Fumata negra en el primer día de cónclave: los gestos de los cardenales antes de la votación

Tras una procesión, los 133 electores se encerraron en la Capilla Sixtina para la primera votación

May 7, 2025 - 21:35
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Fumata negra en el primer día de cónclave: los gestos de los cardenales antes de la votación

ROMA.- “Extra omnes”, todos fuera. Cuando el maestro de ceremonias litúrgicas del Vaticano, el arzobispo italiano Diego Ravelli, pronunció esta frase en latín, a las 17.43 (hora local), en medio de un clima de enorme suspenso comenzó finalmente el cónclave que deberá elegir al sucesor del papa Francisco, para muchos considerado un virtual referéndum sobre sus 12 años y 39 días de papado disruptivo.

Apenas pasadas las 21 en Roma, y mientras una multitud de por lo menos 45.000 personas esperaba en el Vaticano -tanto es así que no funcionaban bien los celulares-, salió la primera fumata: negra.

Como ya era de noche, la famosa fumata fue díficil de ver a simple vista. Pudo verse mucho mejor en las pantallas gigantes colocadas en la Plaza de San Pedro y la vía de la Conciliazione. Entonces hubo un “ohhhh” y un aplausos de esas cientos de miles de personas que esperaron varias horas de pie, con celular en mano, que saliera esa primera señal desde la Capilla Sixtina, que todos descontaban que iba a ser negra, pero que, al ser la primera, igual era histórica.Fumata negra en el Vaticano

Varias horas antes, a partir de las 16.30 locales, en medio de esa escenografía y teatralidad espectacular de los grandes eventos del Vaticano, los 133 cardenales electores -entre ellos el futuro papa y cuatro argentinos, que se considera que no tienen ninguna chance después del primer papa del fin del mundo-, protagonizaron una procesión solemne para desplazarse desde la Capilla Paolina -donde antes rezaron en silencio-, hasta la Capilla Sixtina.

Meta de miles de turistas todos los días y la gallina de los huevos de oro para los Museos Vaticano, esta capilla, construida en el siglo XVI por el papa Sixto IV, estaba irreconocible: con 12 mesas, varias más que en el cónclave pasado porque hay 18 cardenales más que entonces (cuando fueron 115 los electores), recubiertas por un paño beige y debajo, otro bordó y con todo listo para la votación. Una plataforma con moquette, también beige, nivelaba el suelo y recubría los antiquísimos mosaicos del piso.Los cardenales en sus lugares en la Capilla Sixtina

Como el decano del colegio cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re y el vicedecano, el cardenal argentino Leonardo Sandri, son mayores de 80, en esta fase crucial de la elección del 267 pontífice de la historia, quien tomó la batuta fue otra persona. Y nada menos que el gran favorito, el cardenal italiano, Pietro Parolin, de 70 años, el más importante de los cardenales-obispos debido a su título de secretario de Estado. Fue Parolin, evidentemente nervioso, quien pronunció entonces una breve oración en latín.

Luego, con su hábito coral color púrpura, en un clima de gran solemnidad, los cardenales, tensos, se levantaron y comenzaron la procesión hacia la Capilla Sixtina, caminando en filas de a dos y, acompañados por estupendos coros que invocaban las letanías de los santos.Pietro Parolin

Los cardenales más jóvenes iban delante, mientras que el cardenal Parolin -con rostro preocupado- cerraba el grupo. Al llegar a la Sixtina, decorada con los magníficos frescos de Miguel Angel, Botticelli, Perugino, Pinturicchio, Ghirlandaio y otros maestros del Renacimiento, después de inclinarse ante el cricifijo ubicado sobre el altar principal, ante el cual se encuentra el Juicio Final, fueron tomando sus posiciones alrededor de las mesas.

Se escuchaba en ese momento el bellísimo “Veni Creator Spiritus”, himno en latín que invoca la ayuda del Espíritu Santo. Las cámaras del Vaticano enfocaban rostros concentrados, adustos, que reflejaban su conciencia de estar siendo protagonistas de un momento -secreto- que marcará el futuro de la Iglesia católica.

Después de que Parolin leyó una fórmula solemne en latín y fue el primero en jurar mantener el secreto absoluto sobre todo lo relativo a la elección papal, poniendo su mando sobre un Evangelio colocado en el centro de la capilla, de a uno, los demás cardenales electores hicieron lo mismo.

“Yo (nombre en latín), cardenal (apellido) prometo, obligo y lo juro. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”, iban pronunciando los 133 cardenales, con los diversos acentos de los 70 países de los que provienen.Los cardenales en la Capilla Sixtina antes de empezar a votar

Entonces, entre los primeros en pronunciar la fórmula, emocionados, se vieron a dos candidatos considerados papables: el cardenal filipino, Luis Antonio Tagle y el cardenal estadounidense, Robert Prevost, agustiniano considerado latinoamericano porque vivió 20 años en Perú, que le dio un pasaporte.

Varios minutos después -mientras algunos purpurados eran sorprendidos bostezando por las cámaras-, aparecieron otros papables como los italianos Matteo Zuppi, arzobispo de Bologna y Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, el francés Jean Marc Aveline, arzobispo de Marsella y alineado con la prioridad que le dio Francisco a los migrantes, y el cardenal filipino Pablo Virgilio Ambo David, obispo de Kalookan, que dio un discurso considerado una “bomba” en las congregaciones generales, que algunos especulan que podría convertirse en una sorpresa. Todos lucían muy concentrados. Al final, apareció casi llorando el cardenal checo-canadiense y jesuita Michael Czerny.

Extra omnes

Las imágenes televisivas del comienzo del primer cónclave de la era moderna con una tan numerosa y variegada cantidad de cardenales, terminaron exactamente a las 17.46 locales. Fue tres minutos después de que el maestro de las ceremonias litúrgicas pontificias, el ya mencionado monseñor Ravelli, siguiendo el antiguo ritual, pronunció el “Extra omnes”, “todos fuera”, que anuncia la salida de la Capilla Sixtina de todos los que no participan en la elección.

Acto seguido, tal como se había anunciado, el fraile capuchino italiano Raniero Cantalamessa, predicador emérito de la Casa Pontificia, de 90 años y creado cardenal por Francisco en noviembre de 2020, pronunció una última meditación para iluminar a los electores.

Terminado esto, tanto él como Ravelli también dejaron la Sixtina. Y los 133 purpurados empezaron su primera votación. Vista la división y la imposibilidad de que ninguno de los papables reciba de entrada los 89 votos necesarios para ser electro al trono de Pedro, ya se esperaba que la primera fumata fuera negra. Esta llegó bastante más tarde que lo esperado, minutos después de las 21 locales, es decir, más de tres horas después del “extra omnes”, por diversos motivos.

Evidentemente la meditación del fraile capuchino Cantalamessa, fue larga. E hizo falta tiempo, luego, para sortear a los escrutadores y demás autoridades, luego para hacer la votación, uno por uno, de los 133 cardenales, que deben pasar y colocar su papeleta en una urna colocada sobre el altar de la Capilla. Y luego, para contabilizar las papeletas, leerlas en voz alta, coserlas entre ellas y quemarlas en una de las dos estufas: una antigua y la otra moderna, que sirve para que, a través de sustancias químicas, el humo salga bien negro y no cause confusión, como ocurrió en cónclaves anteriores.

Este primer escrutinio abrió el verdadero juego del cónclave. Más allá de las especulaciones de la prensa italiana, que estimaba que Parolin contaba con unas 40-45 preferencias (lo mismo hizo con el cardenal Angelo Scola en el último cónclave), habrá sido interesante ver qué papables cuentan con paquetes de votos consistentes. Algo que hará que los 133 cardenales, ahora totalmente incomunicados, puedan reflexionar toda la noche en Santa Marta sobre cómo votar mañana, cuando votarán por segunda y tercera vez. Entonces, será claro si puede llegar a haber un papa mañana jueves, o no.