Cuando lo que nos excita nos duele, la erotización del malestar
El deseo femenino ha sido moldeado por una mirada patriarcal y nos aleja del placer que merecemos

Como sexóloga, analizar mi propia vida sexual, es algo que practico a menudo. Por qué hice eso, si realmente me sentí escuchada aquella vez, qué podría haber expresado mejor… Y, teniendo clientas que también comparten sus experiencias íntimas en las sesiones, encuentro cada pocos relatos, circunstancias que me suenan.
Me suenan porque aunque tengamos edades distintas, vivamos en ciudades o países diferentes y nuestras formas de ser no tengan nada que ver, nos unen creencias que no hemos elegido que se resumen en lo mismo: hemos erotizado (o nos han hecho erotizar) conductas que nos generan malestar.
Para construir un deseo femenino alrededor de situaciones que generalmente nos cortarían por completo una respuesta de la excitación, ha habido una maquinaria propagandística funcionando a todo trapo, pero también un deseo de ser esas buenas amantes, libres y modernas, que nos pedían nuestros tiempos. Las que nuestras madres y abuelas no pudieron ser, así que ¿cómo íbamos a desperdiciar la oportunidad?
Con ideas como "el tóxico empotra mejor" o que si al día siguiente no caminas como Bambi de lo que te duele la vagina, no ha sido un buen polvo; el dolor físico, que funciona para alertar de que algo no va bien, se incluye como parte del deseo con las dificultades que eso supone.
Porque el sexo incómodo, que solo se da para las mujeres, con sus pertinentes secuelas físicas, se vende entre broma y broma como que es algo que añade valor a la experiencia o se convierte en sinónimo de una noche de pasión, llegando incluso a tildar a quienes no se comportan así y prefieren la ternura o la calma de "vainilla".
Empezamos con esta idea de que quien mal te quiere, te hará gozar, pero seguimos escalando posiciones en lo que a violencia física se refiere. Prácticas como los tirones de pelo, los golpes o incluso la asfixia bailan en el filo del consentimiento, que puede no existir o estar viciado.
Y, en esta línea, también se encuentra la erotización de quitarse el preservativo, porque quiere sentirte "piel con piel" que, pequeño recordatorio de que lo hace sin que estés de acuerdo, es una agresión sexual denunciable que se llama stealthing.
Deseo femenino, la fantasía patriarcal
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué tan empoderadas y formadas a todas las que tenemos o hemos tenido relaciones con hombres, nos recorre la misma experiencia?
Hablaba hace unos párrafos de una maquinaria de propaganda que hizo más que de escuela sexual, de adoctrinamiento para que el deseo femenino se moldeara por la mirada masculina: la pornografía.
Lo sugerente, lo excitante, lo deseable no es para nosotras un deseo genuino, sino una fantasía patriarcal donde el poder se sexualiza, lo que implica que la mujer ceda y el hombre controle.
Y tampoco podemos elegir libremente si queremos reproducir lo que hemos visto en la pantalla -aunque creamos que sí-, si sabemos de antemano que eso no solo es lo que se espera por nuestra parte, sino en lo que se va a medir nuestra 'calidad' como amantes.
Para que esto funcione y se siga replicando sin fisuras, ni protestas por nuestra parte, interesa que continúe un clima de desinformación sobre el consentimiento, así como que no se hable de los derechos que tenemos cuando compartimos experiencias sexuales (o se dude de nuestra palabra si decimos que se han visto vulnerados).
No sé si conseguiremos frenar esta erotización tan envenenada teniendo en cuenta que avances como el porno a la carta realizado con inteligencia artificial, o las muñecas sexuales de silicona, que se compran para tener siempre compañeras disponibles y sumisas; en vez de dirigirnos a una intimidad más sana, son nuevas formas de cosificar a las mujeres que se traducen en más prácticas desequilibradas.
Pero sí sé que, para las mujeres, el camino para reapropiarnos de lo que nos excita empieza por desaprender lo que nos enseñaron y nos duele o asusta. Si el sexo que practicamos es el que otros imaginaron, no es para nosotras.