La increíble historia de una familia que sembró una selva en un cerro de Lima
En el distrito más poblado de Lima, donde el gris del concreto y la escasez de áreas verdes marcan la rutina, una familia ha logrado lo impensable: sembrar una selva. No es metáfora. Es una auténtica explosión de vida de 4.000 metros cuadrados con más de 100 especies de árboles frutales, ornamentales y medicinales, escondida […]

En el distrito más poblado de Lima, donde el gris del concreto y la escasez de áreas verdes marcan la rutina, una familia ha logrado lo impensable: sembrar una selva. No es metáfora. Es una auténtica explosión de vida de 4.000 metros cuadrados con más de 100 especies de árboles frutales, ornamentales y medicinales, escondida en las faldas de un cerro de San Juan de Lurigancho. Todo comenzó hace más de cuatro décadas con una mujer que extrañaba su huerta.
Reforestación en Lima, un sueño verde
Esther Rodríguez Huamán llegó a Lima desde Ayacucho huyendo del conflicto armado. Se instaló con su familia en un terreno árido donde no había más que tierra y piedra. Sin agua potable en las alturas y sin experiencia forestal previa, comenzó a plantar con las herramientas más simples: un balde, su esfuerzo y muchísima fe. “Mientras viva, voy a plantar”, decía. Y lo cumplió. Al principio lo hacía sola: cargaba agua dos veces al día y traía injertos desde su tierra natal. Construyó andenes al estilo inca para que las plantas pudieran crecer en el terreno empinado del cerro. Sin saberlo, estaba aplicando técnicas de sistemas agroforestales que hoy son estudiados en universidades.
Una selva escondida en medio del desierto urbano
Detrás de una reja negra y una pared blanca se esconde un verdadero microcosmos. Para entrar hay que atravesar la casa y subir unas escaleras. Ahí empieza el viaje. El cambio de temperatura es inmediato. El aire es más fresco, los sonidos son distintos, el entorno se siente vivo. En un distrito donde apenas hay 1,62 m² de áreas verdes por habitante, este lugar parece otro planeta. Hay árboles de mango, lúcuma, naranja, olivo, guanábana y hasta café. Sí, café creciendo en Lima. Y aunque algunas especies tropicales avanzan lento, como el pan de árbol, los Escobar Rodríguez han demostrado que incluso en el desierto se puede cultivar biodiversidad.
Cuidar una selva no es gratis
El acceso al agua ha sido el reto más grande. Han tenido que construir dos pozos y usar bombas eléctricas para mantener viva la vegetación. El costo energético es alto, pero no hay otra forma. Desde hace unos años, abrieron el espacio al público cobrando seis soles la entrada. Los vecinos, muchas veces, entran gratis. Además de plantas, el terreno alberga animales: cuyes, chivos, gallinas y hasta tortugas, con autorización temporal del Serfor. Los residuos orgánicos de estos animales se reutilizan como abono. La selva, literalmente, se alimenta a sí misma.
Beneficios que van más allá de lo ecológico
Este proyecto familiar no solo mejora el paisaje: mejora la vida. Estudios indican que los bosques urbanos reducen el estrés, mejoran la salud mental y disminuyen enfermedades respiratorias. Y aunque la “selva escondida” empezó como una iniciativa personal, hoy es un pulmón verde que beneficia a todo un distrito con más de un millón de habitantes. Herberth y Esther Escobar, los hijos de la fundadora, han tomado la posta. Han instalado puentes colgantes, zonas de descanso y señalización con los nombres científicos de cada árbol. Esther, que también es profesora de ciencias, recuerda: “De niñas no entendíamos lo que hacía mamá. Hoy sabemos que fue un sacrificio enorme.”
Esther Rodríguez Huamán, a sus 85 años, ya no sube al cerro, pero su legado vive en cada árbol y en sus hijos, que cuidan la selva escondida con el mismo amor. Desde un terreno árido hasta un bosque que respira vida, esta familia demuestra que la reforestación en Lima es posible con esfuerzo y corazón. La selva no solo es un escape del bullicio; es un grito de resistencia y un modelo para ciudades sedientas de verde. Visita, aprende y deja que este oasis te inspire a plantar tu propio cambio.