Una inscripción que ensalza a Ramsés II sale a la luz en el obelisco más famoso de París
Dioses a favor - Durante décadas, los jeroglíficos del obelisco parisino ocultaron mensajes que solo podían leerse desde un ángulo preciso y con distanciaLa vida de Omm Seti, la egiptóloga que creyó ser la reencarnación de una amante del faraón Durante casi dos siglos, miles de personas han pasado junto al obelisco de la plaza de la Concordia sin saber que estaban rodeando un mensaje cifrado. Un mensaje que no estaba oculto bajo tierra, tras un muro ni en el interior de una cámara secreta. Estaba ahí mismo, frente a todos, grabado en piedra, esperando a que alguien supiera cómo mirarlo. El obelisco de Luxor, con sus 23 metros de granito rosa, no es solo un monumento egipcio en mitad de París. Es también una pieza monumental cargada de símbolos, inscripciones y fórmulas que servían para reforzar el poder de Ramsés II ante su pueblo y sus dioses. Un paseo pandémico por París que llevó a mirar el obelisco con otros ojos Ese mensaje empezó a cobrar forma en plena pandemia, cuando el egiptólogo Jean-Guillaume Olette-Pelletier, especialista en criptografía jeroglífica, aprovechaba sus paseos diarios por el distrito ocho de París para estudiar el monumento. Según ha explicado en la revista Science et Avenir, fue entonces cuando notó una peculiar orientación en los jeroglíficos que lo llevó a sospechar que detrás había algo más. Las inscripciones no apuntaban hacia el centro de la plaza ni hacia ningún punto cardinal relevante, sino hacia lo que sería, en su contexto original, la entrada del templo de Luxor. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Jean-Guillaume Olette-Pelletier (@fregyptologist) Aquella pista lo llevó a examinar el obelisco desde ángulos inusuales con la ayuda de unos prismáticos. Lo que descubrió era más que simbología: varias inscripciones formaban mensajes codificados solo visibles desde un ángulo de 45 grados. Desde abajo, al nivel del suelo, eran imperceptibles. Solo desde la distancia y con la inclinación correcta se revelaban los signos insertos dentro de otros signos. Olette-Pelletier apunta que “esos mensajes eran considerados un lenguaje de los dioses”. La oportunidad definitiva para observar de cerca esos jeroglíficos llegó en 2021, cuando la instalación de andamios con motivo de los Juegos Olímpicos de París permitió acceder a la cima del monumento. El permiso fue inmediato. Se convirtió así en el primer egiptólogo que subía hasta allí desde Jean-François Champollion. Durante varios días, midió, fotografió e interpretó el contenido de esas inscripciones ocultas, muchas de ellas entre símbolos tan aparentemente decorativos como una corona o una mesa de ofrendas. Un nombre retocado para apuntalar el relato de poder de Ramsés II A lo largo del análisis, identificó al menos siete pasajes que no habían sido registrados antes. Uno de ellos contiene una referencia a la modificación del nombre real de Ramsés II, algo que, según explica el investigador, permite situar el tallado del obelisco en dos etapas diferenciadas: “Esta modificación está grabada en el obelisco, lo que permite datar su tallado en dos fases: una antes del año 2 de su reinado y otra después”. La razón de esa alteración no era menor. Ramsés necesitaba justificar su legitimidad, ya que había nacido antes de que su padre Seti I fuese proclamado faraón, lo que dificultaba encajar en la narrativa tradicional del linaje divino. Para resolverlo, adoptó el título de Setepenrê, que viene a ser el elegido de Ra, reforzando así su conexión directa con el dios solar. La cara oriental del obelisco esconde una fórmula jeroglífica destinada a mantener en equilibrio la fuerza vital de las divinidades En otro jeroglífico, también en la parte superior del monumento, aparece representado Ramsés II realizando una ofrenda al dios Amón. Ese

Dioses a favor - Durante décadas, los jeroglíficos del obelisco parisino ocultaron mensajes que solo podían leerse desde un ángulo preciso y con distancia
La vida de Omm Seti, la egiptóloga que creyó ser la reencarnación de una amante del faraón
Durante casi dos siglos, miles de personas han pasado junto al obelisco de la plaza de la Concordia sin saber que estaban rodeando un mensaje cifrado.
Un mensaje que no estaba oculto bajo tierra, tras un muro ni en el interior de una cámara secreta. Estaba ahí mismo, frente a todos, grabado en piedra, esperando a que alguien supiera cómo mirarlo.
El obelisco de Luxor, con sus 23 metros de granito rosa, no es solo un monumento egipcio en mitad de París. Es también una pieza monumental cargada de símbolos, inscripciones y fórmulas que servían para reforzar el poder de Ramsés II ante su pueblo y sus dioses.
Un paseo pandémico por París que llevó a mirar el obelisco con otros ojos
Ese mensaje empezó a cobrar forma en plena pandemia, cuando el egiptólogo Jean-Guillaume Olette-Pelletier, especialista en criptografía jeroglífica, aprovechaba sus paseos diarios por el distrito ocho de París para estudiar el monumento.
Según ha explicado en la revista Science et Avenir, fue entonces cuando notó una peculiar orientación en los jeroglíficos que lo llevó a sospechar que detrás había algo más. Las inscripciones no apuntaban hacia el centro de la plaza ni hacia ningún punto cardinal relevante, sino hacia lo que sería, en su contexto original, la entrada del templo de Luxor.
Aquella pista lo llevó a examinar el obelisco desde ángulos inusuales con la ayuda de unos prismáticos. Lo que descubrió era más que simbología: varias inscripciones formaban mensajes codificados solo visibles desde un ángulo de 45 grados.
Desde abajo, al nivel del suelo, eran imperceptibles. Solo desde la distancia y con la inclinación correcta se revelaban los signos insertos dentro de otros signos. Olette-Pelletier apunta que “esos mensajes eran considerados un lenguaje de los dioses”.
La oportunidad definitiva para observar de cerca esos jeroglíficos llegó en 2021, cuando la instalación de andamios con motivo de los Juegos Olímpicos de París permitió acceder a la cima del monumento. El permiso fue inmediato. Se convirtió así en el primer egiptólogo que subía hasta allí desde Jean-François Champollion.
Durante varios días, midió, fotografió e interpretó el contenido de esas inscripciones ocultas, muchas de ellas entre símbolos tan aparentemente decorativos como una corona o una mesa de ofrendas.
Un nombre retocado para apuntalar el relato de poder de Ramsés II
A lo largo del análisis, identificó al menos siete pasajes que no habían sido registrados antes. Uno de ellos contiene una referencia a la modificación del nombre real de Ramsés II, algo que, según explica el investigador, permite situar el tallado del obelisco en dos etapas diferenciadas: “Esta modificación está grabada en el obelisco, lo que permite datar su tallado en dos fases: una antes del año 2 de su reinado y otra después”.
La razón de esa alteración no era menor. Ramsés necesitaba justificar su legitimidad, ya que había nacido antes de que su padre Seti I fuese proclamado faraón, lo que dificultaba encajar en la narrativa tradicional del linaje divino. Para resolverlo, adoptó el título de Setepenrê, que viene a ser el elegido de Ra, reforzando así su conexión directa con el dios solar.
En otro jeroglífico, también en la parte superior del monumento, aparece representado Ramsés II realizando una ofrenda al dios Amón. Ese relieve, dirigido a quienes accedían al templo desde el Nilo durante la festividad de Opet, estaba diseñado para ser visto por una élite concreta.
Según describe Olette-Pelletier, “la escena en la cara oeste del obelisco de la Concordia aparece como un verdadero mensaje propagandístico de la soberanía absoluta de Ramsés”.
La cara oriental del monumento, orientada actualmente hacia el norte de París, oculta otro de esos mensajes cifrados. Sobre la corona del faraón, las astas de un toro dibujan el símbolo del ka, la fuerza vital divina, junto a una figura rectangular que representa una mesa de ofrendas.
Ambas forman la frase jeroglífica “apaciguar la fuerza ka de Amón”. El egiptólogo señala que “esta frase nos recuerda que los humanos debemos hacer constantemente ofrendas a las divinidades para apaciguar su fuerza vital, a veces destructiva”.
Donado por el virrey Mehmet Ali a Francia en 1828, el obelisco llegó a París en un intercambio diplomático que incluyó un reloj de cobre aún visible hoy en la mezquita de Mohamed Alí en El Cairo.
Pero más allá del gesto diplomático, la pieza encierra mensajes dirigidos a una sociedad que ya no existe, en una lengua casi olvidada y con una intencionalidad clara: dejar constancia del poder absoluto del faraón. Los secretos del obelisco estaban donde nadie los buscaba: a la vista de todos. Bastaba con saber cómo mirar.