Historias de fantasmas
Con Albert Camus como protagonista —junto a María Casares, el gran amor de su vida— en uno de los dos ramales de que se compone la obra, a poco que la autora sea cuidadosa con el lenguaje y con la estructura, y sepa ordenar todos los valiosos datos de los que dispone, el éxito está... Leer más La entrada Historias de fantasmas aparece primero en Zenda.

De los centenares de frases magistrales que se le atribuyen al escritor francés —en las redes sociales ya se han encargado de airear debidamente muchas de ellas, a conveniencia del consumidor—, Susana Fortes, que ha tenido la deferencia y el buen gusto de no querer abrumar al lector y ha dejado espacio suficiente con el que poder respirar, elige las más adecuadas para su novela, para esa trama que, con gran pericia, magistralmente —no en vano esta es su décimo quinta obra dentro del género, con casi un cuarto de siglo de experiencia a sus espaldas—, pone en pie y que mantiene su solidez, sin resquebrajarse ni un solo instante, a lo largo de estas páginas. Y un buen ejemplo es aquella frase en la que el autor de El extranjero asegura que “morimos a los cuarenta años de una bala que nos hemos disparado en el corazón de los veinte”. Palabras, dicho sea de paso, que hablan a las claras del carácter tan particular de este personaje, en cierta medida aún misterioso, enigmático e insondable, sesenta y cinco años después de su muerte en un accidente automovilístico en el que nunca se pudo hallar el perro que le acompañaba.
Sin embargo, la fascinación por un personaje como Camus hace que se ensombrezcan todos aquellos que hay a su alrededor, incluida la propia María Casares, a la que, sin embargo, la autora, con buen criterio, concede cancha suficiente para que conozcamos una parte de su pasado: el gobernador civil de La Coruña había mandado borrar el nombre “repugnante” de Casares Quiroga del registro civil de nacimientos, “instituido para seres humanos y no para alimañas”.
Albert Camus está aquí retratado como un hombre orgulloso que escribe siempre, desde que la conociera en 1944, pensando en María. Un hombre orgulloso y también engreído e incómodo, además de medio existencialista. Un tipo contradictorio, como casi todos los de su tiempo, imbuidos en tantas guerras perdidas, que ama desesperadamente y, al mismo tiempo, asegura que nada se puede basar en el amor. La certera estampa que aquí se nos ofrece del personaje nos recuerda —y creo que en la novela se hace alusión a ello— al gran Bogart de películas como Casablanca: “Camus caminaba solo, con una mano en el bolsillo de la gabardina y la brasa del cigarrillo en la otra”.
La novela de Susana Fortes tiene, además, un tercer componente nada despreciable y que llama la atención del lector: se trata de un fondo metaficcional con el que la narradora, Franch, nos ofrece, por el mismo precio y sin que sirva de lastre para el desarrollo del libro, una teoría personal sobre la novela, unas ideas básicas sobre el género, que podría resumirse con la siguiente frase, recogida en las primeras páginas de la obra, en la que asegura que “los escritores cuando perdemos la capacidad de contar estamos muertos”.
Aunque no se extienda demasiado en ello —su capacidad de síntesis, así como la intensidad de su relato no se lo permiten—, Susana Fortes, oportunamente, saca a relucir el contexto en el que se movió el escritor francés. Así, aparece una furtiva imagen de su madre, decisiva en su educación y en su temperamento, que le hace el mejor regalo que se le podría hacer a un hijo, una docena de calcetines blancos, y, junto a ello, Fortes no elude el ambiente literario de aquellos años en los cafés de París en los que la misa mayor era oficiada, con el consiguiente silencio de los parroquianos, por el Papa de los escritores, por Jean-Paul Sartre. Entre este último y Camus, como bien se sabe, hubo más que palabras. Susana Fortes describe al autor de La náusea aplicándole un retrato que podía firmar un consumado hiperrealista como Antonio López: complexión robusta, gafas de miope y una pipa siempre en la mano. A Sartre Camus le parecía un tipo orgulloso y autodidacta, de mediocre formación marxista; en resumidas cuentas, “un escritor de periódicos al que siempre había mirado por encima del hombro. Un advenedizo”.
Sólo un día más —título que podría considerarse poco afortunado hasta entender por completo el sentido de la frase— es una obra sobre el amor y, asimismo, sobre un mundo que se desmorona, que está a punto de irse a pique para siempre. Es el tiempo de descuento del que dispone Albert Camus antes de irse a la tumba tan tempranamente, cuando el mundo, gracias a sus éxitos, le sonreía y él lo lamentaba por dentro sin terminar de entender tanta gracia. Él y María Casares son como dos náufragos que tratan de agarrarse a un madero en medio del encrespado océano sabiendo que es imposible su salvación.
Susana Fortes, además de haber tenido la habilidad de emplear el lenguaje adecuado —brillante en su mayor parte, con frases verdaderamente geniales, a la altura de las del propio Camus—, lleva a cabo una fina labor de montaje con todo ese valioso y delicado material de que dispone, poniendo cada pieza en su sitio. Capítulos con dos historias distintas, pero unidas por misteriosos vínculos, por imperceptibles hilos, que avanzan en paralelo con frecuentes interferencias entre el presente y un pasado que no termina de desaparecer del todo, y que suena como una voz surgida de Comala.
Albert Camus cayó en su propia trampa. Y sucumbió a sus propias palabras. Él mismo dejó escrito en alguna parte que la amistad puede convertirse en amor, pero el amor en amistad… ¡nunca!
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Autora: Susana Fortes. Título: Sólo un día más. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros.
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