El desanclaje moral de la economía trumpista

El neomercantilismo agresivo de Trump vuelve a desanclar la economía de los valores sociales y morales, como ya ocurrió en la crisis de 2008. Lo que propone la Economía Social y Solidaria es justo lo contrario. La entrada El desanclaje moral de la economía trumpista se publicó primero en lamarea.com.

Abr 9, 2025 - 10:31
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El desanclaje moral de la economía trumpista

La era Trump 2.0 está redefiniendo radicalmente el paradigma económico global, sepultando definitivamente el modelo neoliberal que dominó las últimas décadas. Lejos de una simple continuidad con su primer mandato, la actual administración estadounidense, respaldada por un poder institucional sin precedentes (judicial, legislativo y ejecutivo) y legitimada por la victoria en el voto popular, está desplegando un neomercantilismo agresivo que amenaza con reconfigurar por completo las relaciones económicas internacionales. Los analistas que esperaban una moderación institucional de sus propuestas más rupturistas enfrentan ahora una realidad mucho más descarnada.

No obstante, la intención de este artículo es confrontar dicha propuesta y análisis, con el marco teórico de la Economía Social y Solidaria (ESS). Ésta no es solo otra forma de hacer empresa, sino también una propuesta de análisis de la realidad económica que se aleja de la ortodoxia para unirse a otras escuelas económicas heterodoxas tales como la economía feminista o incluso la teoría monetaria moderna. La ESS se ha nutrido de la propuesta de un reconocido economista moral, Karl Polanyi, que adquirió renovada fama a raíz de la crisis financiera de 2008, cuando numerosos articulistas trajeron a colación sus trabajos para explicar el por qué de dicha crisis. Aun a riesgo de una excesiva simplificación, se señalaba el «desanclaje» de la economía respecto a las relaciones sociales y morales como explicación de las dos guerras mundiales, apuntado por Polanyi, y su validez para analizar también lo ocurrido anteriormente a dicha crisis financiera.

En la misma línea podríamos apuntar que desde la perspectiva de la Economía Social y Solidaria, el plan económico de Trump representa otro claro ejemplo de «desanclaje» de la economía respecto a las relaciones sociales y morales. En este punto podemos centrarnos en tres elementos clave que identifican potenciales fallas estructurales en el enfoque del plan de Trump según lo explica Varoufakis:

  1. Reducción de las relaciones económicas a relaciones de poder: El plan de Trump, como describe Varoufakis, se basa en una visión puramente transaccional donde la economía es un juego de suma cero. No obstante, la ESS reconoce que las economías sostenibles funcionan como sistemas de cooperación e interdependencia, no solo de competencia.
  2. Ausencia del factor de reciprocidad: El modelo «centro-radios» bilateral que propone Trump carece del principio de reciprocidad que la ESS identifica como fundamental para la estabilidad de los sistemas económicos. Las relaciones económicas internacionales estables se construyen sobre beneficios mutuos reconocidos, no sobre imposiciones unilaterales.
  3. Concepción errónea del valor: Trump enfatiza la producción de bienes varoniles como el acero, ignorando que el valor económico emerge de múltiples fuentes, incluyendo los cuidados, los servicios y los bienes relacionales que la ESS considera centrales no solo para el bienestar sino para mantener en funcionamiento economías competitivas. Es este un punto también en el que yerran las propuestas de respuesta Europea articuladas entorno al informe Draghi.

Aparte de estos elementos, nos encontramos una propuesta del nuevo paradigma económico, una vez que el modelo neoliberal que sostuvo la propuesta de globalización de anteriores administraciones estadounidenses, y que es también la sagrada escritura por la que se rige la propuesta de la UE, parece estar más que enterrado. Así, el nuevo paradigma que algunos expertos vienen a llamar neomercantilismo, sostendría el uso del poderío estatal (ya sea militar o mediante medidas de agresión económica como los aranceles) para a la vez fijar la nueva normatividad económica. El nuevo orden que busca la administración serviría para materializar la hegemonía estadounidense de manera distinta a como lo hacían las instituciones de aquel país (junto a las instituciones multilaterales como el FMI o la ya difunta OMC).

Ahora bien, la duda reside en si esta arriesgada intervención (amenaza arancelaria unida a negociaciones bilaterales para imponer acciones específicas a los distintos bancos centrales y otras autoridades de supervisión/regulación de la UE, Asia y América) será suficiente para que el comportamiento de los mercados cambie con respecto a lo que el paradigma económico dominante hasta el momento predeciría. Es decir, si con esta propuesta de Trump se conseguiría una especie de «cuadratura del círculo» económica y superar así lo que los economistas llaman el «trilema» o la «trinidad imposible» de la política monetaria internacional. Este principio establece que un país no puede mantener simultáneamente:

  • Un tipo de cambio controlado (o débil, como Trump desea).
  • Libre movimiento de capitales (esencial para mantener el dólar como moneda de reserva).
  • Una política monetaria independiente (con tipos de interés bajos, como Trump quiere).

El uso de una acción abiertamente beligerante (sin olvidar que las anteriores administraciones no eran tampoco precisamente una ONG caritativa) puede desencadenar no solo comportamientos a medio y corto plazo complacientes, sino estrategias a largo que respondan igualmente a ese nuevo paradigma de uso abierto de la fuerza. Ya no solo porque algunos actores se vean impelidos a echarse en los brazos de los nuevos bloques antagónicos (China-Rusia), sino porque la identificación de intereses comunes con un actor abiertamente egoísta por parte de sus aliados tradicionales se rompa y de ahí se generen estrategias a medio y largo plazo divergentes, lo quieran o no, líderes más propensos a alinearse con los EE.UU.

Así, y retomando un análisis de ESS, el intento de Trump de reconfigurar la economía internacional mediante la coerción económica debería hacer más evidente la necesidad de generar lo que Polanyi llamó «contramovimientos protectores»:

  1. Aceleración de sistemas alternativos: En lugar de fortalecer la hegemonía estadounidense, el plan podría acelerar la creación de sistemas monetarios alternativos (como sugiere Varoufakis con los BRICS), debilitando a largo plazo la posición de EE.UU.
  2. Fragilización de cadenas de suministro: El enfoque transaccional ignora la complejidad de las cadenas de valor globales, que no pueden reconfigurarse fácilmente mediante decretos unilaterales sin generar costos sociales significativos. Esto alimentará los movimientos sociales y políticos deseosos de separarse de la posición de EE.UU. También podría ser una oportunidad para evidenciar la superioridad de modelos de cadenas de valor internacionales de ESS.
  3. Desintegración de la cohesión social interna: La tensión identificada por Varoufakis entre satisfacer a Wall Street o a la clase trabajadora refleja precisamente el problema del desanclaje moral. Cuando la economía se desvincula de la sociedad, genera tensiones que eventualmente explotan en crisis sociales, tanto en EE.UU. como en Europa, si no somos conscientes de que nuestra respuesta debe responder a un modelo social y económico distinto. Y esto a pesar del papel creciente de la ultraderecha tanto en gobiernos nacionales como en las propuestas que parecen emanar de la nueva UE.

Además, no podemos olvidar que la propuesta de transformación social y medioambiental de la ESS no es un artificio woke. El que una mentira se repita, no la convierte en verdad, aunque sí hace que mucha gente la crea. La propuesta de la ESS responde a cambios y tendencias reales que no desaparecerán con un «nuevo orden económico», sino que más bien se retroalimentarán.

Desde la perspectiva de la ESS, las alternativas que construimos son más eficientes precisamente porque reconocen la necesidad de marcos regulatorios específicos, no de desregulación. El informe sobre el acceso a la financiación por parte de la ESS, próximo a publicarse por el grupo de trabajo de la ONU en ESS, y con el que he tenido la oportunidad de colaborar, documenta cómo los modelos financieros democráticos generan una competitividad diferencial apoyada en minimizar externalidades negativas. Mientras el trumpismo propone desregular para competir, la ESS evidencia que la regulación adaptada y los marcos de supervisión específicos para cooperativas, asociaciones, mutualidades y empresas sociales impulsan innovación social y sostenibilidad económica. La rendición de cuentas ambiental y social no es una carga, sino una ventaja competitiva en mercados cada vez más conscientes de los impactos globales. Estas experiencias concretas demuestran que la competitividad real y duradera no surge de la eliminación de reglas, sino de su adaptación inteligente a objetivos sociales y medioambientales compartidos.

Llevamos décadas construyendo sistemas económicos con mayor resiliencia y autonomía. Nuestra propuesta teórica muestra su viabilidad, incluso en condiciones adversas mediante el fortalecimiento de mercados sociales y circuitos económicos locales; el desarrollo de sistemas financieros éticos menos dependientes de los mercados globales y capaces de promover la innovación tecnológica al servicio de las personas; y la priorización de cadenas de suministro más cortas, sostenibles y democráticas. El comercio justo, los instrumentos de capital paciente, las propuestas de viviendas en cesión de uso y las empresas de propiedad compartida representan herramientas concretas que deberán multiplicarse para contrarrestar la vulnerabilidad ante las maniobras coercitivas que propone el modelo neomercantilista.

En este contexto debemos defender la propuesta ESS no solo como moralmente más justa, sino como una propuesta que, precisamente por incluir la dimensión moral en su análisis, resulta en estudios y recetas que a medio y largo plazo son más exitosos. Debemos por tanto defender una política económica internacional alternativa, basada en estos enfoques heterodoxos, que reconozca que:

  1. La moneda es fundamentalmente un instrumento social y político, no meramente un «bien» a valorizar o devaluar estratégicamente, desanclado de sus efectos en la sociedad y en la gran mayoría del tejido económico de la UE.
  2. La sostenibilidad económica requiere circuitos económicos circulares y recíprocos, no relaciones extractivas unidireccionales.
  3. El desarrollo económico genuino debe integrar objetivos sociales, ambientales y de bienestar, no solo métricas de producción industrial o superávit comercial. Sin dichos objetivos dejaremos de ser competitivos.

La disyuntiva actual no es simplemente entre neoliberalismo y neomercantilismo, sino entre una economía desanclada de la sociedad —ya sea en su versión globalista o nacionalista— y una economía reintegrada en el tejido social, ecológico y moral. El desafío ante la revolución trumpista no consiste en defender nostálgicamente el orden neoliberal anterior, sino en aprovechar esta ruptura para avanzar hacia un paradigma económico genuinamente distinto. La ESS no solo ofrece una crítica fundamentada de ambos modelos, sino una hoja de ruta coherente para navegar la turbulencia que se avecina. Si Europa quiere evitar quedar atrapada entre la beligerancia estadounidense y las alternativas autoritarias, necesita urgentemente construir su propio camino, su nueva competitividad basada en una propuesta anclada social y medioambientalmente.


Samuel Barco es politólogo y forma parte de SOKIO, una cooperativa para la transformación social. Este artículo se publicó originalmente en su web.

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