Gatti y la Staatskapelle sientan cátedra con Schumann
Sin duda la doble sesión de la Staatskapelle , la formación más antigua del mundo, junto a su actual director titular, Daniele Gatti , y con la integral de las cuatro sinfonías de Robert Schumann , que se anunciaba como una de las grandes citas de la temporada, no ha defraudado lo más mínimo. Lo único de lamentar es que, quizás por celebrarse los dos conciertos en una semana «complicada» en esta ciudad, tras Semana Santa y antes de la festividad de San Vicente, la sala Iturbi, al menos en el segundo de los abonos, al que asistí, estuvo lejos de estar llena, y con semejantes comparecientes y con este programa, es algo que cuesta de entender. Algo que llama la atención de la Staatskapelle es su sonido añejo, puramente germano, que la dota de una personalidad de la que pocas orquestas pueden todavía presumir. Un sonido en cierta forma, a la antigua, lo que no quita que sea una formación de enorme calidad, aunque en algún instante se sacrifique la fría perfección y el inaudito empaste, en favor de la autenticidad del discurso y del sonido global. Describir el sonido orquestal nunca es tarea fácil y en este caso pasaría por asuntos que tienen que ver con la naturalidad a través de un discurso flexible tanto en las dinámicas como en el fraseo. No se trata de presumir de un sonido perfecto, «de disco», y en este sentido, teniendo en la memoria la todavía reciente visita de la Filarmónica de Londres, puestos a comparar, estaríamos ante dos mundos situados en dos extremos. De una perfección algo fría el de los londinenses, más terrenal y cercano el de los alemanes. Se trata de un sonido de belleza generosa sin llegar a ser la máquina abrumadora que representaría una Filarmónica de Berlín que dentro de su absoluta excelencia puede llegar a impresionar más que deleitar. Dicho esto, es de agradecer que todavía haya formaciones que conserven una personalidad intransferible a la hora de aborda el gran repertorio. En cierta forma me recuerda la Staatskapelle a otra gran orquesta, con un sonido y una personalidad completamente distinta, como es la del Mariinski, pues da la sensación, posiblemente equivocada, en ambas formaciones, que las interpretaciones no son fruto de los minuciosos ensayos sino de una suerte de improvisación que, en algunas ocasiones, mucho más en la orquesta rusa, se haya más próxima al batacazo que nunca llega. Es el arte de la ilusión de creer que la interpretación se está generando en aquel mismo instante de forma primigenia. El director italiano, Daniele Gatti, sucesor de una batuta tan germana como la de Christian Thielemann, quien grabó el ciclo con esta formación, demostró por qué es uno de los grandes del momento. Cierto que la capacidad de modelar el sonido con una música tan interiorizada para los profesores, como la del compositor sajón corresponde, a partes iguales, al director transalpino y a la propia naturaleza de la formación germana, que lleva en su ADN estos pentagramas tan cercanos geográficamente. Pudimos en este aspecto disfrutar de una gran variedad en las dinámicas alejada de toda artificiosidad sino dentro de una lógica incontestable. Este conocimiento profundo de los músicos de lo que se llevan entre manos, facilita la labor del director que más que un férreo e inflexible kapellmeister comparece como un primus inter pares entre los profesores de la orquesta. Así se pudo ver a un Gatti, no tanto como un deus ex machina, sino como la clave de bóveda del engranaje, luciendo, eso sí, una técnica deslumbrante en las múltiples y variadas indicaciones pero, al menos en este repertorio, desde una postura relajada y de pleno disfrute. En cuanto a las versiones, disfrutamos de dos sinfonías que pueden analizarse como una unidad pues Gatti las unifica estilísticamente de forma coherente. Lecturas más expresivas que pegadas al metrónomo. Imaginativas, frescas y transparentes. En definitiva, irresistibles. Tardó la Staatskapelle en coger temperatura más de lo que en una orquesta así se podría esperar pues inició los primeros compases de la Segunda sinfonía destemplada y rociada de imperfecciones. Tras los titubeos llegó la fiesta que no abandonamos hasta la última nota de la Cuarta. Todas estas excelencias desembocaron en un éxito absoluto por un público sabio y conocedor de esta formación que nos ha visitado en otras ocasiones y consciente de ese pequeño pero, a su vez, enorme paso que hay entre lo excelente y lo verdaderamente grande e irrepetible . Es de desear que formaciones como la Staatskapelle sigan recalando en nuestra ciudad y conservando las esencias del antiguo sonido alemán desde hace cinco siglos. No hubo propinas, ni falta que hizo. ------------------------------------------------------------------------------------- Jueves 24 de abril de 2025 Palau de la Música de Valencia Sinfonías 2 y 4 de Robert Schumann Staatskapelle Dresden Daniele Gatti, director musical
Sin duda la doble sesión de la Staatskapelle , la formación más antigua del mundo, junto a su actual director titular, Daniele Gatti , y con la integral de las cuatro sinfonías de Robert Schumann , que se anunciaba como una de las grandes citas de la temporada, no ha defraudado lo más mínimo. Lo único de lamentar es que, quizás por celebrarse los dos conciertos en una semana «complicada» en esta ciudad, tras Semana Santa y antes de la festividad de San Vicente, la sala Iturbi, al menos en el segundo de los abonos, al que asistí, estuvo lejos de estar llena, y con semejantes comparecientes y con este programa, es algo que cuesta de entender. Algo que llama la atención de la Staatskapelle es su sonido añejo, puramente germano, que la dota de una personalidad de la que pocas orquestas pueden todavía presumir. Un sonido en cierta forma, a la antigua, lo que no quita que sea una formación de enorme calidad, aunque en algún instante se sacrifique la fría perfección y el inaudito empaste, en favor de la autenticidad del discurso y del sonido global. Describir el sonido orquestal nunca es tarea fácil y en este caso pasaría por asuntos que tienen que ver con la naturalidad a través de un discurso flexible tanto en las dinámicas como en el fraseo. No se trata de presumir de un sonido perfecto, «de disco», y en este sentido, teniendo en la memoria la todavía reciente visita de la Filarmónica de Londres, puestos a comparar, estaríamos ante dos mundos situados en dos extremos. De una perfección algo fría el de los londinenses, más terrenal y cercano el de los alemanes. Se trata de un sonido de belleza generosa sin llegar a ser la máquina abrumadora que representaría una Filarmónica de Berlín que dentro de su absoluta excelencia puede llegar a impresionar más que deleitar. Dicho esto, es de agradecer que todavía haya formaciones que conserven una personalidad intransferible a la hora de aborda el gran repertorio. En cierta forma me recuerda la Staatskapelle a otra gran orquesta, con un sonido y una personalidad completamente distinta, como es la del Mariinski, pues da la sensación, posiblemente equivocada, en ambas formaciones, que las interpretaciones no son fruto de los minuciosos ensayos sino de una suerte de improvisación que, en algunas ocasiones, mucho más en la orquesta rusa, se haya más próxima al batacazo que nunca llega. Es el arte de la ilusión de creer que la interpretación se está generando en aquel mismo instante de forma primigenia. El director italiano, Daniele Gatti, sucesor de una batuta tan germana como la de Christian Thielemann, quien grabó el ciclo con esta formación, demostró por qué es uno de los grandes del momento. Cierto que la capacidad de modelar el sonido con una música tan interiorizada para los profesores, como la del compositor sajón corresponde, a partes iguales, al director transalpino y a la propia naturaleza de la formación germana, que lleva en su ADN estos pentagramas tan cercanos geográficamente. Pudimos en este aspecto disfrutar de una gran variedad en las dinámicas alejada de toda artificiosidad sino dentro de una lógica incontestable. Este conocimiento profundo de los músicos de lo que se llevan entre manos, facilita la labor del director que más que un férreo e inflexible kapellmeister comparece como un primus inter pares entre los profesores de la orquesta. Así se pudo ver a un Gatti, no tanto como un deus ex machina, sino como la clave de bóveda del engranaje, luciendo, eso sí, una técnica deslumbrante en las múltiples y variadas indicaciones pero, al menos en este repertorio, desde una postura relajada y de pleno disfrute. En cuanto a las versiones, disfrutamos de dos sinfonías que pueden analizarse como una unidad pues Gatti las unifica estilísticamente de forma coherente. Lecturas más expresivas que pegadas al metrónomo. Imaginativas, frescas y transparentes. En definitiva, irresistibles. Tardó la Staatskapelle en coger temperatura más de lo que en una orquesta así se podría esperar pues inició los primeros compases de la Segunda sinfonía destemplada y rociada de imperfecciones. Tras los titubeos llegó la fiesta que no abandonamos hasta la última nota de la Cuarta. Todas estas excelencias desembocaron en un éxito absoluto por un público sabio y conocedor de esta formación que nos ha visitado en otras ocasiones y consciente de ese pequeño pero, a su vez, enorme paso que hay entre lo excelente y lo verdaderamente grande e irrepetible . Es de desear que formaciones como la Staatskapelle sigan recalando en nuestra ciudad y conservando las esencias del antiguo sonido alemán desde hace cinco siglos. No hubo propinas, ni falta que hizo. ------------------------------------------------------------------------------------- Jueves 24 de abril de 2025 Palau de la Música de Valencia Sinfonías 2 y 4 de Robert Schumann Staatskapelle Dresden Daniele Gatti, director musical
Publicaciones Relacionadas