Plantas mágicas con nombre de animal (y III): serpientes, arañas, gatos, caballos y liebres

Fernando Navarro Fernando Navarro Vie, 16/05/2025 - 08:54 | Firma invitada: Gonzalo Claros Lengua de serpiente. Se trata de un helecho del género Ophioglossum, que significa eso en griego: lengua (γλῶσσα, glôssa) de serpiente (ὄφις, óphis), porque sus tallos recuerdan a dicho órgano reptil. Además de por su nombre corriente, merece la pena conocerla porque es el ser vivo que tiene más cromosomas: de promedio 1262, aunque en algunos individuos se han llegado a contar hasta 1400. Ni que fueran un macronúcleo de protozoo reconvertido en vegetal. Tela de araña. La tela de araña que tejen las arañas se ha usado desde la antigua Roma para tratar lesiones cutáneas y verrugas, porque se creía que tenía efectos antibióticos. Muy recientemente se ha demostrado que no es así, pero es fácil imaginarse su uso en las pociones mágicas. Además, es el nombre que reciben un montón de helechos, la mayoría del género Arachniodes (el nombre ya lo dice todo), pero sobre todo A. pubescens por la forma que tiene su follaje una vez seco (aunque hoy se clasifique como Polystichopsis pubescens tras pasar por un rosario de redenominaciones). Sin mayor interés que el estético en los jardines por aguantar las temperaturas extremas, tenemos la siempreviva de telarañas (Sempervivum arachnoideum), una planta suculenta verde con tonos rojizos y flores muy vistosas que aparece cubierta por unos pelos blancos, cuyo aspecto es similar al de una telaraña. El epíteto del género coincide con el nombre vulgar. Uña de gato. Esta planta, Uncaria tomentosa (aunque tiene bastantes otros sinónimos taxonómicos), toma su nombre de los pequeños tallos con forma de uña que aparecen bajo las hojas principales o de mayor tamaño de la planta. Aunque sintetiza muchos alcaloides y se le han asignado muchas propiedades (incluso que mejora la reparación del ADN), solo se ha demostrado que es antiinflamatoria cuando se toma en infusión, pero no en cápsulas. Pero lo de ‘uña de gato’ seguramente no te ha hecho pensar en la anterior, sino en una planta invasora suculenta y perenne que se usa mucho en jardinería porque tolera muy bien la salinidad: Carpobrotus edulis. En América y Sudáfrica se comen los frutos y se usa para aliviar los problemas digestivos y el dolor de garganta. De hecho, el nombre del género deriva del griego y significa «con frutos comestibles», y el nombre de la especie viene del latín, que insiste en su carácter comestible: como diría aquel, «con frutos comestibles y mucho comestibles». Cola de caballo. Nos encontramos ante Equisetum arvense, que recibe este nombre por su similitud con las cerdas que forman la cola de los caballos. Se sabe que acumula principalmente ácido silícico, taninos, flavonoides, fitosteroles, sales minerales, fibra, glucósidos y sapónidos que le dan propiedades remineralizante, astringente, antiinflamatoria, antiséptica, antifúngica, tónica, antihemorrágica y antioxidante. A diferencia de otras plantas medicinales o mágicas, contamos con estudios clínicos que demuestran algunas de estas propiedades, como la diurética, la hipertensiva y la relajante de la próstata hiperplásica. En la Unión Europea se ha autorizado su uso como fungicida en los cultivos. Lo que es menos conocido es que, en los ambientes contaminados, se dedica a sintetizar a cascoporro y acumular nicotina y ácido cafeico, lo que supone un problema cuando consumimos la planta en lugar de los principios activos. Oreja de liebre. Este llamativo nombre tiene un gran problema, ya que se utiliza para designar once plantas diferentes pertenecientes a siete géneros taxonómicos. No obstante, seguro que tienes claro su aspecto. Algunas, como Bupleurum rigidum, acumulan saponósidos con actividad antiinflamatoria y antiedematosa, que antaño bien pudieron parecer mágicas al aplicarlas en paños sobre una inflamación bien hinchada. *     *     * M. Gonzalo Claros es catedrático de biología molecular y bioinformática en la Universidad de Málaga. Columna extractada del artículo «¿Animales o vegetales? Entre la magia y el colocón», en el número 188 de la revista Encuentros en la Biología. On M. Gonzalo Claros Off

May 16, 2025 - 14:22
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Plantas mágicas con nombre de animal (y III): serpientes, arañas, gatos, caballos y liebres
Fernando Navarro
Fernando Navarro
| Firma invitada: Gonzalo Claros

Lengua de serpiente. Se trata de un helecho del género Ophioglossum, que significa eso en griego: lengua (γλῶσσα, glôssa) de serpiente (ὄφις, óphis), porque sus tallos recuerdan a dicho órgano reptil. Además de por su nombre corriente, merece la pena conocerla porque es el ser vivo que tiene más cromosomas: de promedio 1262, aunque en algunos individuos se han llegado a contar hasta 1400. Ni que fueran un macronúcleo de protozoo reconvertido en vegetal.

Tela de araña. La tela de araña que tejen las arañas se ha usado desde la antigua Roma para tratar lesiones cutáneas y verrugas, porque se creía que tenía efectos antibióticos. Muy recientemente se ha demostrado que no es así, pero es fácil imaginarse su uso en las pociones mágicas. Además, es el nombre que reciben un montón de helechos, la mayoría del género Arachniodes (el nombre ya lo dice todo), pero sobre todo A. pubescens por la forma que tiene su follaje una vez seco (aunque hoy se clasifique como Polystichopsis pubescens tras pasar por un rosario de redenominaciones).

Sin mayor interés que el estético en los jardines por aguantar las temperaturas extremas, tenemos la siempreviva de telarañas (Sempervivum arachnoideum), una planta suculenta verde con tonos rojizos y flores muy vistosas que aparece cubierta por unos pelos blancos, cuyo aspecto es similar al de una telaraña. El epíteto del género coincide con el nombre vulgar.

Uña de gato. Esta planta, Uncaria tomentosa (aunque tiene bastantes otros sinónimos taxonómicos), toma su nombre de los pequeños tallos con forma de uña que aparecen bajo las hojas principales o de mayor tamaño de la planta. Aunque sintetiza muchos alcaloides y se le han asignado muchas propiedades (incluso que mejora la reparación del ADN), solo se ha demostrado que es antiinflamatoria cuando se toma en infusión, pero no en cápsulas.

Pero lo de ‘uña de gato’ seguramente no te ha hecho pensar en la anterior, sino en una planta invasora suculenta y perenne que se usa mucho en jardinería porque tolera muy bien la salinidad: Carpobrotus edulis. En América y Sudáfrica se comen los frutos y se usa para aliviar los problemas digestivos y el dolor de garganta. De hecho, el nombre del género deriva del griego y significa «con frutos comestibles», y el nombre de la especie viene del latín, que insiste en su carácter comestible: como diría aquel, «con frutos comestibles y mucho comestibles».

Cola de caballo. Nos encontramos ante Equisetum arvense, que recibe este nombre por su similitud con las cerdas que forman la cola de los caballos. Se sabe que acumula principalmente ácido silícico, taninos, flavonoides, fitosteroles, sales minerales, fibra, glucósidos y sapónidos que le dan propiedades remineralizante, astringente, antiinflamatoria, antiséptica, antifúngica, tónica, antihemorrágica y antioxidante. A diferencia de otras plantas medicinales o mágicas, contamos con estudios clínicos que demuestran algunas de estas propiedades, como la diurética, la hipertensiva y la relajante de la próstata hiperplásica. En la Unión Europea se ha autorizado su uso como fungicida en los cultivos. Lo que es menos conocido es que, en los ambientes contaminados, se dedica a sintetizar a cascoporro y acumular nicotina y ácido cafeico, lo que supone un problema cuando consumimos la planta en lugar de los principios activos.

Oreja de liebre. Este llamativo nombre tiene un gran problema, ya que se utiliza para designar once plantas diferentes pertenecientes a siete géneros taxonómicos. No obstante, seguro que tienes claro su aspecto. Algunas, como Bupleurum rigidum, acumulan saponósidos con actividad antiinflamatoria y antiedematosa, que antaño bien pudieron parecer mágicas al aplicarlas en paños sobre una inflamación bien hinchada.

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M. Gonzalo Claros es catedrático de biología molecular y bioinformática en la Universidad de Málaga. Columna extractada del artículo «¿Animales o vegetales? Entre la magia y el colocón», en el número 188 de la revista Encuentros en la Biología. On M. Gonzalo Claros Off