Por qué siempre coincide la Semana Santa con luna llena
Cada año, la fecha de la Semana Santa varía en el calendario, haciendo que muhcas personas estén pendientes de cuando puede caer pero hay algo que no cambia: siempre se celebra cerca de la primera luna llena de la primavera . Esta coincidencia no es casual ni astronómicamente arbitraria, sino que responde a un cálculo ancestral que combina elementos del calendario lunar judío con la tradición cristiana. El origen de esta norma se remonta al Concilio de Nicea del año 325 , cuando la Iglesia estableció que la Pascua de Resurrección se celebraría el domingo siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera (fijado el 21 de marzo). Esta regla busca mantener el vínculo con la Pascua judía , celebrada según el calendario hebreo, que es lunar. Según los evangelios, la muerte y resurrección de Jesús ocurrieron durante la celebración de la Pascua judía, por lo que el cristianismo adoptó ese marco temporal para establecer su principal festividad. De esta manera, el Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección siempre caen en las cercanías de una luna llena. Este fenómeno convierte la luna en un elemento constante y simbólico de la Semana Santa. Su luz, que baña muchas de las procesiones nocturnas en ciudades como Sevilla o Córdoba, se ha integrado en la liturgia visual de estas celebraciones, casi como una presencia celestial que acompaña los ritos. El simbolismo lunar también está presente en la iconografía cristiana , especialmente en las representaciones de la Virgen María . En muchas imágenes, sobre todo en las tallas barrocas del sur de Europa y América Latina, la Virgen aparece de pie sobre una media luna plateada . Esta imagen se inspira en el pasaje del Apocalipsis (12.1) : «Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». La luna bajo sus pies simboliza la victoria sobre lo cambiante, lo terrenal, incluso sobre la muerte, y resalta su papel como Reina del Cielo. Al igual que la luna refleja la luz del sol, la Virgen es vista como reflejo de la luz divina , sin ser la fuente directa de ella, en una metáfora teológica que ha perdurado durante siglos en el arte sacro.
Cada año, la fecha de la Semana Santa varía en el calendario, haciendo que muhcas personas estén pendientes de cuando puede caer pero hay algo que no cambia: siempre se celebra cerca de la primera luna llena de la primavera . Esta coincidencia no es casual ni astronómicamente arbitraria, sino que responde a un cálculo ancestral que combina elementos del calendario lunar judío con la tradición cristiana. El origen de esta norma se remonta al Concilio de Nicea del año 325 , cuando la Iglesia estableció que la Pascua de Resurrección se celebraría el domingo siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera (fijado el 21 de marzo). Esta regla busca mantener el vínculo con la Pascua judía , celebrada según el calendario hebreo, que es lunar. Según los evangelios, la muerte y resurrección de Jesús ocurrieron durante la celebración de la Pascua judía, por lo que el cristianismo adoptó ese marco temporal para establecer su principal festividad. De esta manera, el Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección siempre caen en las cercanías de una luna llena. Este fenómeno convierte la luna en un elemento constante y simbólico de la Semana Santa. Su luz, que baña muchas de las procesiones nocturnas en ciudades como Sevilla o Córdoba, se ha integrado en la liturgia visual de estas celebraciones, casi como una presencia celestial que acompaña los ritos. El simbolismo lunar también está presente en la iconografía cristiana , especialmente en las representaciones de la Virgen María . En muchas imágenes, sobre todo en las tallas barrocas del sur de Europa y América Latina, la Virgen aparece de pie sobre una media luna plateada . Esta imagen se inspira en el pasaje del Apocalipsis (12.1) : «Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». La luna bajo sus pies simboliza la victoria sobre lo cambiante, lo terrenal, incluso sobre la muerte, y resalta su papel como Reina del Cielo. Al igual que la luna refleja la luz del sol, la Virgen es vista como reflejo de la luz divina , sin ser la fuente directa de ella, en una metáfora teológica que ha perdurado durante siglos en el arte sacro.
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