El futuro de las pensiones se puede corregir y México ya empezó
En materia de seguridad social, México está dando una señal distinta y valiente: el retiro no puede seguir siendo una lotería.

Durante décadas, hablar de pensiones fue, para muchas personas trabajadoras, un ejercicio de resignación. Los montos esperados se reducían con el paso de los años, y la promesa de un retiro digno parecía alejarse más y más, especialmente para quienes cotizaban en el sistema de cuentas individuales.
En ese contexto, México está dando una señal distinta y valiente: el retiro no puede seguir siendo una lotería.
La creación del Fondo de Pensiones para el Bienestar es un esfuerzo por corregir una injusticia estructural. Este fondo busca complementar las pensiones de quienes, al jubilarse, no alcanzan un ingreso suficiente para vivir con dignidad ni lograr el equivalente a su último salario.
Se aplicará tanto a personas afiliadas al IMSS como al ISSSTE, lo que incluye a una buena parte del magisterio nacional, es decir, maestras y maestros, especialmente a quienes entraron bajo el régimen de cuentas individuales tras la reforma del ISSSTE de 2007.
Vale la pena detenernos en ese punto. Esa reforma significó un cambio profundo en el modelo: dejó de garantizar una pensión definida y trasladó el riesgo al trabajador, al depender del ahorro acumulado en su cuenta individual. Esto implicó, para muchas personas, que tras toda una vida laboral, su retiro no fuera justo.
El diagnóstico es claro. Personas que trabajaron toda su vida enfrentan la jubilación con pensiones de apenas tres o cuatro mil pesos mensuales. No porque hayan trabajado menos, sino porque el sistema no consideró trayectorias laborales discontinuas, salarios bajos o periodos sin aportaciones.
El fondo busca corregir eso; por eso, se complementará el ingreso hasta alcanzar un tope de 17 mil 364 pesos mensuales.
Más allá del diseño técnico, este fondo envía un mensaje político potente: el Estado no puede renunciar a su responsabilidad de garantizar un retiro digno. Por ello, este fondo no discrimina por régimen ni por institución ni por tipo de contrato. Reconoce, en cambio, que hay un principio de suficiencia y justicia que debe aplicarse a todas las personas por igual.
Este esfuerzo cobra aún más sentido cuando recordamos los tres grandes desafíos que enfrentan hoy los sistemas de pensiones: la alta informalidad laboral, el envejecimiento poblacional y la baja densidad de cotización. No existe una solución mágica, pero hay caminos posibles. Este fondo es uno de ellos.
Desde la CISS, donde acompañamos a más de 90 instituciones de seguridad social en la región de las Américas, hemos aprendido algo fundamental: las reformas sostenibles no son solo las que tienen buena técnica, sino las que logran legitimidad política. Las que escuchan a quienes sostienen el sistema todos los días. Las que entienden que la justicia social no empieza al jubilarse, pero sí puede terminar de construirse ahí.
Por supuesto, este fondo no lo resuelve todo. No modifica el sistema de Afores, ni altera los incentivos estructurales. Pero cambia algo muy importante: la percepción de que el retiro es una condena. Y eso, en sí mismo, es un punto de inflexión. Abre la puerta a imaginar un futuro en el que las pensiones no sean la excepción, sino una garantía para todas las personas.
Reconstruir el sistema de pensiones es una tarea de largo aliento. Exige responsabilidad fiscal, pero también imaginación política, empatía y sentido de comunidad.
Porque una pensión digna no es un privilegio. Es un derecho. Y ningún país que aspire al desarrollo sostenible puede seguir permitiéndose lo contrario.