La Argentina trucha, el reino de “los piccirillo”

Escándalos desconectados entre sí integran una misma trama: la de un país en el que puede llegarse demasiado lejos en el manejo de plata sucia sin que se activen a tiempo las alarmas

May 7, 2025 - 23:57
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La Argentina trucha, el reino de “los piccirillo”

Un día vemos al exsenador Edgardo Kueider contando fajos en un despacho oficial. Al poco tiempo nos enteramos de la detención de Elías Piccirillo, un supuesto empresario que hacía ostentación de una fortuna inexplicable. Después trascienden imágenes de una cámara oculta en la que el presidente de San Lorenzo, Marcelo Moretti, se mete ladrillos de dólares en los bolsillos con una gestualidad autoincriminatoria. Antes de dar vuelta la página aparece un video de dirigentes piqueteros de Chaco en el que utilizan a sus propios hijos para contar una montaña de dinero negro que embolsan para enriquecimiento propio. La Argentina trucha no da respiro.

Son escándalos desconectados unos de otros, pero integran a la vez una misma trama: la de un país en el que puede llegarse demasiado lejos en el manejo de plata sucia sin que se activen a tiempo las alarmas de los sistemas de contralor a los que deberían estar sometidas las personas físicas y jurídicas. La pregunta tal vez deba formularse en estos términos: ¿es tan fácil ser “un piccirillo” en la Argentina? La respuesta afirmativa surge con naturalidad. Y a partir de ahí nace otro interrogante: ¿cuántos Piccirillo, cuántos Kueider y cuántos Moretti se pasean sin problemas y al amparo de la impunidad?

Muchos de estos episodios se conocieron por casualidad, o por algo peor: el “vuelto” o la vendetta de alguien que también forma parte del “negocio”. Supimos quién era Kueider gracias a un oportuno operativo de la policía de Paraguay. Su suerte cambió en un control fronterizo, cuando volvía de cenar con una secretaria y una mochila con 200.000 dólares que no pudo justificar. ¿Alguien había filtrado el dato? Los detalles de la causa penal por la que ahora está detenido muestran que Kueider llevaba muchos años amasando un patrimonio y una fortuna que eran difíciles de explicar. El video que se conoció de una especie de “financiera paralela” que funcionaba en su despacho data de 2018 y corresponde a la época en la que era funcionario de la gobernación de Entre Ríos. Nada le impidió, sin embargo, llegar a una banca del Senado de la Nación.

El caso Piccirillo tiene ribetes tan coloridos como escandalosos. Pasó de una vida modesta en Florencio Varela, donde era empleado de una inmobiliaria, a una exhibición de lujos fuera de escala. Su sola fiesta de casamiento con la modelo Jésica Cirio, en el hotel más caro de Buenos Aires, hubiera generado preguntas en cualquier mostrador de la Afip. Pero Piccirillo parecía gozar de algún paraguas para hacer ostentación de millonario sin disimulo ni preocupaciones. En la causa penal en la que está investigado ahora se descubrió que dos días antes de la boda se comportó como un novio generoso: le regaló a Cirio una mansión en Nordelta valuada en 2,8 millones de dólares. ¿No saltó ninguna alerta? ¿A ningún organismo antilavado ni de contralor impositivo le resultó sospechoso? Por movimientos infinitamente menores, cualquier comerciante decente tiene inspectores tocándole el timbre.

Muchas escenas que hemos visto en los últimos meses nos recuerdan la célebre “rosadita”, en la que se contaba la plata negra del poder en los tiempos del kirchnerismo. ¿Hay un hilo conductor entre aquella trama de Fariña y Lázaro Báez con Piccirillo, Kueider y Moretti? Todo parece formar parte de un modelo cultural y de negocios que se forjó durante el kirchnerismo y que todavía está vigente. Lo de Chaco, por ejemplo, donde dirigentes piqueteros montaron una usina de facturas truchas para robarle al Estado, tiene características similares a las de la organización que lideraba Milagro Sala en Jujuy. Son métodos emparentados, a su vez, con los que usaba Schocklender en Sueños Compartidos.

En varios de estos casos aparecen conexiones entre los negocios, la política, el fútbol y el sindicalismo. En la trama de San Lorenzo, por ejemplo, la mujer que entrega los fajos de dólares es la mano derecha del sindicalista Marcelo Balcedo, detenido desde hace siete años en Uruguay por un cúmulo de delitos de los que también hizo ostentación durante décadas en la Argentina sin que eso tuviera consecuencias. A pesar de que todo era muy evidente y muy desembozado, Balcedo llegó a montar un pequeño imperio pseudoempresarial en el corazón de la provincia de Buenos Aires, donde además se sentaba con todos los gobernadores, desde Eduardo Duhalde hasta Daniel Scioli. Tuvo que intervenir la Justicia uruguaya para que la trama de lavado de dinero, evasión y desvíos de aportes sindicales quedara finalmente al descubierto. Hay indicios, sin embargo, de que sigue controlando negocios inexplicables en el país desde la prisión domiciliaria en Uruguay.

Durante el kirchnerismo se legitimó, incluso, una mezcla de audacia y voracidad que creó hasta una nueva tipología social: “los piccirillos”. Son individuos que manejan cifras exorbitantes a través de sociedades fantasma, que operan negocios en las sombras, pero que a la vez hacen exhibición de fortuna a cielo abierto. Manejan autos de lujo por la Panamericana, compran mansiones en countries exclusivos, organizan fiestas fastuosas, salen con vedetes y modelos conocidas, alquilan yates en el Mediterráneo. Muchos se presentan como financistas o empresarios. Otros son dirigentes políticos o sindicalistas. Algunos han sido jueces o funcionarios. Martín Insaurralde es uno de los exponentes prototípicos. El exjuez bonaerense César Melazo, condenado finalmente como jefe de una asociación ilícita, fue otro ilustre representante de esa categoría social. Pero muchos son desconocidos, a pesar de su exhibicionismo. ¿Quién sabía quién era Piccirillo hasta hace pocas semanas?

Si la ostentación es uno de los rasgos que los caracterizan, también hay una gestualidad que los delata. Se ve con nitidez en el video de Moretti: no cuenta los dólares, apenas los pesa en la palma de la mano. “Manotea” y “encanuta”, dos verbos indispensables para entender esta tipología social, que también tiene su propia jerga. Quizás una imagen que los represente sea aquella de Néstor Kirchner abrazado a una caja fuerte: “éxtasis, éxtasis me produce”.

La pregunta de fondo, frente a semejante obscenidad, sería esta: ¿están preocupados “los piccirillo”? ¿Ese sistema está amenazado o funciona con tanta comodidad e impunidad como en el pasado, más allá de algunas “caídas” circunstanciales? Tal vez no haya una respuesta categórica: hay algunos datos preocupantes y otros que quizá sean auspiciosos. El Estado no ha sido el actor principal en las revelaciones de estas corruptelas. En algunos casos, como el de Kueider o el de Balcedo, han sido las justicias de Paraguay y de Uruguay las que actuaron antes y con más firmeza que la argentina. El propio Piccirillo cayó por una burda maniobra contra otro supuesto empresario, para la cual había contado con complicidad policial. A Moretti no lo descubre Personas Jurídicas; mucho menos la Afip o la UIF: lo expone alguien que había guardado la cámara oculta durante más de un año.

El Estado, mientras tanto, ha desactivado –y desanimado– su participación en la denuncia e investigación de casos de corrupción. Un decreto presidencial del mes pasado (el 274) formalizó el retiro de la Unidad de Información Financiera (UIF) como querellante en causas de corrupción y lavados de activos.

El extraño universo cripto, en el que el Gobierno terminó involucrado por el escándalo de $LIBRA, parece incluir a algunos personajes que también navegan en el submundo de los negocios turbios.

En los últimos días han llovido denuncias por una presunta “caja negra” de la política a través de recursos del PAMI. Tal vez deba leerse a la luz de esos datos la fuerte advertencia de un aliado del Gobierno, como es el expresidente Mauricio Macri: “En un año y medio de gestión, la Argentina no ha subido ni un solo lugar en el ranking de transparencia”.

No es todo lo mismo, por supuesto. Pero los escándalos de las últimas semanas nos recuerdan esa tensión permanente entre una Argentina decente y una Argentina trucha. Hubo dos largas décadas en las que “los piccirillo” se movieron como peces en el agua. ¿Hoy empiezan a sentir que las cosas han cambiado? Ficha limpia es siempre una luz de esperanza.