como de capricho, casi, si quieres. Como de que tenía un cuerpo de comedia, me apetecía. Aunque es una comedia que también tiene su parte de tragedia. Era como una mezcla de géneros, pero fue como una fuga mía antes de embarcarme en otro thriller porque me parecía que era como demasiado thriller seguido. Fue una película realmente complicada de hacer pero ,que sí, que también disfrutamos. Nos reíamos mucho.

Cuando estás rodando una comedia es verdad que se comparte en el equipo un espíritu de un poco más de sonrisa. Pero, bueno, es que en Celda 211 que era una tragedia rodada en una cárcel real, con muchos presos reales, que yo hubo un momento que pensé «ostras, me estoy metiendo en una olla a presión». Pero depende un poco del ánimo que uno lleve. Tosar es una persona muy divertida y que no es alguien que imponga gravedad, sino todo lo contrario. Y a mí también me encanta reír. Celda 211 podría haber sido algo terrible, asfixiante o claustrofóbico de rodar, y fue una experiencia muy grata. Es un poco lo que uno lleva al rodaje.

Resines y compañía en El robo más grande jamás contado.

ZN: Las leyes de la frontera se estrenó el 8 de octubre de 2021, en los últimos coletazos de la pandemia. ¿No te da la sensación de que el dichoso Covid quitó un protagonismo más que merecido a uno de tus mejores trabajos?

DM: En los cines pasó desapercibida, sin duda; y eso que yo me negué a que se estrenara en la fecha que se estrenó en salas de cine. Aunque creían mucho en la película, yo decía «da igual, es que estamos en pandemia y es que se estrena todo. Se estrena James Bond, se estrena Dune, se estrena Almodóvar el mismo día, se estrena…» Digo «vamos a moverla». Decían, «no, no, es que la película es magnífica». Digo, me da igual. Digo, si voy por una calle y me encuentro con un tío con una UCI o con un luchador de sumo, me aparto de la acera (risas). Y me decían «no, pero has hecho películas con grandes taquillas». Digo, «que no, que no, que no, pero eso también fue porque encontramos la fecha correcta».

Fue una película que se estrenó y pasó desapercibida en salas, pero luego sucedió que, sin embargo, resultó ser una película que sí que había sonado mucho y la gente no había podido ir a ver, porque es que no se iba mucho a los cines y se elegía antes ver James Bond o Dune o lo que fuera. También con la costumbre de, bueno, la película permanecerá y ya la veré, pero no, porque la película al mes o así ya no estaba prácticamente en las salas. Sin embargo, se estrenó en Netflix y fue un bombazo. Eso sí que no me lo imaginaba.

Ahí me di cuenta de que las cosas han cambiado, que el éxito o el fracaso de una película ya no solo es qué ocurre en las salas, sino que es una combinación de varios elementos. En Netflix, Las leyes de la frontera fue número uno en España durante semanas y semanas. Pero es que lo que me sorprendió es que fue número dos a nivel internacional. Además, estuvo en el ranking internacional durante bastantes semanas seguidas. Eso no lo vi venir. Al final, fue un gran éxito la película, concitó a muchísimos espectadores. Es una película que mucha gente ha visto y es muy querida. Para mí, es una de mis películas favoritas de las que yo he hecho y me di cuenta de cómo ha cambiado el sistema.

Yo soy alguien que quiere hacer películas para los cines. De hecho, mi siguiente película se estrenará en cines, pero, luego, también irá a plataformas. Antes un poco era que la estrenabas en cines y luego venía el estreno en vídeo, que también podía significar un gran éxito como complemento a la exhibición en salas. Pero ahora está claro que la exhibición en plataformas supera muchas veces a la de la sala y que una película no queda solo en la exhibición en salas. Pero yo SIGO (enfatiza) haciendo las películas pensando en las salas. Mi concepto del cine, de cómo narro, del lenguaje que uso, es para que se vea en sala y quiero que el espectador tenga la posibilidad de disfrutarla en una sala y luego ya que la vea donde quiera: en un smartphone, en el iPad, en la tele o mientras corre en el gimnasio. Que haga cada uno lo que quiera, pero que exista la posibilidad de verla en una sala

Daniel Monzón
Las leyes de la frontera

ZN: Estamos celebrando el XXV aniversario de Zona Negativa y nos gustaría que nos dijeras que cómic o novela gráfica te gustaría adaptar, sin limitación de presupuesto, a la gran pantalla.

DM: Pues mira, tengo una adaptación escrita de una novela gráfica, que es una película que en este momento está congelada por varios motivos, pero que existe, está escrita. La he escrito con Jorge Guerricaechevarría y creo que podría ser una magnífica película, que es Los surcos del azar, de Paco Roca Sí. Si tuviera ese presupuesto ilimitado que tú me dices, o limitado, pero un gran presupuesto, porque claro, es una película que requiere de una financiación. Estamos hablando de una enorme película que, repito, la tengo escrita. Además le dimos una vuelta a la historia y yo creo que sería muy grande. Vamos, a huevo lo tienes (risas).

ZN: Fenomenal, pues ya hemos acabado. Muchas gracias, Daniel.

DM: Muy bien, gracias a ti.