Guillermo Barros Schelotto, otra vez ante River: del 7 pícaro y ganador al DT que busca relanzarse luego de tres golpazos
Una carrera ascendente en la que algunos tropiezos dejaron su huella: la final de Madrid, Los Angeles Galaxy y la selección de Paraguay; en Vélez intenta recuperar ese sello distintivo

Guillermo Barros Schelotto siempre fue un adelantado. En su época de wing, para conversar con los jueces de línea sin perder de vista el juego y esperar bien abierto la habilitación de sus compañeros y así explotar sus gambetas y diagonales sin quedar en offside. Como DT, para contagiar las “ganas de ganar” a sus dirigidos, para buscar darles un plus a los equipos que tomaba.
Su carrera fue casi siempre ascendente. Como jugador, supo dejar su huella en Gimnasia y en Boca, incluso hasta cuando estaba quemando físicamente sus últimos cartuchos. Se fue con hidalguía de la Bombonera, entendiendo que había futbolistas que estaban mejor que él. Antes de eso, hasta jugó una vez en la reserva para demostrarse que estaba para pelear por un lugar hasta sus últimos días en el club. Micrófono en mano le dijo “gracias” a todo el estadio, después de un superclásico que finalizó 1-1 el 15 de abril de 2007 y en el que ingresó para jugar los últimos cinco minutos.
Entre amistosos y competencias oficiales, jugó 365 partidos con la camiseta de Boca, con la que además convirtió 100 goles y ganó 16 títulos. Sabía que iba a volver como DT, el tema era cuándo. Hasta Madrid, también todo fue ascendente en su rol de director técnico, incluso con su paso por Palermo de Italia, en donde sólo pudo estar un mes pero no por malos resultados, sino por una cuestión de permisos y licencias de entrenador con la UEFA.
Le tocó volver a Boca como “bombero”, en 2016, en un equipo en crisis. Y, casi sin entrenamientos por el calendario apretado, tuvo que arrancar con dos clásicos, ante Racing y River, ambos 0-0. Amante del 4-3-3 con wines (como jugaba él), siempre pregonó por un estilo de juego ofensivo, aunque -como todo equipo- le tocó pasar por contextos adversos en los que la prioridad pasó a ser defender un resultado.
Todas las finales dejan una marca. Para los que ganan, para los que pierden. El fútbol puede ser magnífico, pero también muy cruel, según del lado que caiga la moneda. River había sido superior futbolísticamente a Boca en las finales de la Copa Libertadores 2018, pero así y todo hubo “detalles” que pudieron inclinar la balanza en favor del equipo xeneize. Y así quizás el que tendría hoy una estatua en Boca sería Guillermo Barros Schelotto: el mano a mano que Armani le sacó a Benedetto sobre el final en la Bombonera, encuentro que terminó 2-2, y el remate en el palo de Leo Jara en el estadio Santiago Bernabéu que pudo ser el boleto para una definición por penales en España, antes de la corrida final del Pity Martínez para sentenciar la conquista.
Eso ya es historia, pero generó la salida de Guillermo Barros Schelotto de Boca y una conferencia de prensa en la que su principal mensaje fue: “No estoy acá para demostrar nada, no me interesa tener razón. Me quiero ir en paz”. Se venía un año de elecciones en Boca y el por entonces presidente Daniel Angelici prefirió un cambio de mando en el banco xeneize, por más que el cuerpo técnico del Mellizo había ganado dos títulos locales largos (Campeonatos 2016/17 y 2017/18) y llegado a una final de la Copa Libertadores.
Ese fue el primero de los tres golpazos que sufrió Guillermo como entrenador. Los otros dos, su paso por Los Angeles Galaxy (se fue en octubre de 2020) y su efímero andar por la selección de Paraguay, en la que apenas dirigió un puñado de partidos.
Barros Schelotto siempre fue la imagen de la rebeldía, de la picardía, de la gambeta. Ante una infracción, miraba al árbitro pidiendo tarjeta mientras inventaba alguna ocurrencia hacia su adversario, al que podía sacarlo del eje. Como DT había arrancado bien también, conquistando la Copa Sudamericana 2013 para Lanús. Sentimental, no le daban lo mismo los cruces con Gimnasia y Boca, pero la camiseta que más defendió siempre fue la que llevaba puesta, como lo hace ahora en Vélez.
Ahora le tocará volver a la cancha de River, donde festejó como DT de Boca en superclásicos pero sabiendo que la espina de la Libertadores 2018 sólo se la sacaría otra final como esa pero con la moneda cayendo de su lado. Esa final, como quizás le hubiera pasado a cualquiera en su lugar, le trastocó el semblante. Ahora se lo ve más serio de lo habitual, aunque sus rostros siguen hablando. No perdió su esencia, pasó a ser el hincha de Vélez número 1, se enoja con furia si un fallo arbitral lo fastidia aunque en las conferencias de prensa luego pueda bajar un cambio, se mete en el campo de juego: “No estamos teniendo suerte con el VAR”, dijo luego de la derrota en la altura de Bolivia, por la actual Libertadores 2025.
“Cualquier sentimiento que tenga, por Vélez, lo tendré que dejar de lado y pensar 100% en dar lo mejor para que Vélez gane y punto, nada más. Después todo lo que pasó en el pasado estará de lado, ahora estoy en otro lugar y daré lo mejor para que Vélez gane”, dijo Guillermo luego de la victoria ante Gimnasia por 1-0, en la antesala del encuentro con River, por la 16° fecha del Apertura. La última vez que estuvo en el Monumental fue el 5 de noviembre de 2017, con un triunfo de Boca por 2-1. Lo que vivió en a Ribera generó sentimientos muy fuertes: momentos de felicidad y también de frustración: la bronca por las derrotas en las finales perdidas ante River no cicatrizó. Incluso ya fuera de Boca, el DT seguía pendiente del día a día xeneize.
El show de Guillermo en la Libertadores 2004
“Ese señor, que no se cómo se llama, me está insultando...”, es una de las frases más recordadas dentro del repertorio de Guillermo como jugador ante River. Se dio en el Monumental, en la revancha por la Libertadores 2004, semifinales que quedaron el poder del equipo de Carlos Bianchi. Aunque supuestamente esas palabras hacían referencia a Javier Sodero, Hernán Díaz creyó ser el destinatario y terminó expulsado. También le hizo ver la roja a Rubens Sambueza, haciéndole creer que Baldassi lo había expulsado, cosa que no había sucedido pero que terminó así por la reacción del jugador de River. Al final, con el pasaje a la final de la Copa en el bolsillo, el Mellizo había dicho en un campo de juego todavía caliente: “Se lo dedicamos a ellos, que hicieron quilombo en los dos partidos… Que hicieron quilombo en los dos partidos, pero no tienen pelotas para jugar finales como nosotros“,
Las vueltas de la vida
Cuando asumió en Vélez, el 19 de marzo pasado, Barros Schelotto dijo: “Estoy más maduro de cuando era jugador. Puede tocar no ganar. Pero vamos a tratar de hacer un equipo que salga a atacar; ojalá lo logremos y con la base de chicos. Al hincha le pido que reciban bien al equipo, que alienten con afecto, con el canto. Yo vengo a dar lo mejor de mí. En todos los clubes que estuve me maté y di lo mejor; haré lo mismo por Vélez”.
Con Gallardo perdió otra final en 2018. Se trató de la Supercopa Argentina disputada en Mendoza. River se impuso 2-0 por los goles de Pity Martínez y Scocco. Hasta el día de hoy Barros Schelotto sigue enojado con Patricio Loustau, el árbitro de aquella noche. Y el Mellizo ganó dos veces como técnico xeneize en Núñez, por certámenes locales: 4-2 y 2-1, el día que se bajó la manga cuando él pretendía ir hacia el vestuario. No pasará inadvertido Guillermo Barros Schelotto este domingo en su regreso al Monumental. Y él lo sabe. De todas formas, es lo que menos le preocupa. Hoy su mente está centrada en relanzar su carrera como DT en Vélez. Luego de los traspiés sufridos en Madrid, la MLS y Paraguay, necesita volver a despegar.