De cochinillos con velas a espetos y cocidos al fuego: así capearon los restaurantes el gran apagón de la hostelería
Nunca llueve a gusto de todos y, como era de esperar, la hostelería se ha llevado uno de los varapalos más grandes en cuanto a las pérdidas ocasionadas por el apagón generalizado que dejó a oscuras a la España peninsular el pasado 28 de abril. Uno de los pocos alivios, aunque es el menor de los casos, es tener en cuenta que el lunes es un día habitualmente de libranza en hostelería, pero es un consuelo menor teniendo en cuenta que miles de establecimientos tuvieron que cerrar sus puertas, debido a la imposibilidad de cocinar y atender a los clientes, y que también tuvieron que desechar comida que horas antes estaba en perfecto estado. Con la imprevisibilidad del retorno eléctrico, a primera hora de la mañana del 29 de abril había zonas de España que aún no habían recuperado el flujo de electricidad, fundamental para la operativa. Desde el grupo Big Mamma, que opera tres locales en Madrid (Belmondo, Villa Capri y Circolo Popolare) y uno en Barcelona (Gloria Osteria), lamentan una suerte desigual. En Directo al Paladar Cómo saber si la comida de la nevera y el congelador se ha estropeado en un apagón: qué hacer tras 10 horas sin luz Desde Circolo Popolare (ubicado en Torre Picasso), en el centro financiero de Madrid, cuentan, "la luz no volvió hasta esta mañana, lo que ha obligado a desechar toda la comida preparada para el servicio del día anterior, estimada en unos 1.000 cubiertos". Otros, sin embargo, consiguieron sobrevivir con éxito, aunque por momentos el servicio pareciera más cercano al año 1965 que al 2025. Lo cuenta así Luis Miguel Menor, del restaurante La Milla, en Marbella, a pie de playa: "Tuvimos servicio limitado por no teníamos pan ni fritura y el resto de la carta la manejamos con las brasas y la barca de espetos, incluso los arroces salieron de allí. Las comandas a la antigua usanza, comandero y dando las cuentas en papel", confesaba. Facturas a mano, improvisadas fresqueras, ofrecer cócteles o cobrar en efectivo han sido las tónicas habituales de un día aciago y para el recuerdo. De vieja escuela también sabe mucho Nino Redruello, actual presidente de Facyre y propietario de restaurantes como La Ancha, Fismuler o Las Tortillas de Gabino, que sintetizaba así lo que tuvieron que hacer. "Lo que hemos hecho es llenar de hielo todas las neveras, meter todo el género y hacer un poco como se hacía antiguamente con las fresqueras", nos cuenta. "Metimos bien de hielo, todo lo que pudimos, fuimos a comprar rápidamente hielo más y trajimos lo que teníamos en las casas y hemos salvado todo el género bastante bien", completando una odisea que suena a historia de otros tiempos. Espeto en el restaurante La Milla Marbella. Pero no todos los restaurantes o establecimientos pudieron atenerse a esa realidad. Incluso en zonas que estaban en el meollo de un caos que también sacudió los transportes, especialmente los que dependen de la energía eléctrica como ferrocarriles, metros y tranvías. Es el caso de Gonzalo Rodríguez, un argentino que regenta Veintipico Café, dos tiendas de empanadas en la zona de Avenida de América, cerca del intercambiador. "En ese momento estábamos trabajando, atendiendo normalmente como cualquier otro día, y al menos en el local de Avenida de América había unas tres o cuatro personas y la luz se apagó de la nada". "Sin luz no puedo hornear, no puedo hacer café ni calentar comida. Entonces solo pude vender lo que tenía del tiempo y bebidas que estaban ya frías. Tampoco podía cobrar en efectivo porque la caja no abría", cuenta. Empanadas de Veintipico Café. Sin embargo, "en la tienda de Francisco Silvela sí tenían efectivo a mano y podían abrir la caja, así que agotamos el stock de cachitos, de empanadas, de chipada y estuvimos trabajando hasta las dos y media en Avenida de América y hasta las cuatro en Francisco Silvela, pero normalmente los dos locales cierran a las nueve de la noche, así que imagínate las horas perdidas de facturación". Dani Roca, en el restaurante Barra Alta, de Madrid, también pasó por el peaje eléctrico que hace que todo un restaurante esté en esa órbita: "Tuvimos que cerrar", resume. "No funcionaba el wifi por lo que el sistema tampoco. No sé podía fichar, hacer facturas y no se podía cobrar con el datáfono, solo en efectivo", explicaba y, además, cuenta un ejemplo muy personal, pues tienen un sistema de control único para conocer lo que hay en sus cámaras. "Si queríamos controlar los alimentos porque las neveras no funcionaban, lo mejor era tenerlos sellados en las neveras para que no se perdiera más frío y poder conservar los alimentos", recordaba sobre una jornada aciaga. Cocidos de gas, pero a medio gas Luis Álvarez, propietario del restaurante La Gran Tasca, uno de los templos madrileños del cocido, pudo capear el temporal en una casa que lleva abi

Nunca llueve a gusto de todos y, como era de esperar, la hostelería se ha llevado uno de los varapalos más grandes en cuanto a las pérdidas ocasionadas por el apagón generalizado que dejó a oscuras a la España peninsular el pasado 28 de abril.
Uno de los pocos alivios, aunque es el menor de los casos, es tener en cuenta que el lunes es un día habitualmente de libranza en hostelería, pero es un consuelo menor teniendo en cuenta que miles de establecimientos tuvieron que cerrar sus puertas, debido a la imposibilidad de cocinar y atender a los clientes, y que también tuvieron que desechar comida que horas antes estaba en perfecto estado.
Con la imprevisibilidad del retorno eléctrico, a primera hora de la mañana del 29 de abril había zonas de España que aún no habían recuperado el flujo de electricidad, fundamental para la operativa.
Desde el grupo Big Mamma, que opera tres locales en Madrid (Belmondo, Villa Capri y Circolo Popolare) y uno en Barcelona (Gloria Osteria), lamentan una suerte desigual.
Desde Circolo Popolare (ubicado en Torre Picasso), en el centro financiero de Madrid, cuentan, "la luz no volvió hasta esta mañana, lo que ha obligado a desechar toda la comida preparada para el servicio del día anterior, estimada en unos 1.000 cubiertos".
Otros, sin embargo, consiguieron sobrevivir con éxito, aunque por momentos el servicio pareciera más cercano al año 1965 que al 2025. Lo cuenta así Luis Miguel Menor, del restaurante La Milla, en Marbella, a pie de playa: "Tuvimos servicio limitado por no teníamos pan ni fritura y el resto de la carta la manejamos con las brasas y la barca de espetos, incluso los arroces salieron de allí. Las comandas a la antigua usanza, comandero y dando las cuentas en papel", confesaba.
Facturas a mano, improvisadas fresqueras, ofrecer cócteles o cobrar en efectivo han sido las tónicas habituales de un día aciago y para el recuerdo.
De vieja escuela también sabe mucho Nino Redruello, actual presidente de Facyre y propietario de restaurantes como La Ancha, Fismuler o Las Tortillas de Gabino, que sintetizaba así lo que tuvieron que hacer.
"Lo que hemos hecho es llenar de hielo todas las neveras, meter todo el género y hacer un poco como se hacía antiguamente con las fresqueras", nos cuenta. "Metimos bien de hielo, todo lo que pudimos, fuimos a comprar rápidamente hielo más y trajimos lo que teníamos en las casas y hemos salvado todo el género bastante bien", completando una odisea que suena a historia de otros tiempos.

Pero no todos los restaurantes o establecimientos pudieron atenerse a esa realidad. Incluso en zonas que estaban en el meollo de un caos que también sacudió los transportes, especialmente los que dependen de la energía eléctrica como ferrocarriles, metros y tranvías.
Es el caso de Gonzalo Rodríguez, un argentino que regenta Veintipico Café, dos tiendas de empanadas en la zona de Avenida de América, cerca del intercambiador. "En ese momento estábamos trabajando, atendiendo normalmente como cualquier otro día, y al menos en el local de Avenida de América había unas tres o cuatro personas y la luz se apagó de la nada".
"Sin luz no puedo hornear, no puedo hacer café ni calentar comida. Entonces solo pude vender lo que tenía del tiempo y bebidas que estaban ya frías. Tampoco podía cobrar en efectivo porque la caja no abría", cuenta.

Sin embargo, "en la tienda de Francisco Silvela sí tenían efectivo a mano y podían abrir la caja, así que agotamos el stock de cachitos, de empanadas, de chipada y estuvimos trabajando hasta las dos y media en Avenida de América y hasta las cuatro en Francisco Silvela, pero normalmente los dos locales cierran a las nueve de la noche, así que imagínate las horas perdidas de facturación".
Dani Roca, en el restaurante Barra Alta, de Madrid, también pasó por el peaje eléctrico que hace que todo un restaurante esté en esa órbita: "Tuvimos que cerrar", resume.
"No funcionaba el wifi por lo que el sistema tampoco. No sé podía fichar, hacer facturas y no se podía cobrar con el datáfono, solo en efectivo", explicaba y, además, cuenta un ejemplo muy personal, pues tienen un sistema de control único para conocer lo que hay en sus cámaras.
"Si queríamos controlar los alimentos porque las neveras no funcionaban, lo mejor era tenerlos sellados en las neveras para que no se perdiera más frío y poder conservar los alimentos", recordaba sobre una jornada aciaga.
Cocidos de gas, pero a medio gas
Luis Álvarez, propietario del restaurante La Gran Tasca, uno de los templos madrileños del cocido, pudo capear el temporal en una casa que lleva abierta desde el año 1942, también sufrió uno de esos días históricos.

"Fue un día de locos; teníamos previsto dar unos 70 cocidos y al final dimos la mitad y el 60% de las reservas, lógicamente, no vinieron, pero trabajamos con gente de la zona que por tema de cocinas eléctricas no tenían posibilidad de comer en casa", cuenta.
Muchos restaurantes tradicionales, ya trabajasen con gas o con leña, salvaron parte de los muebles.
La suerte, en su caso, es "hacer una cocina tradicional donde a las siete y media de la mañana ya estamos con los cocidos, con el rabo de toro o los callos". "Pusimos unas velas en la cocina, organizamos las mesas para montar la terraza y las mesas de los ventanales las ocupamos. Además, como somos de la vieja escuela, cogimos boli y papel, comandas a mano y las notas a mano para las facturas", resume un servicio inusual que, sin embargo, también hizo que hubiera que prescindir de eléctricos y que hayan tenido que tirar muchos productos frescos, sobre todo postres y salsas.
Suerte peor, incluso, han corrido otros restaurantes que han tenido problemas con los aparatos eléctricos. Carlos Fernández-Miranda del restaurante Virrey, en Madrid, resume así una jornada fatídica.
“Nos ha afectado bastante porque hemos tenido problemas con la potencia eléctrica. Nos ha estropeado varios enchufes y plomos y no podemos encender freidoras, la máquina de hielo, etc", explicaba.
Además, recuerda que "ha habido muchas mermas de comida. Se ha quemado incluso el dispositivo que mide la potencia. Ayer pudimos cobrar en efectivo y servir fríos como ensaladillas, tomate con ventresca o quesos".
Funcionar bajo mínimos
No obstante, hay restaurantes que no se pueden permitir cierres consecutivos, por lo que Circolo Popolare ha operado abrir dentro de una cierta normalidad: "Hoy hemos podido abrir, pero con una carta más reducida. La prioridad es seguir ofreciendo un servicio de calidad, dentro de lo posible”, explicaba Daniele Tasso, chef ejecutivo del grupo.

También ha explicado que Gloria Osteria, la potente apertura que el grupo ha puesto en marcha este año, se ha visto muy afectada por el apagón por tener que desechar el pescado fresco que utilizan, uno de los pilares de su propuesta.
Algunos restaurantes no han recuperado la normalidad hasta la mañana del martes 29 de abril
En Barcelona, a pesar de que la luz regresó a Cataluña antes que a otras zonas, el apagón se dejó sentir en la hostelería con mucha vehemencia. Rafa Sastre, copropietario de las pizzerías Sartoria Panatieri, resume así una jornada desastrosa para sus restaurantes.
"Estábamos preparando el servicio, porque teníamos 90 reservas en un local y 60 en el otro, más toda la gente que viene sin reserva a la hora del del apagón. Había ya gente esperando en la calle, porque abríamos en 20 minutos, y normalmente siempre tenemos cola, entonces había gente esperando con reserva y gente sin reserva", recuerda.
"No sabíamos si iba a volver o no la luz, estuvimos llamando a a la compañía eléctrica sin suerte alguna y no contestaba nadie. No se sabía nada, la cobertura iba y venía…", así que a las dos de la tarde decidieron que era imposible abrir y que, además, no se podía avisar a ningún cliente.
La temida cadena del frío
En ese momento, hubo que ejercer un control de daños. "Se terminó de preparar lo que lo que estaba preparando y se guardó todo con el máximo cuidado para intentar que aguantara si es que seguía muchas horas sin luz", nos explica Sastre sobre una situación en la que estuvieron esperando hasta las dos y media.

"Hasta las 14:30 estuvimos esperando, pero no llegamos a abrir en ningún momento. A esa hora cerramos todo y nos fuimos", explica, pero el control de daños en una pizzería donde hay tantos elementos frescos ha sido imposible de manejar.
"La masa, gracias a Dios, es un elemento vivo que nosotros fermentamos durante muchísimas horas. Entonces, lo primero al llegar esta mañana ha sido revisar que la masa estuviera bien. Como las neveras son modernas, pues la masa ha seguido fermentando, pero no se ha estropeado", comenta.
"Lo que sí que se ha roto la cadena de la cadena de frío de todos los otros elementos perecederos, como los quesos, la mozzarella, todas las salsas y preparaciones que estaban abiertas", añadía sobre lo que se han encontrado esta mañana.
Cochinillos asados y gestión de plantillas

Sin embargo, negocios tradicionales que dependan en menor medida de la energía eléctrica y tuvieran ya algunos platos resueltos pudieron cumplir con el servicio en cierto orden, como sucede en el asador segoviano Casa Duque, que ya tenía listos los cochinillos asados y muchos de los platos de cuchara, que salen de cocinas de gas que tienen. "Dimos de comer a unas setenta personas al mediodía", explica Luis Duque, mientras cuenta que, por la noche, "dimos de cenar con velas".
No es fácil, tampoco, gestionar plantillas enormes. Un ejemplo de ello ha sido el de la cadena de pizzerías Grosso Napoletano, que emplea a más de 700 personas en medio centenar de establecimientos.
"Algunos locales cerraron temporalmente, mientras que otros continuaron en condiciones limitadas", nos explicaba Bruno González, CEO de Grosso Napoletano que, además, avala de la fiabilidad de su compañía, asegurando que "nuestros sistemas nos permiten tener perfectamente trazada la conservación de los
productos, lo que ha sido clave para asegurar la seguridad y calidad alimentaria en todo momento”.
Platos fríos y compromiso laboral
Otros establecimientos hicieron de la necesidad virtud. Grupo Rosi La Loca World mantuvo altos niveles de funcionamiento, a pesar de las adversidades. "Nos quedamos sin suministro en pleno servicio de comidas", explicaba Minerva Tapial, CEO de un grupo que está compuesto por restaurantes como Rosi La Loca, Bestial by Rosi La Loca e Inclán Brutal Bar.

La solución fue funcionar en la medida de lo posible. Sacaron las mesas a la calle y se ofertó una carta de platos fríos, además de obsequiar a los comensales con un cóctel cortesía de la casa, funcionando así hasta la una y media de la mañana, hora en la que cierran los tres locales, que no dejaron de servir lo que llaman sus 'platos signature' como la burrata italiana con emulsión de albahaca, zamburiñas con mayonesa de kimuchi y ralladura de lima o el tataki de atún de aleta amarilla sobre alga wakame, además de ensaladas y postres que no exigieran cocina activa.
Como parte de ese compromiso, incluso, lo recaudado el pasado 28 de abril ha pasado a formar el bote de las propinas de todos los trabajadores del grupo.
La suerte de que se hiciera 'la luz' pronto
Otros negocios que también pudieron ver la luz, aunque suene irónico, son el restaurante Maleducat, de Barcelona, donde la estupefacción inicial era patente. "Estábamos justo nosotros en el parón de comer de las 12 y media del personal y nada, se fue la luz, nos quedamos en plan '¿qué ha pasado?', así que miramos nuestro cuadro eléctrico y ya salimos a la calle y ves que los negocios de al lado tampoco tienen luz, ni toda la calle y a la hora ya nos enteramos de que era un apagón en todo el país".

"No habíamos abierto, así que recogimos todo el producto, lo metimos en las cámaras frigoríficas grandes, que pueden aguantar con el producto dentro", cuenta el chef Víctor Ródenas que, incluso, tuvo que decir a varias mesas reservadas que no podía darles de comer".
"Mandamos al personal a casa y les pedimos que estuvieran a las siete para abrir por la noche y nosotros, los socios y algún responsable, nos quedamos por si aparecía la luz", explicaba como previo a una noche en la que hubo suerte.
"A las 18:30 llegó la luz, teníamos personal y aunque fue un poco show porque muchas reservas no aparecieron, pusimos el post en Instagram y vinieron bastantes mesas de walk-ins y de pasantes, así que dimos más de cincuenta comensales aunque el teléfono no funcionaba", resumía sobre un día para el recuerdo el chef Víctor Ródenas.
Imágenes | Sartoria Panatieri / Rosi La Loca / Maleducat / Circolo Popolare / Casa Duque / La Gran Tasca
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De cochinillos con velas a espetos y cocidos al fuego: así capearon los restaurantes el gran apagón de la hostelería
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Directo al Paladar
por
Jaime de las Heras
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