Día Internacional de los Bomberos: caballos y dálmatas, una alianza forjada en las llamas
Los carros de bomberos tirados por caballos fueron comunes en Europa desde el siglo XVIII hasta el siglo XX.

Desde los primeros cuerpos de zapadores del siglo XVIII hasta los voluntarios de la Union Fire Company fundada por Benjamin Franklin en 1736, la lucha contra el fuego siempre ha requerido aliados incansables. Entre esos aliados estuvieron primero los caballos, esenciales para transportar los pesados carros de agua, y luego, de manera inseparable, los famosos perros dálmatas.
Hoy, aunque los caballos han desaparecido de las calles y los motores rugen donde antes resonaban los cascos, la presencia de los animales sigue viva en los parques de bomberos, ahora como compañeros, educadores y, en algunos casos, como héroes de cuatro patas.
Caballos de tiro pesados y perros vistosos
Mucho antes de que los coches de bomberos existieran (1908), los caballos eran el corazón de cualquier estación. De razas fuertes y veloces, arrastraban los pesados carros de agua (aproximadamente de 450 a 1.360 kg) por las calles adoquinadas mientras las llamas consumían edificios y vidas. Sin embargo, en medio del caos, los caballos necesitaban apoyo: animales que pudieran abrirles paso y mantenerlos calmados bajo presión. Y ahí surgió el papel de los carriage dogs, los perros de carruaje.
Aunque no se limitaba a una raza concreta, el dálmata pronto demostró ser el más apto para la tarea. Con unas líneas anatómicas ágiles, su energía incansable y su innata afinidad con los caballos, el perro dálmata era capaz de correr kilómetros junto a los carros, despejando el camino mediante ladridos y protegiendo tanto a los animales como a los bomberos. Además, su inconfundible patrón de manchas, único en el mundo canino, facilitaba que transeúntes y otros carruajes reconocieran de inmediato la llegada del equipo de bomberos y abrieran paso con rapidez ante una emergencia. Su sola presencia calmaba a los caballos en plena acción, y una vez apagado el incendio, no era raro encontrar a los perros descansando junto a sus compañeros equinos en las caballerizas.
Esta relación tan especial entre dálmatas y caballos cimentó su lugar en la cultura y la historia de los bomberos, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido, donde aún hoy muchas estaciones de bomberos conservan la figura de un dálmata como mascota oficial.
Del carro al motor, del corcel al compañero
La llegada de los motores a gasolina a finales del siglo XIX cambió el mundo de los bomberos para siempre. Los caballos se retiraron, pero los dálmatas permanecieron. Para entonces, su imagen estaba ya inseparablemente ligada al cuerpo de bomberos, y se les encontró un nuevo rol como compañeros, talismanes y guardianes.
Los perros comenzaron a vivir en las estaciones, acompañando a los bomberos en su día a día, montando en los nuevos camiones y manteniendo a raya a roedores y otros intrusos. Su presencia proporcionaba compañía y también un toque de alegría en un entorno a menudo marcado por la tensión.
A medida que avanzaba el siglo veinte, los dálmatas y otros perros no solo siguieron formando parte de la vida interna de los parques de bomberos, sino que se convirtieron en aliados en tareas de educación ciudadana. Programas escolares de prevención de incendios comenzaron a incluir demostraciones con perros, utilizando su simpatía para captar la atención de los niños y enseñarles normas básicas de seguridad.
Europa: rebaños contra incendios
Mientras los dálmatas se consolidaban como iconos de los bomberos en países anglosajones, en el resto de Europa los animales también dejaron su huella en la lucha contra el fuego.
En Francia, las primeras bombas de agua tiradas por caballos aparecieron en el siglo XVIII, y para 1829 se documentan coches de bomberos de vapor tirados por caballos en París. En España, aunque la documentación es escasa, los cuerpos de bomberos de ciudades como Madrid (1827) y Sevilla (1834) probablemente usaron carros similares, adaptados a las necesidades locales, ya que la tecnología europea era el modelo a seguir. Aunque parece que a nuestro país no llegó la conexión de los dálmatas acompañando estas expediciones, otros perros locales, como los perros de guarda, vigilaban los cuarteles donde se guardaban los carros y custodiaban el material. Esta práctica de tener perros realizando tareas de vigilancia de los equipos también existía en otros países como Francia y Alemania.
Más allá del parque de bomberos, proyectos innovadores están redefiniendo la relación entre los animales y los bomberos. En Cataluña, el programa Ramats de Foc utiliza rebaños de cabras y ovejas para limpiar el sotobosque y crear zonas seguras contra incendios.
De la misma manera, la Comunidad de Madrid está innovando en la gestión del pastoreo mediante el uso de collares GPS que permiten monitorear a cabras, ovejas, vacas y caballos que pastan en las áreas montañosas de la región. Con esta estrategia aprovechan la capacidad de los animales para consumir la hierba alta que podría convertirse en combustible en épocas de sequía.
Perros detectores de acelerantes
Hoy, el rol de los perros en los servicios de emergencia ha evolucionado significativamente. Además de seguir siendo una invaluable compañía, embajadores y aliados emocionales, algunos perros han asumido funciones especializadas como perros de búsqueda, perros de rescate o incluso como detectores de acelerantes.
Los perros detectores de acelerantes del fuego (DAF) son adiestrados para identificar trazas minúsculas de sustancias inflamables en escenas de incendios sospechosos, una habilidad que supera incluso a la tecnología humana. Labradores retrievers, pointers y otras razas de olfato especialmente agudo son seleccionadas y adiestradas durante meses para desempeñar esta función vital en la investigación de incendios.
Otros, como los perros de búsqueda y rescate, trabajan en desastres naturales como tras incendios forestales y en estructuras colapsadas debido al fuego, localizando supervivientes donde los equipos humanos no pueden llegar.
Historias que dejaron huella
El fuego no solo forja héroes humanos y también revela héroes de cuatro patas. Como Jake, un pitbull americano rescatado de un incendio en Carolina del Sur siendo apenas un cachorro y que se convirtió en un miembro honorario del Departamento de Bomberos de Hanahan. A pesar de sufrir quemaduras graves en gran parte de su cuerpo, Jake no solo sobrevivió, sino que encontró en el cuerpo de bomberos su hogar y propósito, participando en actos públicos como embajador de la prevención de incendios.
En el otro extremo del espectro felino se encuentra Flame, un gato rescatado por los bomberos de Belmont, quien demostró que no solo los perros tienen su lugar en la cultura de los bomberos. Adoptado por la estación, Flame conquistó los corazones de sus compañeros y, más tarde, los de miles de seguidores en redes sociales.
Y no podemos olvidar a los legendarios Jack y Jack, dos caballos que a principios del siglo XX ayudaron a los bomberos de Des Moines, en Iowa, a ganar competiciones estatales de velocidad y arrastre, además de salvar vidas reales en incendios. Su retiro fue considerado tan merecido que se negaron a destinarlos a labores menores y fueron nombrados héroes nacionales de pleno derecho.