El astronauta Don Pettit ‘no llegó del todo bien’ a la Tierra (esta es la razón)
El regreso del astronauta Don Pettit a la Tierra fue un recordatorio crudo de que, por muy preparados que estén, los humanos no fueron diseñados para vivir en el espacio. Mucho menos para volver sin consecuencias. El pasado 19 de abril, el astronauta más veterano en activo de la NASA, Don Pettit, regresó de una […]

El regreso del astronauta Don Pettit a la Tierra fue un recordatorio crudo de que, por muy preparados que estén, los humanos no fueron diseñados para vivir en el espacio. Mucho menos para volver sin consecuencias. El pasado 19 de abril, el astronauta más veterano en activo de la NASA, Don Pettit, regresó de una misión de siete meses en la Estación Espacial Internacional (EEI), justo a tiempo para celebrar su cumpleaños número 70… vomitando en Kazajistán.
“No me veía bien porque no me sentía bien”, dijo Pettit, entre risas, en una rueda de prensa. Y es que la escena que las cámaras no mostraron fue exactamente eso: el astronauta “abonando” el suelo con el contenido de su estómago. Según explicó, no hubo emergencia ni censura; simplemente, el equipo de filmación fue lo bastante considerado como para no grabarlo en pleno colapso físico.
El regreso a la gravedad: Una pesadilla para el cuerpo de los astronautas
Para Pettit, readaptarse a la gravedad terrestre ha sido históricamente difícil. Y no es el único. Aunque algunos astronautas bajan de la nave listos para celebrar con pizza, otros, como él, necesitan semanas –incluso meses– para sentirse humanos otra vez.
Después de una larga estancia en el espacio, los cuerpos cambian radicalmente. En microgravedad, el sistema musculoesquelético entra en modo perezoso: los músculos se debilitan y los huesos se descalcifican a un ritmo alarmante, perdiendo hasta 1% de su masa por mes. “Es como un envejecimiento acelerado”, explica el profesor Damian Bailey.
Ni dos horas diarias de ejercicio a bordo de la EEI logran frenar la atrofia por completo. Al regresar, los astronautas sienten que sus piernas no les responden, la espalda duele y hasta el simple acto de estar de pie se vuelve un desafío.
“Pies de bebé” y equilibrio perdido: Así se siente volver a caminar
Uno de los efectos más curiosos del espacio es que los callos en los pies desaparecen. “La planta se vuelve tan suave como la de un recién nacido”, decía el astronauta Scott Kelly. Pero la suavidad tiene precio: al pisar tierra firme de nuevo, cada paso duele como agujas. El equilibrio también se ve afectado: la propiocepción, esa habilidad que te permite saber dónde está tu cuerpo sin mirar, desaparece. Y eso significa tropiezos, tambaleos y semanas de readaptación.
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La columna vertebral, que se estira en microgravedad, se comprime de nuevo, generando fuertes dolores de espalda. Irónicamente, los astronautas pueden “crecer” un par de centímetros en el espacio, solo para “encogerse” otra vez con dolor al regresar.
El corazón, los ojos y el bombardeo invisible
En el espacio, el corazón se transforma. Al no tener que luchar contra la gravedad, se vuelve más redondo y menos eficiente. Al regresar, puede costar semanas que el sistema cardiovascular recupere su potencia, provocando mareos y fatiga extrema.
Los ojos tampoco se salvan. La microgravedad empuja fluidos hacia la cabeza, lo que puede causar síndrome neuroocular: visión borrosa, cambios en la forma del globo ocular y hasta pliegues en la retina. Algunos de estos efectos pueden ser permanentes.
Y luego está el enemigo silencioso: la radiación espacial. Durante nueve meses en la EEI, los astronautas pueden recibir entre 80 y 160 milisieverts, mucho más que los 2 mSv que recibe una persona en la Tierra en un año. Esta exposición aumenta el riesgo de cáncer, problemas neurológicos y enfermedades degenerativas que podrían manifestarse años después.
La rehabilitación: Un segundo entrenamiento
Volver a la Tierra implica iniciar un riguroso proceso de rehabilitación física y neurológica que puede durar el doble o triple del tiempo pasado en órbita. El plan incluye ejercicios con pesas, caminatas cortas, fisioterapia, masajes en los pies y monitoreo cardiovascular.
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Según la doctora Helen Sharman, la masa muscular se recupera en meses, pero los huesos podrían tardar años… o no recuperarse del todo. Cada paso que dan los astronautas de regreso en la Tierra es un pequeño acto de reaprendizaje.
¿Y volvería Don Pettit al espacio?
A pesar de todo, Pettit no descarta volver. “Sé que John Glenn voló a los 76. Yo apenas tengo 70, así que aún me quedan algunos vuelos por hacer antes de colgar las toberas del cohete”, bromeó.
Después de cuatro misiones espaciales y décadas de exploración, Pettit sigue siendo el ejemplo perfecto de que el deseo de explorar supera los límites del cuerpo. Aunque el regreso a casa duela, para los astronautas, el verdadero hogar está entre las estrellas.