Color, flores, belleza y familia: la esencia de las Cruces de Mayo de Córdoba se mantiene
Las palabras que aparecen en las informaciones que este año hablan de las Cruces de Mayo no suenan precisamente a fiesta y tradición. Multas , Ley de Seguridad Ciudadana , venta de alcohol a menores, barra no autorizada, seguridad, incidentes, control de aforo, infracciones. El que llegue desde fuera sin conocer la fiesta hasta pensará que la famosa fiesta de la que le hablaron en el hotel es deporte de riesgo o 'non go', que es el nombre que se da a los lugares poco recomendables . Y lo cierto es que no hay nada más lejos de la realidad. El Ayuntamiento de Córdoba ha decidido este año atajar los problemas de concentraciones y botellón en ciertos lugares, pero aunque la concurrencia sea multitudinaria en los lugares más vigilados, la esencia de la fiesta descansa sobre todo en muchos rincones y plazas , de la ciudad histórica y de fuera de ella, donde se vive con tranquilidad, en mesas llenas de familias y con personas que disfrutan con unas cervezas, buen vino de la tierra y ricas recetas mientras admiran cómo la cruz se integra en el paisaje . Los que quieran buscar las Cruces de Mayo las pueden encontrar tranquilas, estéticas y apacibles en medio centenar de lugares. Quienes se acercan al barrio de San Agustín recuerdan aquellas que los vecinos instalaban en plazas que ya parecían hechas para recibir una cruz, como las del Huerto Hundido o la del Pozanco . Ya no sobreviven, pero en un lugar parecido, en la plaza del Padre Cristóbal, está la de la cofradía de Jesús Nazareno . Los cordobeses que desde niño vivieron la fiesta se pueden reconocer en ella y en muchas otras. En el centro de la plaza está la cruz en sí, bastante grande, con claveles rojos, los más clásicos, y entre los arcos de la Mezquita-Catedral. Detrás, con todo el sentido, la imagen del Beato Cristóbal de Santa Catalina, en un decorado de solería de ecos árabes. El público es abundante sin agobiar y el olor de los pinchitos, que un hermano prepara con la paciencia que parece abrasar a quienes esperan el momento de llevárselos a la boca, invita a quedarse y disfrutar allí del mediodía de mayo , justo cuando el calor empieza a notarse. Es el corazón de la Ajerquía y quienes buscan conocer las Cruces de Mayo tienen mil caminos para disfrutar. En la calle Queso pueden asomarse a la historia. Es un patio situado a espaldas de la Sociedad de Plateros de la calle María Auxiliadora y de su cruz se hacen cargo la peña Los Emires y, especialmente, la hermandad del Cristo de Gracia . Allí cuentan su historia dos antiguos hermanos mayores, José Sánchez Revuelta y Esteban Rojas, que relatan cómo la llegada a este lugar, hace una década, les ayuda a controlar la afluencia de público y a no tener que controlar la vigilancia que sí requiere un sitio al aire libre en el momento de recoger y cerrar. Son las dos de la tarde y hay más de cien personas que piden comida, brindan y disfrutan. Es también el ejemplo del origen de la fiesta: los vecinos celebraban en mayo el día de la cruz adornando una con las flores que encontraban, y el adorno del patio formaba parte de la misma tradición. Por eso abundan las macetas, pero también las buganvillas eternas del verano. Fue en los años 30, con la II República, cuando las cruces salieron del patio, quizá por laicismo , y las dos fiestas, tan propias del mes de las flores, se separaron. El ambiente familiar y entrañable de las Cruces de Mayo sigue también en la plaza de San Pedro, a la espalda de la basílica, donde espera la que instala la hermandad de la Misericordia . Muchas veces han optado por el clavel rojo, el tradicional, pero esta vez han utilizado el blanco , que es desde siempre su color emblemático. Su hermano mayor, Francisco Linares , habla con satisfacción de la fiesta y muestra la zona llena de mesas en las que las familias han empezado a sentarse. Delante de la cruz ya hay gente bailando sevillanas, la cocina empieza a tomar la velocidad de crucero y presume del buen ambiente familiar que puede escapar de todo lo que hable de seguridad o agentes del orden. «Aquí la gente acude sobre todo a comer, a disfrutar de la cruz y de un buen rato. Por la noche no hay problema». dice. La actitud de quienes visitan corrobora lo que cuenta, porque nunca falta quien se detiene a fotografiar la cruz blanca o a fijarse en la decoración y en las plantas que luego alguien encontrará en el patio conventual de Santa Marta . El viejo claustro del convento de San Pedro el Real quedó huérfano de los frailes en el siglo XIX, pero en las Cruces brilla de alegría cuando allí se instala la cruz de San Francisco , y que este año instala en solitario la hermandad del Huerto. En sus arcadas brilla la cruz, que este año es de color rosa y que este año tiene detrás una reproducción de la basílica de Getsemaní, la iglesia que se levantó en el lugar en que Jesús se retiró a rezar antes de su pasión. Es el recuerdo de que se cumplen 50 años de la refundación de la hermandad. Mientras siguen las sevillanas, las mesas se están llenando y
Las palabras que aparecen en las informaciones que este año hablan de las Cruces de Mayo no suenan precisamente a fiesta y tradición. Multas , Ley de Seguridad Ciudadana , venta de alcohol a menores, barra no autorizada, seguridad, incidentes, control de aforo, infracciones. El que llegue desde fuera sin conocer la fiesta hasta pensará que la famosa fiesta de la que le hablaron en el hotel es deporte de riesgo o 'non go', que es el nombre que se da a los lugares poco recomendables . Y lo cierto es que no hay nada más lejos de la realidad. El Ayuntamiento de Córdoba ha decidido este año atajar los problemas de concentraciones y botellón en ciertos lugares, pero aunque la concurrencia sea multitudinaria en los lugares más vigilados, la esencia de la fiesta descansa sobre todo en muchos rincones y plazas , de la ciudad histórica y de fuera de ella, donde se vive con tranquilidad, en mesas llenas de familias y con personas que disfrutan con unas cervezas, buen vino de la tierra y ricas recetas mientras admiran cómo la cruz se integra en el paisaje . Los que quieran buscar las Cruces de Mayo las pueden encontrar tranquilas, estéticas y apacibles en medio centenar de lugares. Quienes se acercan al barrio de San Agustín recuerdan aquellas que los vecinos instalaban en plazas que ya parecían hechas para recibir una cruz, como las del Huerto Hundido o la del Pozanco . Ya no sobreviven, pero en un lugar parecido, en la plaza del Padre Cristóbal, está la de la cofradía de Jesús Nazareno . Los cordobeses que desde niño vivieron la fiesta se pueden reconocer en ella y en muchas otras. En el centro de la plaza está la cruz en sí, bastante grande, con claveles rojos, los más clásicos, y entre los arcos de la Mezquita-Catedral. Detrás, con todo el sentido, la imagen del Beato Cristóbal de Santa Catalina, en un decorado de solería de ecos árabes. El público es abundante sin agobiar y el olor de los pinchitos, que un hermano prepara con la paciencia que parece abrasar a quienes esperan el momento de llevárselos a la boca, invita a quedarse y disfrutar allí del mediodía de mayo , justo cuando el calor empieza a notarse. Es el corazón de la Ajerquía y quienes buscan conocer las Cruces de Mayo tienen mil caminos para disfrutar. En la calle Queso pueden asomarse a la historia. Es un patio situado a espaldas de la Sociedad de Plateros de la calle María Auxiliadora y de su cruz se hacen cargo la peña Los Emires y, especialmente, la hermandad del Cristo de Gracia . Allí cuentan su historia dos antiguos hermanos mayores, José Sánchez Revuelta y Esteban Rojas, que relatan cómo la llegada a este lugar, hace una década, les ayuda a controlar la afluencia de público y a no tener que controlar la vigilancia que sí requiere un sitio al aire libre en el momento de recoger y cerrar. Son las dos de la tarde y hay más de cien personas que piden comida, brindan y disfrutan. Es también el ejemplo del origen de la fiesta: los vecinos celebraban en mayo el día de la cruz adornando una con las flores que encontraban, y el adorno del patio formaba parte de la misma tradición. Por eso abundan las macetas, pero también las buganvillas eternas del verano. Fue en los años 30, con la II República, cuando las cruces salieron del patio, quizá por laicismo , y las dos fiestas, tan propias del mes de las flores, se separaron. El ambiente familiar y entrañable de las Cruces de Mayo sigue también en la plaza de San Pedro, a la espalda de la basílica, donde espera la que instala la hermandad de la Misericordia . Muchas veces han optado por el clavel rojo, el tradicional, pero esta vez han utilizado el blanco , que es desde siempre su color emblemático. Su hermano mayor, Francisco Linares , habla con satisfacción de la fiesta y muestra la zona llena de mesas en las que las familias han empezado a sentarse. Delante de la cruz ya hay gente bailando sevillanas, la cocina empieza a tomar la velocidad de crucero y presume del buen ambiente familiar que puede escapar de todo lo que hable de seguridad o agentes del orden. «Aquí la gente acude sobre todo a comer, a disfrutar de la cruz y de un buen rato. Por la noche no hay problema». dice. La actitud de quienes visitan corrobora lo que cuenta, porque nunca falta quien se detiene a fotografiar la cruz blanca o a fijarse en la decoración y en las plantas que luego alguien encontrará en el patio conventual de Santa Marta . El viejo claustro del convento de San Pedro el Real quedó huérfano de los frailes en el siglo XIX, pero en las Cruces brilla de alegría cuando allí se instala la cruz de San Francisco , y que este año instala en solitario la hermandad del Huerto. En sus arcadas brilla la cruz, que este año es de color rosa y que este año tiene detrás una reproducción de la basílica de Getsemaní, la iglesia que se levantó en el lugar en que Jesús se retiró a rezar antes de su pasión. Es el recuerdo de que se cumplen 50 años de la refundación de la hermandad. Mientras siguen las sevillanas, las mesas se están llenando y no hay problemas de seguridad. Como cuenta Rubén Morales , uno de los hermanos que atiende en la barra, «esta plaza gusta a las familias y suele ser tranquila». Va mucha gente, pero la amplitud del lugar les ayuda, y lo monumental del sitio, con las galerías del antiguo claustro, les ha ayudado a tener muchos premios. No hay botellón ni masificaciones. Una de las que se ha llenado primero es la de la hermandad del Santo Sepulcro, en el Triunfo de San Rafael , justo en el corazón monumental de Córdoba. Está decorada en tonos morados, a los pies del monumento hay macetas y en otras ocasiones la corporación ha restaurado escalones y elementos que presentaban desperfectos no por su acción, sino por el paso de los años. Pero el espíritu de la fiesta también sale fuera de la ciudad antigua: la Merced la tiene frente a la Biblioteca Central , y la ha situado en lo que parece una verbena antigua . Junto a ella se baile y bajo la carpa se pide comida. Como en las Cruces de toda la vida.
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