Y el mundo se paró
"Volvimos a valorar el contacto piel con piel, el calor de una sonrisa, a buscar a nuestra gente", escribe la autora. "Quizá, como dijo Mafalda, necesitábamos que el mundo parara un rato para bajarnos y recordar lo que es importante". La entrada Y el mundo se paró se publicó primero en lamarea.com.

Y por unas horas, la luz se apagó y el mundo se detuvo.
Ocupamos las plazas, nos sentamos en sus bancos y empezamos a charlar con esas personas con las que compartimos tiempo y espacio, sin saber sus nombres, pero con una incertidumbre compartida.
Levantamos la cara del teléfono –a pesar de seguir mirándolos por inercia, manía o adicción– y nos hicimos preguntas. Un cómo estás que, ahora sí, esperaba una respuesta honesta, larga y sincera.
Volvimos a mirar por las ventanas, a buscar miradas cómplices, a cambiar el crujir de las teclas por el eco del surco del boli en el papel.
Volvimos a valorar el contacto piel con piel, el calor de una sonrisa, a buscar a nuestra gente. A echar en falta a los que están lejos y a pensarnos como comunidad buscando, al menos, compartir un plato y una charla a la luz de una vela.
También a comprar corriendo, a buscar dinero en efectivo, a recordar esas semanas de pandemia sin salir de casa y temer un nuevo episodio, con un pequeño pinchazo en el estómago que nos alertaba del miedo que daría revivir ese trauma compartido. A pensar en plantar y huir al campo como refugio. A volver a lo primario, lo natural, el origen.
Y es que quizá lo que se paró no fue el mundo sino la producción y esa realidad paralela y digital que nos hemos montado. Porque los pájaros siguieron volando y las niñas siguieron riendo, bailando, viviendo.
Quizá, como dijo Mafalda, solo necesitábamos que el mundo parara un rato para bajarnos y recordar lo que es importante.
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