48 horas en la Costa Dorada: qué hacer y qué comer en las playas de Tarragona
En el sur de Cataluña, la Costa Daurada se extiende desde Cunit hasta Alcanar, en la frontera con la Comunidad Valenciana, haciendo honor a un nombre que refleja el dorado del sol en las arenas y playas de la provincia de Tarragona. Sin embargo, mucho más allá de un litoral sorprendente, la costa tarraconense combina riqueza paisajística y patrimonial con maestría para ofrecer también un interior rural, la monumentalidad romana y medieval, y una cultura gastronómica marcada por el mar y el campo. Localidades de sobra conocidas, emblemas del turismo local, no faltan en la Costa Dorada como Salou, Cambrils o Calafell, sin obviar la icónica presencia de PortAventura, pero también aparecen joyas menos concurridas y de gran encanto como Altafulla, l’Ametlla de Mar, l’Ampolla o Torredembarra. Tierra adentro, localidades como Reus o Montblanc aportan un contrapunto monumental y cultural que habla de un pasado romano, modernista y medieval que ha dejado su huella en calles, plazas y fachadas, especialmente representadas en la ciudad de Tarragona. En lo natural, la Costa Dorada (o Costa Daurada, en catalán) ofrece desde sierras prelitorales como el Montsant o las Montañas de Prades hasta el humedal más grande de Cataluña: el Parque Natural del Delta del Ebro. Las murallas de Montblanc. ©Turisme Costa Daurada. Entre cultivos de arroz, lagunas, playas vírgenes y extensas zonas de avistamiento de aves, el Delta representa un paraíso para los amantes de la naturaleza y la fotografía. Por su parte, los montes del interior ofrecen rutas de senderismo, miradores y pueblos con encanto alejados del bullicio costero. Son numerosos los pueblos que merecen una visita por su belleza: Siurana, con su impresionante ubicación sobre un acantilado; Miravet, con su castillo templario reflejado en el Ebro; o Prades, la Vila Vermella, en pleno corazón de la montaña. Playa de los Muntanyans de Torredembarra. ©Turisme Costa Daurada. También hay pequeñas localidades costeras como Tamarit o l’Hospitalet de l’Infant que conservan un aire auténtico, con castillos, calas escondidas y paseos marítimos sosegados. En la mesa, la Costa Daurada se saborea con productos del mar como el atún rojo, la galera o las espardeñas, pero también con manjares del interior como los calçots, la escarola con romesco o los embutidos. La xatonada, las anguilas en suc o el arroz con pato son platos que hablan de una identidad singular, muy vinculada al territorio. Iglesia de Tamarit. ©Turisme Costa Daurada. A esto hay que añadir que, aunque mucha gente no lo sepa, la provincia de Tarragona es la que más denominaciones de origen protegidas de vino acumula en toda España, un total de siete, siendo dos de ellas compartidas a nivel autonómico como la DO Cava y la DO Catalunya. Sin embargo, aquí vamos a encontrar también zonas potentísimas como DOQ Priorat, así como DO Montsant, DO Terra Alta y la citada DO Tarragona, así como la DO Conca de Barberá. Además, si hablamos del trago, no debemos dejar pasar por alto la tradición del vermut de Reus, una de las grandes capitales de este vino aromatizado. Día 1 – Costa Dorada entre ruinas romanas y modernismo Iniciar la jornada en Tarragona implica un paseo por más de dos mil años de historia. El recorrido puede comenzar por el conjunto arqueológico romano, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El anfiteatro, situado junto al mar, ofrece una imagen impactante de lo que fue Tarraco, la capital de la Hispania Citerior. Junto al anfiteatro, el circo romano sorprende por su grado de conservación y la posibilidad de caminar por pasajes subterráneos. Las murallas romanas, de las más antiguas de la Península, enmarcan un casco antiguo lleno de sorpresas. Tras empaparse de Roma, el siguiente paso es la Catedral de Tarragona, mezcla de románico y gótico, que se erige en el punto más alto de la ciudad antigua. Su claustro y su museo diocesano albergan una interesante colección de arte sacro. Muralla - Paseo Arqueológico © Manel Antolí (RV Edipress) Desde ahí, perderse por la Part Alta, con sus callejuelas de piedra, balcones floridos y plazas con terrazas, permite descubrir rincones como el Pretorio, la Plaça del Fòrum o el Ayuntamiento. Alrededor del mediodía, poner rumbo a Reus ofrece un cambio de estilo y ambiente. A apenas 15 kilómetros de Tarragona, esta ciudad modernista tiene en la arquitectura su principal reclamo. El Gaudí Centre propone una visita interactiva que contextualiza la infancia y legado del arquitecto. Casa Navàs, en Reus. ©Reus Promoció. Aquí además puedes aprovechar para alternar en el Museu del Vermut que, además de espacio cultural, también es bar y restaurante y donde vas a encontrar la mayor carta de Es

En el sur de Cataluña, la Costa Daurada se extiende desde Cunit hasta Alcanar, en la frontera con la Comunidad Valenciana, haciendo honor a un nombre que refleja el dorado del sol en las arenas y playas de la provincia de Tarragona.
Sin embargo, mucho más allá de un litoral sorprendente, la costa tarraconense combina riqueza paisajística y patrimonial con maestría para ofrecer también un interior rural, la monumentalidad romana y medieval, y una cultura gastronómica marcada por el mar y el campo.
Localidades de sobra conocidas, emblemas del turismo local, no faltan en la Costa Dorada como Salou, Cambrils o Calafell, sin obviar la icónica presencia de PortAventura, pero también aparecen joyas menos concurridas y de gran encanto como Altafulla, l’Ametlla de Mar, l’Ampolla o Torredembarra.
Tierra adentro, localidades como Reus o Montblanc aportan un contrapunto monumental y cultural que habla de un pasado romano, modernista y medieval que ha dejado su huella en calles, plazas y fachadas, especialmente representadas en la ciudad de Tarragona.
En lo natural, la Costa Dorada (o Costa Daurada, en catalán) ofrece desde sierras prelitorales como el Montsant o las Montañas de Prades hasta el humedal más grande de Cataluña: el Parque Natural del Delta del Ebro.

Entre cultivos de arroz, lagunas, playas vírgenes y extensas zonas de avistamiento de aves, el Delta representa un paraíso para los amantes de la naturaleza y la fotografía. Por su parte, los montes del interior ofrecen rutas de senderismo, miradores y pueblos con encanto alejados del bullicio costero.
Son numerosos los pueblos que merecen una visita por su belleza: Siurana, con su impresionante ubicación sobre un acantilado; Miravet, con su castillo templario reflejado en el Ebro; o Prades, la Vila Vermella, en pleno corazón de la montaña.

También hay pequeñas localidades costeras como Tamarit o l’Hospitalet de l’Infant que conservan un aire auténtico, con castillos, calas escondidas y paseos marítimos sosegados.
En la mesa, la Costa Daurada se saborea con productos del mar como el atún rojo, la galera o las espardeñas, pero también con manjares del interior como los calçots, la escarola con romesco o los embutidos. La xatonada, las anguilas en suc o el arroz con pato son platos que hablan de una identidad singular, muy vinculada al territorio.

A esto hay que añadir que, aunque mucha gente no lo sepa, la provincia de Tarragona es la que más denominaciones de origen protegidas de vino acumula en toda España, un total de siete, siendo dos de ellas compartidas a nivel autonómico como la DO Cava y la DO Catalunya.
Sin embargo, aquí vamos a encontrar también zonas potentísimas como DOQ Priorat, así como DO Montsant, DO Terra Alta y la citada DO Tarragona, así como la DO Conca de Barberá. Además, si hablamos del trago, no debemos dejar pasar por alto la tradición del vermut de Reus, una de las grandes capitales de este vino aromatizado.
Día 1 – Costa Dorada entre ruinas romanas y modernismo
Iniciar la jornada en Tarragona implica un paseo por más de dos mil años de historia. El recorrido puede comenzar por el conjunto arqueológico romano, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El anfiteatro, situado junto al mar, ofrece una imagen impactante de lo que fue Tarraco, la capital de la Hispania Citerior. Junto al anfiteatro, el circo romano sorprende por su grado de conservación y la posibilidad de caminar por pasajes subterráneos. Las murallas romanas, de las más antiguas de la Península, enmarcan un casco antiguo lleno de sorpresas.
Tras empaparse de Roma, el siguiente paso es la Catedral de Tarragona, mezcla de románico y gótico, que se erige en el punto más alto de la ciudad antigua. Su claustro y su museo diocesano albergan una interesante colección de arte sacro.

Desde ahí, perderse por la Part Alta, con sus callejuelas de piedra, balcones floridos y plazas con terrazas, permite descubrir rincones como el Pretorio, la Plaça del Fòrum o el Ayuntamiento.
Alrededor del mediodía, poner rumbo a Reus ofrece un cambio de estilo y ambiente. A apenas 15 kilómetros de Tarragona, esta ciudad modernista tiene en la arquitectura su principal reclamo. El Gaudí Centre propone una visita interactiva que contextualiza la infancia y legado del arquitecto.

Aquí además puedes aprovechar para alternar en el Museu del Vermut que, además de espacio cultural, también es bar y restaurante y donde vas a encontrar la mayor carta de España dedicada a este trago (y no, no solo hay referencias locales). No muy lejos, otra parada para un aperitivo a base de ensaladilla y pescado frito es el infalible Bar Bon-Mar, otro clásico.
Para seguir con la ruta modernista, fachadas de gran valor como la Casa Navàs o la Casa Rull, firmadas por Domènech i Montaner y otros discípulos de Gaudí esperan en el casco histórico de la ciudad. La Plaça del Mercadal, corazón de Reus, concentra tiendas, bares y ambiente local perfecto para una pausa antes de comer.

No obstante, la coyuntura de la mañana también la podemos aprovechar para visitar algunos municipios de la parte norte de la Costa Dorada, sobre todo si vamos persiguiendo sol y playa.
Tanto Torredembarra, que también combina encanto histórico, como Altafulla son dos localidades perfectas para dar un tranquilo paseo matutino, aprovechando sus playas y su encanto medieval. De la primera, no dejes de visitar la Playa del Canyadell, toda una sorpresa.
Comida: entre avellanas y cocina de influencias asiáticas
Al gusto, como siempre, os dejamos varias opciones de dónde comer en este impasse entre Reus y Cambrils. En Reus, una buena opción para una cocina más creativa, muy inspirada en el mar, vamos a encontrar L'Alkimista. También, a precios comedidos, el chef Ferran Cerro dirige su propio restaurante –bajo su nombre– en el centro de Reus donde reinventa ciertas tradiciones culinarias catalanas a precios muy accesibles.

Si preferimos ya poner rumbo a Cambrils, una ciudad bastante gastronómica a pesar de su tamaño, hay muchas alternativas para comer bien, tanto en primera línea de playa como buscando más allá.
En este segundo sentido, el restaurante Hiu, regentado por el chef Sergi Palacín, es una de esas sorpresas que vamos a encontrar con una cocina que apuesta por lo local, pero donde suma sus experiencias en el Sudeste asiático para preparar menús bastante frescos.
También fuera de esa primera línea, aunque suene peculiar, el restaurante Prik Thai ofrece una cocina tailandesa de altísimo nivel de la mano de Edu Lafuente e Ing Rueangbankhon a precios igualmente comedidos (raro es que el ticket supere los 40 euros) que sorprenderá a muchos.

Si buscas un buen italiano, más allá de pensar que todos los italianos de costa son complicados, déjate sorprender en La Stiva, donde el chef Jordi Tranquillo está buscando ser más honesto con este tipo de gastronomía ofreciendo pastas frescas de autor, buenas pizzas y algunos entrantes infalibles como el vitello tonnato.
Tarde: Cambrils histórico y carreteras de interior
Ya por la tarde, es buen momento para explorar la cara menos conocida de Cambrils, más allá de su puerto turístico. El núcleo antiguo de la localidad conserva vestigios de su origen medieval, con la Torre del Llimó y el trazado irregular de sus calles como protagonistas. No obstante, si queremos una ración de playa, en Cambrils la podremos disfrutar sin problemas en algunos arenales como la Platja de la Llosa o Platja de l'Ardiaca.

Más allá del mar, la cultura sigue vigente en Cambrils, como sucede en El Molí de les Tres Eres, un antiguo molino harinero reconvertido en museo, ofrece una introducción al pasado agrícola de la zona. También es posible visitar la Ermita de la Mare de Déu del Camí, edificio de origen gótico.

Desde Cambrils, una pequeña ruta por el interior permite conocer pueblos como Riudoms, cuna de la familia de Gaudí, o Montbrió del Camp, famoso por su balneario y por sus jardines cuidados. En estos municipios, el ritmo es pausado, el comercio local permanece activo y las plazas invitan a sentarse y conversar con los vecinos. La arquitectura tradicional catalana y los productos de proximidad —aceite, vino, avellanas— muestran la riqueza de esta tierra alejada de los focos turísticos.
Desde allí se puede regresar a la costa, poniendo en el mapa de nuevo a Cambrils o, si seguimos hacia el sur, buscando otros destinos como L'Ametlla de Mar, cuyo paseo marítimo merece una buena caminata tanto matutina como vespertina.

No obstante, si queremos seguir por el interior, una buena idea para coger el coche es acercarnos a Pratdip y desde allí encarar la costa, haciendo una ruta que meta en el mapa a pueblos como Remullá, Vandellós o Masriudoms. Toca ir despacio, pero el paisaje entre pinares y valles merece la pena, antes de desembocar en la costa para hacer noche.
Cena: en los terrenos del atún rojo
El L'Ametlla de Mar hay bastantes alternativas para comer y cenar. Uno de los clásicos infalibles es El Molí dels Avis, donde además de arroces y atún rojo preparan excelentes arroces a apenas un par de pasos del puerto del pueblo, por lo que es una buena parada si queremos caminar al atardecer y cenar. O viceversa.

Otro infalible es La Llotja de Marc Miró, perfecto también para darse un homenaje a costa de atún rojo y de platos marineros, aunque aquí la tradición va a estar algo más reinventadas –sin pasarse de rosca– donde la xatonada, las espardeñas y, cuando es temporada, un gran manejo de setas.
Nunca faltan en su propuesta los fueras de carta, abundando también platos que mezclan el mar con productos de la huerta y ofertando también, generalmente, algún arroz, así como el clásico arrosejat, un imprescindible de la cocina de la Costa Dorada.
Día 2 – El Delta del Ebro: naturaleza, cultura y arrozales
Mañana: de lonjas a castillos y catedrales
El segundo día lo podemos comenzar con un paseo por el Muelle de Levante de L'Ametlla de Mar y desayunar en la cofradía de Pescadors de Sant Pere, en el propio puerto. Por la tarde, si estás allí, podrás ver además como se descarga el pescado del día y presenciar la subasta en la lonja, aunque lógicamente la venta no está abierta al público.
antes de poner camino a Tortosa, ciudad estratégica a orillas del Ebro que ha sido enclave de íberos, romanos, musulmanes y cristianos. Lo más recomendable es comenzar la visita en el castillo de la Suda, hoy convertido en parador, desde donde se disfruta de una vista panorámica del casco antiguo y del río.

El barrio judío, bien conservado, permite entender la convivencia de culturas que definió la ciudad en la Edad Media. La Catedral de Santa Maria, de estilo gótico con fachada barroca, guarda un interior majestuoso y un archivo documental de incalculable valor.
Pasear por el centro histórico de Tortosa es descubrir palacios renacentistas, restos de murallas árabes y jardines con aires románticos, como los del Príncipe. El paseo de les Avellanes y el mercado municipal de Tortosa son paradas ideales para captar la vida cotidiana de la ciudad, probar alguna fruta de temporada o comprar dulces tradicionales como los carquinyolis y pastissets (dos referencias clave son el Horno de Pan Alqueza y Pastissers Peralta).

También puede visitarse el Museu de Tortosa, instalado en un antiguo matadero modernista, que ofrece una buena panorámica de la evolución urbana de la ciudad.
A media mañana, se puede continuar hacia Amposta, apenas a 15 minutos en coche. Esta localidad se extiende en torno al puente colgante, símbolo de la ciudad y uno de los más singulares de Cataluña.

Aquí se puede visitar el Castillo de Amposta, del que quedan algunas ruinas, así como el Ecomuseu del Delta, que ofrece un anticipo del entorno natural que se explorará por la tarde. El paseo por el centro urbano permite pequeñas placitas y tiendas que conservan el comercio tradicional. También el mercado municipal de Amposta merece nuestra atención, con bastantes puestos aún en uso, especialmente de frutas y pescados.
Comida: parrilla a dos carrillos y arroz con 'estrella'
Dos paradas más que recomendables si estamos en el Delta del Ebro esperan, por ejemplo, en L'Algadir del Delta, dentro de la propia desembocadura del río (concretamente en Poble Nou), donde el chef Joan Capilla ejerce una cocina consciente, sencilla y con productos de proximidad en la que nunca faltan los arroces, la gran bandera culinaria de la zona.

También arroces sirve el chef Aitor López dentro del hotel Tancat del Codorniu, en la localidad de Alcanar, en la que presenta una propuesta de brasas y paellas en El Jardins del Tancat, mientras que en el restaurante Citrus del Tancat, más gastronómico y una estrella Michelin, ejecuta una cocina de guiños mediterráneos en la que el mar es el gran protagonista.
Ambos restaurantes, como decimos, tienen hotel, por lo que son perfectos si tenemos que encontrar nuestra parada nocturna dentro de la costa de Terres de l'Ebre.
Tarde: Delta del Ebro; playa y naturaleza
La tarde está reservada para adentrarse en el corazón del Parque Natural del Delta del Ebro, uno de los humedales más importantes del sur de Europa. Desde Deltebre o l’Ampolla se pueden alquilar bicicletas o coches eléctricos para recorrer los caminos rurales entre arrozales, canales y lagunas.
Una de las rutas más recomendables es la que lleva a la playa del Trabucador, una lengua de arena que penetra en el mar creando un paisaje hipnótico, especialmente al atardecer.

Otra opción es visitar las lagunas de la Tancada y la Encanyissada, donde se concentran gran cantidad de aves, incluidos flamencos, garzas reales o cigüeñuelas.
Existen observatorios de aves bien habilitados, desde los que es posible disfrutar del espectáculo natural sin alterar el entorno. En temporada, también se puede embarcar en rutas fluviales que remontan el Ebro o que se adentran en las bahías del Fangar o dels Alfacs.
La visita al Delta no estaría completa sin una parada en alguna granja de moluscos, donde se cultivan mejillones y ostras. Tampoco sin coger la bici y recorrer alguno de los paseos marítimos de la zona o acercarnos a Sant Carles de la Rápita, uno de los pueblos con mayor actividad pesquera de Cataluña, donde cada tarde se desembarcan los mariscos y pescados capturados durante la jornada.
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La noticia
48 horas en la Costa Dorada: qué hacer y qué comer en las playas de Tarragona
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Jaime de las Heras
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