Hispanos que enamoran
El español se mantiene solidariamente unido desde la pampa argentina hasta Asturias

Los acentos son marcas de identidad. Es una cuestión de percepción porque no existen ni principios ni estándares para ordenarlos. La entonación, la delicadeza, la elegancia, la fuerza, son elementos que los definen. Si nos preguntamos si este acento es más sugestivo que este otro y por qué, la opiniones diveren, aunque no demasiado. Para señalar los que resultan más apreciados hemos recurrido a la Inteligencia Artificial para que ayude a consolidar criterios.
Sin intención exhaustiva, pues no es el propósito de esta columna, entre los acentos que más cautivan ocupa un lugar privilegiado el colombiano, tal vez el primero, o el segundo tras el argentino. El español de Colombia fluye equilibrado en ritmo, nitidez y suavidad emocional. Su entonación es neutral, la cadencia, musical; el impacto, de confianza y cercanía; el discurso, armonioso y ameno. Discurre manso y fluido y resulta fácil de entender, especialmente el de los bogotanos y los medellinenses. La ausencia de brusquedades y afectaciones induce a respuestas amables, respetuosas y simpáticas. Si lo comparamos con el mexicano o el argentino, articula vocales y consonantes de manera precisa sin perder la riqueza de la diversidad y el deje elegante. Un logro de la historia cultural del país y su riqueza literaria.
Otro acento identificado con la pasión, confianza y personalidad es el argentino. Entonación rítmica, tono seguro e intenso, aires exóticos y cimbreantes. En especial el de Buenos Aires. El yeísmo rehilado, el voseo, el seseo, la melodía confieren una sensación dinámica que cautiva. Se achaca esa originalidad musicalidad a la influencia italiana arraigada en la entonación. Hoy se considera un ícono cultural rico en singularidad cadencial.
El habla de los mexicanos entra en un lugar de honor por la percepción de simpatía que despierta. El acento de la Ciudad de México es valorado por su diferente entonación y su agradable ritmo con un toque tan melódico que despierta las más diversas emociones. Desprende un toque cálido y cercano que refuerza su atractivo.
Cuando fui entrevistado en Las Palmas de Gran Canaria con motivo de un congreso de Lengua Española, dije que es tan radiante que saludar a un camarero para pedirle un café es suficiente para alegrar la jornada
A los españoles nos gustan los distintos acentos de nuestro país. El canario, el favorito. Suave, dulce, pausado y relajado. Muchos lo describen como cálido y meloso. Un habla que enamora. Transmite tranquilidad y simpatía. Cuando fui entrevistado en Las Palmas de Gran Canaria con motivo de un congreso de Lengua Española, dije que es tan radiante que saludar a un camarero para pedirle un café es suficiente para alegrar la jornada. Al día siguiente, los periódicos locales titulaban entrecomillando mis declaraciones, que no eran sino un sentimiento experimentado. El pueblo canario es, por naturaleza, optimista, y eso contribuye a un bienestar persistente.
Después del canario habría que viajar a Andalucía, pero no a las siete provincias. Aunque muchos lectores no van a estar de acuerdo, me atreveré a decir que el acento malagueño es el que más se acerca al canario y se distancia de los demás, que son, por su parte, muy diversos. La pronunciación suave de las consonantes y las vocales abiertas son características distintivas. La s final de las palabras tiende a suavizarse o incluso a eliminarse, lo que se asemeja a la pronunciación andaluza en general. El acento malagueño suele sonar fluido y atropellado, veloz y rítmico, especialmente en registros informales. Entonación melódica, sí, pero no tanto como la de Cádiz o Sevilla. En Málaga es más plana y algo más nasal. Dentro de Andalucía, el acento malagueño se percibe como resuelto, simpático y espontáneo.
Sus competidores en gracia y adhesión son el sevillano y gaditano, que son dejes muy complacientes, de los que hacen feliz. Musicales, desenfadados, alegres, relajados y muy expresivos. Atrae la rapidez melódica, la gracia natural y los trazos de buen humor.
El castellano del norte, digamos Burgos y Valladolid, es otra cosa. Se percibe como el más puro en términos articulatorios. Es preciso en la pronunciación de vocales y consonantes y se viste de elegancia sobria. Se percibe como un habla de calidad, si bien algo seria y seca.
El madrileño suena directo y desenfadado, y eso a veces puede parecer brusco o sarcástico, pero es parte de un estilo comunicativo que potencia la ironía y el humor
No queda al margen de los primeros puestos en apreciación el acento de Madrid y su entonación enérgica y dinámica, enfática y emocional especialmente en el habla coloquial. Aunque el español en general es una lengua de ritmo silábico, el madrileño tiende a comprimir las sílabas cuando habla rápido, lo que le confiere al habla cotidiana un ritmo ágil, pero no tan arrastrado como en Andalucía, ni tan pausado como en algunas regiones de Hispanoamérica. El madrileño suena directo y desenfadado, y eso a veces puede parecer brusco o sarcástico, pero es parte de un estilo comunicativo que potencia la ironía y el humor. Es típico usar la entonación para multiplicar el significado y decir una cosa con palabras y otra con el tono. Destacan los altibajos de la melodía, sinfonía pausada, articulación precisa y variación tonal además de refinamiento, elegancia, sofisticación, ausencia de seseo y de ceceo, nivel cultural y distinción. A menudo parece que terminan las frases de forma seca, abrupta. No es descortesía, sino que contribuye al carácter directo de la cadencia.
Se trata de uno de los acentos más claros y fáciles de seguir para los estudiantes. Tal vez por eso sea el más utilizado en los cursos de español, en series y en documentales. Es común que la entonación suba en las frases interrogativas, algo que es también frecuente en otras variedades, pero en Madrid tiende a subir rápido y bajar bruscamente. El resultado es un tono teatral, punzante, rápido y con chispa.
Lo sorprendente es que mientras lenguas de pequeños territorios como el vasco ha llegado al siglo XXI fragmentada en dialectos, el español se mantiene solidariamente unido desde la pampa argentina hasta Asturias.