Esparta no solo guerreaba en tierra: un informe detalla el enorme gasto que supuso mantener su flota

Apoyo externo - Con la ayuda de Persia, especialmente bajo el patrocinio de Ciro el Joven, pudieron profesionalizar su marina y atrajo a remeros especializados que incrementaron notablemente el rendimiento de la flota en plena Guerra del PeloponesoEsto es Esparta: una pequeña guía de la ciudad de los 300 Nadie esperaría que un pueblo obsesionado con la disciplina, las lanzas y los abdominales esculpidos acabara involucrado en negocios marítimos que implicaban flotas, salarios y cuentas que hacían sudar más que una marcha forzada. Pero ocurrió. Esparta no solo marchaba: también navegaba. Y para eso, había que pagar. La guerra naval espartana fue, entre otras cosas, una pesadilla contable. A lo largo de varias décadas, aquella maquinaria blindada de orgullo se convirtió también en una empresa náutica con un presupuesto que ni los atenienses se atrevían a subestimar. Esparta, aunque le costara admitirlo, también era de agua - aunque solo un poco -. Mucho músculo, poco oro: la paradoja del rechazo al dinero Antes de poner un solo remo en el agua, Esparta ya estaba negociando cifras en talento y óbolos. En 412 a.C., el sátrapa Tisafernes prometió a los espartanos un subsidio de 30 talentos mensuales para sostener una flota de 55 trirremes. Cada marinero cobraba tres óbolos diarios, bastante menos de lo que querían, pero bastante más de lo que podían pagar sin ayuda. “El sueldo ideal era un dracma”, explica el historiador Kenneth W. Harl, cuyos análisis han servido como base para entender el esfuerzo económico y político que implicó el poder naval espartano. Espartanos El dato resulta todavía más jugoso cuando se recuerda que Esparta, en teoría, despreciaba el dinero. Eso decían los manuales. Pero a la hora de pagar a 200 hombres por barco, mantener la lealtad de los aliados y construir nuevas naves tras cada derrota, el rechazo al capital se volvía bastante menos apetecible. Perder barcos y perder dinero: la guerra naval espartana también se libraba en los libros de cuentas En total, cada trirreme costaba dos talentos entre construcción y equipamiento. Cuando Esparta encargó cien, el presupuesto ascendió a 200 talentos. Aquello no lo costeaban solo los lacedemonios: el esfuerzo se repartía entre Beocia, Corinto y otras regiones aliadas, con cuotas concretas y obligaciones claras. Por ejemplo, Corinto llegó a vender participaciones de una colonia aún no fundada para financiar una expedición naval. Un método que mezcla la creatividad financiera con una especie de crowdfunding arcaico. En ese momento, Esparta no estaba gestionando una flota: estaba gestionando un consorcio. Encuentro entre Ciro el Joven y Lisandro Y las pérdidas eran serias. Entre 411 y 406 a.C., Esparta perdió 250 barcos. Solo reponerlos costó más de 500 talentos. Como comparación: Atenas construyó 1.500 trirremes en 73 años por 3.000 talentos. Las proporciones da

Abr 23, 2025 - 11:43
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Esparta no solo guerreaba en tierra: un informe detalla el enorme gasto que supuso mantener su flota

Esparta no solo guerreaba en tierra: un informe detalla el enorme gasto que supuso mantener su flota

Apoyo externo - Con la ayuda de Persia, especialmente bajo el patrocinio de Ciro el Joven, pudieron profesionalizar su marina y atrajo a remeros especializados que incrementaron notablemente el rendimiento de la flota en plena Guerra del Peloponeso

Esto es Esparta: una pequeña guía de la ciudad de los 300

Nadie esperaría que un pueblo obsesionado con la disciplina, las lanzas y los abdominales esculpidos acabara involucrado en negocios marítimos que implicaban flotas, salarios y cuentas que hacían sudar más que una marcha forzada. Pero ocurrió. Esparta no solo marchaba: también navegaba. Y para eso, había que pagar.

La guerra naval espartana fue, entre otras cosas, una pesadilla contable. A lo largo de varias décadas, aquella maquinaria blindada de orgullo se convirtió también en una empresa náutica con un presupuesto que ni los atenienses se atrevían a subestimar. Esparta, aunque le costara admitirlo, también era de agua - aunque solo un poco -.

Mucho músculo, poco oro: la paradoja del rechazo al dinero

Antes de poner un solo remo en el agua, Esparta ya estaba negociando cifras en talento y óbolos. En 412 a.C., el sátrapa Tisafernes prometió a los espartanos un subsidio de 30 talentos mensuales para sostener una flota de 55 trirremes.

Cada marinero cobraba tres óbolos diarios, bastante menos de lo que querían, pero bastante más de lo que podían pagar sin ayuda. “El sueldo ideal era un dracma”, explica el historiador Kenneth W. Harl, cuyos análisis han servido como base para entender el esfuerzo económico y político que implicó el poder naval espartano.

Espartanos

El dato resulta todavía más jugoso cuando se recuerda que Esparta, en teoría, despreciaba el dinero. Eso decían los manuales. Pero a la hora de pagar a 200 hombres por barco, mantener la lealtad de los aliados y construir nuevas naves tras cada derrota, el rechazo al capital se volvía bastante menos apetecible.

Perder barcos y perder dinero: la guerra naval espartana también se libraba en los libros de cuentas

En total, cada trirreme costaba dos talentos entre construcción y equipamiento. Cuando Esparta encargó cien, el presupuesto ascendió a 200 talentos. Aquello no lo costeaban solo los lacedemonios: el esfuerzo se repartía entre Beocia, Corinto y otras regiones aliadas, con cuotas concretas y obligaciones claras.

Por ejemplo, Corinto llegó a vender participaciones de una colonia aún no fundada para financiar una expedición naval. Un método que mezcla la creatividad financiera con una especie de crowdfunding arcaico. En ese momento, Esparta no estaba gestionando una flota: estaba gestionando un consorcio.

Encuentro entre Ciro el Joven y Lisandro

Y las pérdidas eran serias. Entre 411 y 406 a.C., Esparta perdió 250 barcos. Solo reponerlos costó más de 500 talentos. Como comparación: Atenas construyó 1.500 trirremes en 73 años por 3.000 talentos. Las proporciones dan vértigo. El esfuerzo económico espartano no solo era enorme, también estaba mal apuntalado.

Sin una economía monetaria propia, dependía de los aliados y, sobre todo, de los persas. Ciro el Joven, más generoso que su predecesor, subió el salario diario a cuatro óbolos, lo que atrajo a marineros profesionales que elevaron la eficacia de la flota.

La expansión trajo una hegemonía breve pero potente. Tras la victoria de Egospótamos en 405 a.C., Esparta llegó a tener 200 trirremes activas, un ejército de 20.000 infantes y 2.000 jinetes. Solo en mantenimiento mensual se gastaban unos 1.760 talentos, sin contar provisiones. Alimentar a todas esas bocas durante seis meses requería casi 7.600 toneladas de grano.

El mar se cierra para Esparta: cuando la hegemonía se hunde por falta de fondos

La presión fiscal aumentó. Lisandro, convertido en gestor más que en estratega, instauró juntas de gobierno y recaudadores militares en las ciudades controladas. Según Diodoro Sículo, se recogían más de 1.000 talentos anuales en forma de moneda, bienes o alimentos. La economía espartana se había transformado a golpe de necesidad. Incluso usaban tetradracmas atenienses como moneda corriente. De hecho, el comandante Gílipo fue acusado de esconder búhos en su casa, en alusión directa a la moneda de Atenea. No era exactamente soborno, pero se le parecía bastante.

Espartanos

El final llegó con el desmoronamiento lógico de un sistema que no podía sostenerse sin inyecciones externas. La derrota de Cnido en 394 a.C. dejó a la flota malherida. En 376 a.C., frente a Naxos, la última esperanza naval espartana fue barrida por 83 trirremes atenienses. La máquina dejó de funcionar, los aliados dejaron de contribuir y los soldados pasaron a pagar su parte para no embarcar. La flota murió de agotamiento.

De esta manera, Esparta, que forjó su leyenda en la tierra firme, también se hizo a la mar. No le salía natural, ni barato, pero durante décadas supo moverse entre las olas con una eficacia que nunca fue gratuita.

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