Un periódico reveló la ruta diaria que seguía Carrero Blanco seis meses antes del magnicidio
Una información de junio de 1973 ofrece detalles sobre la misa a la que asistía el presidente del Gobierno, pero difícilmente pudo influir en el atentado

Un dato había pasado desapercibido en torno a uno de los asesinatos más destacados en la historia reciente de España, el magnicidio que acabó con la vida del almirante Luis Carrero Blanco. ETA consumó un plan que venía elaborando desde meses atrás, no sin discrepancias entre sus integrantes y algunos cambios en los planes ideados por los miembros del comando instalado en Madrid. Con el atentado, la banda terrorista llamaba la atención de la comunidad internacional y se erigía como ariete contra el franquismo, aunque su objetivo definitivo era el mismo que originó su creación: la instauración de una Euskal Herria independiente e izquierdista.
Ese dato que ha pasado desapercibido hasta la actualidad está relacionado con las medidas de seguridad en torno a Luis Carrero Blanco. Seis meses antes del asesinato, una información periodística reveló la hora y la iglesia a la que el almirante asistía diariamente a misa. El comando compuesto por José Miguel Beñarán Ordeñana, más conocido como Argala, José Ignacio Abaitua Gómez, alias Marquin, Pedro Ignacio Pérez Beotegui, Wilson, Javier María Larreategui Cuadra, Atxulo, José Antonio Urriticoechea Bengoechea, Josu, y Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban, Zigor, acabaría con su vida poco después de salir del templo, al estallar la carga explosiva oculta en un túnel bajo tierra al paso del vehículo en el que viajaba el entonces presidente del Gobierno.
Pero difícilmente la publicación de esa información en una revista influyó en la determinación del atentado. Se han escrito numerosas teorías sobre quién era el fantasma del Mindanao; la misteriosa figura que, en una cafetería, entregó a Argala el nombre del almirante, llamado a suceder a Franco tras su muerte.
Un misterio que ha abonado muy diversas teorías. Desde la implicación de sectores reaccionarios que veían con recelo las maniobras de Carrero Blanco hasta la participación de potencias extranjeras, centrando casi siempre el foco en Estados Unidos -por la proximidad de su embajada al lugar del atentado-. ¿Cómo era posible que los terroristas tuvieran información tan detallada sobre las rutinas del almirante?
La publicación en prensa
Esa pregunta, formulada en el año 2025, no tiene el mismo sentido que en 1973, año del magnicidio. Porque las estrictas medidas de seguridad que adoptan ahora los principales dirigentes políticos eran, entonces, inexistentes. ETA ya había asesinado, pero ni de lejos había adquirido la dimensión que terminaría por tener en tiempos de democracia. Había incluso mandatarios del régimen que consideraban que no era más que un elemento tan clandestino como residual.
La información clave para asesinar a Carrero Blanco pasaba por obtener un detalle específico sobre sus hábitos y rutinas diarios. Los autores de diversas teorías insisten en esas posibles filtraciones, pero lo cierto es que no se trataba de una información especialmente opaca. Prueba de ello es la información que, como arrancaba este artículo, ha pasado desapercibido hasta ahora.
Se trata de una publicación periodística. El 16 de junio de 1973, la revista Blanco y Negro -entonces una publicación independiente y después reconvertida en suplemento del periódico ABC- ofreció un extenso especial en torno al sucesor de Franco: “Carrero Blanco, expectación y futuro”, rezaba la portada de la publicación.
Entre los numerosos artículos, había uno que se titulaba “Luis Carrero Blanco, el hombre y su obra”, con detalles muy específicos de su vida personal y cotidiana. “Hombre de profunda y sincera convicción religiosa, oye diariamente misa en la iglesia de los Jesuitas, en la calle de Serrano”, apuntaba el periodista.
A renglón seguido apuntaba más claves sobre sus horarios: “Los habituales de la misa de nueve se quedaron sorprendidos al verle ocupar el banco de siempre, junto a los demás fieles, el sábado último, poco antes de jurar en El Pardo el cargo de Presidente del Gobierno”. El artículo revelaba más aspectos sobre su día a día. Que Carrero Blanco “vive desde hace años” en la calle de Hermanos Bécquer en “una casa de pisos común y corriente”, “típica vivienda de clase media acomodada”. Y concluía que “el Presidente no tiene residencia oficial”.
No obstante, es difícil creer que esta información influyese en la determinación de ETA por acabar con Carrero Blanco. Por una razón específica: la cronología no encaja. Argala y buena parte de sus compañeros de comando llevaban en Madrid, al menos, desde 1971. En la capital urdieron una red de colaboradores, entre grupúsculos anarquistas y comunistas, con el apoyo firme de Genoveva Forest, casada con el dramaturgo Alfonso Sastre. Y, con ellos, pergeñaron varios zulos donde ocultaron armamento, diverso material y propaganda.
La reunión en el hotel Mindanao -en la que se puso el nombre de Carrero Blanco encima de la mesa- se produjo en septiembre de 1972. Desde entonces, los terroristas idearon varios planes contra el almirante. El primero pasaba por el secuestro. A tal efecto, constituyeron una “cárcel del pueblo” en Alcorcón para recluir al mandatario. Pero diversas vicisitudes truncaron su propuesta inicial y acabaron apostando, no sin discrepancias dentro de la organización, por el magnicidio.
Información pública
Los detalles del asesinato son de sobra conocidos. El 20 de diciembre de 1973, Carrero Blanco, presidente del Gobierno, salió de su habitual misa en la iglesia de los Jesuitas, en la madrileña calle de Serrano. Argala y compañía excavaron un túnel desde un semisótano ubicado en la calle de Claudio Coello para colocar cargas explosivas sustraídas por ETA, meses atrás, de un polvorín de Hernani.
La explosión fue letal. El vehículo, un Dodge 3700 GT, saltó por los aires y saltó por encima de un edificio colindante. Murieron Carrero Blanco, el policía que le acompañaba, Juan Antonio Bueno Fernández, y el conductor del coche, José Luis Pérez Mogena.
La publicación de la revista Blanco y Negro está fechada en el 16 de junio de 1973, cuando los terroristas ya llevaban meses ideando su plan para acabar con Carrero Blanco. La revelación de esta información, por tanto, no influyó en el desenlace del presidente del Gobierno, aunque sí evidencia las escasas medidas de seguridad de la época.
El historiador Gaizka Fernández Soldevilla, investigador del Centro Memorial Víctimas del Terrorismo, ha aportado numerosas claves sobre la Operación Ogro -así se le llamó al magnicidio perpetrado por ETA- en varios artículos y en el libro Las raíces de un cáncer [editado por Tecnos]. “Ver algo así hoy día es impensable, pero entonces no se pensaba tanto en estos detalles”, sostiene en conversación con Vozpópuli, en relación a la información periodística que ofrecía las rutinas del presidente del Gobierno.
A los terroristas tampoco les habría sido de especial dificultad acceder a otra información que hoy se podría considerar confidencial o secreta. “Bastaba con que hubiesen cogido el listín telefónico para encontrar la dirección particular de Carrero Blanco”, añade Fernández Soldevilla.
Así, la información periodística que hasta ahora ha pasado desapercibida para la información pública, más que revelar un punto específico de la Operación Ogro, evidencia el diferente calibre con las medidas de seguridad que entonces imperaban. Tras el magnicidio, ETA aún mataría a más de 800 personas; la última de ellas, el gendarme francés, Jean-Serge Nérin, asesinado el 16 de marzo de 2010.