Volvió a brillar la Perla de Andalucía, aún más si cabe. Con el advenimiento del siglo XVI, las nuevas corrientes renacentistas trajeron aires renovadores al corazón de la Monarquía hispánica. Sevilla, puerto hacia aquel infinito allende los mares, se vistió de gala y abrazó su condición de capital imperial 'de facto'. Su pasado latino y la estancia en la urbe como 'cuestor' de un tal Julio César, considerado por muchos su fundador, fueron pilares suficientes para ello. «Se buscó una reconexión con la Roma de los emperadores en todos los sentidos. Incluso el cabildo popular se llegó a autotitular como 'Senatus Populusque Hispalensis' (SPQH)». El hito pretérito lo desvela a este periódico el historiador Fernando Olmedo Granados. Andaluz de nacimiento...
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