Carlos Gasalla recuerda a su famoso hermano, Antonio: el mandato paterno, la inspiración para sus personajes y una promesa que sigue en pie
A casi dos meses de la muerte del artista, Carlos Gasalla habló con LA NACION y repasó algunos momentos de su vida; además, anoche estuvo presente en el homenaje al film Esperando la carroza
El parecido entre los hermanos es innegable, incluso el público los ha confundido en la calle. Sin embargo, compañeros en la vida hasta los últimos días, eligieron caminos opuestos. Uno más “obediente” estudió ciencias económicas como quería su padre; el otro, rebelde y artista, se anotó a escondidas en la escuela de arte dramático y se convirtió en primera figura del espectáculo nacional. Carlos no es de los medios, no suele dar entrevistas, pero desde el 18 de marzo se prometió mantener vivo el legado de su hermano: Antonio Gasalla.
En diálogo con LA NACION, luego del homenaje realizado en el teatro San Martín por los 40 años de Esperando la carroza, el hermano del capocómico recordó cómo acompañó al artista cuando decidió dejar la carrera de odontología para dedicarse a la actuación, rememoró el asombro de Antonio ante el ojo de Alejandro Doria durante el rodaje del film protagonizado también por China Zorrilla, Betiana Blum, Mónica Villa, Luis Brandoni, Julio de Grazia y Juan Manuel Tenuta, y confesó que los personajes que el humorista hacía en televisión se parecían mucho a la gente que ellos conocieron cuando eran chicos.
—¿Cómo viviste esta noche de sensaciones encontradas?
—Lo vivo con mucha emoción porque también, a raíz de la película, Antonio con la vieja tomó una importancia que quizá no se le había dado hasta ese momento. Antonio había estrenado al personaje en el Teatro Maipo y se llamaba “La Vieja”. A partir de la película le quedó Mamá Cora. Inclusive, en un momento dado, tuvo un problema con Jacobo Langsner porque todo el mundo decía “Mamá Cora, Mamá Cora”, pero Antonio tenía registrado en Argentores “La Vieja”, porque el personaje venía de antes. Y Langsner reclamó porque dice que Antonio le había robado el nombre. Eso te da la pauta de la confusión que había entre el personaje de Antonio y Mamá Cora.
—Aunque La Vieja era brava. En cambio, Mamá Cora, no.
—Claro, Mamá Cora era un poco más ida, pero La Vieja que hacía Antonio en el teatro tenía... ¿Cómo te puedo explicar? Cuando veía algo malo, lo criticaba.
—¿Era más parecida a la que estaba con Susana?
—Claro, la que interrogaba a Susana y le hacía las preguntas más subidas de tono. Ese era el personaje de él. Digo todo esto para que veas la importancia de esa película, no solamente en el público, sino también en la gente que actuó. A Antonio le pasó eso.
—¿Cómo es para vos esto de estar hablando en los medios?
—Me cuesta muchísimo porque yo no estoy acostumbrado. A veces me pasaba en la calle cuando Antonio todavía no había tenido este problema (en 2023 fue diagnosticado con un principio de demencia senil), yo a veces caminaba por la calle y me decían: “Antonio”. Y yo: “¿Cómo te explico que no soy?"
—¡Es que son iguales!
—Yo no me veía tan igual, pero a medida que fuimos envejeciendo, nos empezamos a parecer.
—Estamos en el homenaje a Esperando la carroza, ¿qué recordás del rodaje o qué te contaba él?
—Lo que a Antonio más lo sorprendía era la forma disruptiva con que dirigía Doria y cómo aprovechaba Doria los detalles casi perdidos, que los reservaba para después incluirlos. Según Antonio, él tenía en la cabeza la compaginación de la película. No es como otros que se sientan a verla.
—¿Y estaba contento?
—Sí, porque lo que él quería era actuar, era lo que le divertía. Era feliz haciéndolo.
—Su pasión.
—Sí. Era feliz. Antonio vivió para eso. Antonio se levantaba a la mañana, escribía los libretos. Cuando hacía tele era un programa por semana y terminaba de grabar y ya tenía que estar pensando en otro.
—Justamente en televisión hizo decenas de personajes (Flora, la empleada pública; Soledad Dolores Solari; Bárbara Don’t Worry, la maestra Noelia), ¿qué recuerdo tenés de eso?
—La mayoría de los personajes que ha hecho, tenían que ver con gente que nosotros conocíamos cuando éramos chicos.
—Entonces, ¿te habrá pasado de ver en el Palacio de la risa o en alguno de sus programas, muchos parecidos y decir: “Este era fulano o mengano”?
—Yo no voy a hablar ahora porque no quiero porque ahí figuran un montón de personajes que desfilaban por nuestra casa. No te digo en un solo personaje, pero los sacaba de ellos, tenía un poder de observación tremendo.
—La realidad lo alimentaba.
—Sí, sí, sí. Aparte, evidentemente, la pasión de él era actuar y no paró hasta que lo logró.
—Y en tu casa, ¿cómo fue cuando él dejó de estudiar odontología para dedicarse a la actuación?
—En esa época, el padre era el que determinaba todo. Entonces, para mi padre, nosotros teníamos que ir a la escuela primaria y después a una secundaria que tuviera que ver con ciencias económicas. Porque en ese momento, la meta del padre era que seas abogado o contador. Yo, por supuesto que era el más sometido, por eso terminé como terminé (risas), tuve que ir a la Facultad de Ciencias Económicas. Nos mandaron a los dos a un comercial. Antonio se lo tomó como “hago buena letra hasta terminar y nada más”. Yo me lo tomé un poco más en serio porque siempre fui más ingenuo. Ahora, ¿qué pasa? Terminamos eso y había que elegir una carrera, yo, obediente como un soldado, elegí Ciencias Económicas. Y Antonio, que no sabía qué elegir, fue muy sutil, no quería enfrentarse con mi viejo.
-¿Entonces?
-Entonces empezó a buscar y fue por odontología. “¿Pero por qué elegiste eso?”, le pregunto y me dice que porque era algo más manual. Entró, incluso en mi casa tengo los implementos que tuvo que comprar y las dentaduras que hacía de yeso. En paralelo, se anotó en la Escuela Nacional de Arte Dramático, pero en el examen lo rebotaron, casi se muere. A fin de año, volvió al instituto, se preparó mejor y quedó, iba a la mañana a odontología y a la tarde a teatro. Mi padre murió joven, 52 años, y ahí se acabó y estuvo de lleno en el conservatorio.
—Estudió mucho y aunque lo conocimos ligado al humor, era muy buen actor dramático.
—Sí. Él debutó en una obrita de tres personajes que lo llamó María Luisa Robledo, un drama, no recuerdo el nombre ahora, era un teatro chico, y era un papel dramático de un matrimonio con un hijo.
—¿Cómo lo recordás?
—Es una pregunta que no puedo responder íntegramente...
—¿No alcanzarían las palabras?
—Solo uno sabe cómo lo recuerda. Yo trato de colaborar, no tengo nada que ver con el ambiente artístico, pero en la medida que el recuerdo de Antonio esté vivo y la gente lo quiera, y quiera que esté vivo, en algún momento pasará a otra historia; mientras tanto, yo voy a colaborar. Lo único que tengo son anécdotas de Antonio y de haber estado con él mucho. Y yo, mientras el público lo responda, lo recuerde, estaré.