Merino estrena 'El bosque', un viaje sonoro por sus cicatrices, símbolos y esperanzas
Tras Himnos de guerra, la banda se reinventa con un álbum íntimo que recorre la biografía de su compositora a través de diez temas

Merino no es solo un grupo, es una declaración de intenciones. Nacido de la complicidad creativa entre la cantante y compositora Marina López y el guitarrista Álex López, este proyecto ha ido creciendo con paso firme dentro del panorama nacional hasta convertirse en una de las propuestas más personales y honestas de la escena. Ahora, con su nuevo álbum 'El bosque', Merino da un paso más: construyen un universo propio en el que la música se convierte en refugio, catarsis y celebración.
Les hemos entrevistado justo antes de un verano lleno de conciertos. Nos hablan de este nuevo trabajo, de escribir desde la herida, de cómo han encontrado en su equipo un entorno.
‘El bosque’: un disco como refugio
Merino tenía claro desde el principio que este disco debía ser diferente. No solo en el sonido, sino en el proceso. El bosque no es solo el título de su nuevo trabajo, es también la imagen que lo vertebra: un espacio en el que perderse y encontrarse, una metáfora de crecimiento, refugio y reconstrucción. “Queríamos que cada canción fuera una hoja, una parte de ese bosque. Una historia que se suma a otra y acaba formando algo mucho más grande”, explican.
Fotografía: Vanesa Nérida
Después de Himnos de guerra, un álbum directo y poderoso que les abrió muchas puertas, sentían que era el momento de crear desde otro lugar. “Ese disco nos permitió que ahora todo sea distinto. Ya no tienes que demostrar, puedes construir con más calma, con más verdad”, cuentan. En este nuevo escenario, la libertad creativa ha sido fundamental: trabajar con Santos y Fluren en la producción, mantener el mismo equipo visual y repetir con su diseñadora María les ha permitido dar forma a un universo más cohesionado y personal. “Cuando no estás apagando fuegos, puedes dedicarte a crear. Y eso se nota. El bosque está hecho con otra energía, con otra perspectiva.”
El disco está formado por diez canciones que recorren en primera persona distintas etapas vitales. Cada una lleva por título un año, y cada año es el reflejo de un momento clave en la vida de la compositora. “Es un viaje por mi propia biografía, pero también por emociones universales. Hay dolor, pero también luz. Hay heridas, pero también aprendizaje”, señala. Las letras están cargadas de referencias, analogías y símbolos que invitan a una escucha pausada, casi como si el álbum estuviera hecho para ser explorado, no solo oído.
Símbolos, detalles y cicatrices
El bosque está lleno de símbolos que funcionan como capas: hay referencias naturales, metáforas emocionales y pequeños guiños que solo entenderá quien se detenga. “Queríamos cuidar cada detalle. Que el disco no fuera solo algo que se escucha, sino algo que se vive”, nos dicen.
Desde el diseño de portada hasta los visuales que acompañarán los conciertos, todo responde a una narrativa clara: la importancia de mirar dentro. “Hay quien se va a identificar con una frase, con un sonido o con una imagen. Cada persona puede entrar por un sitio distinto. Y eso nos parece muy bonito”, explican.
El trabajo conjunto con su equipo habitual también ha sido clave. “Con María, nuestra diseñadora, hay una conexión muy especial. Ella traduce en imágenes lo que no sabemos decir con palabras. Y eso nos ha dado una coherencia estética muy potente”, cuentan.
Fotografía: Vanesa Nérida
Escribir desde el dolor… y la esperanza
Una de las señas de identidad de Merino es su manera de contar lo que duele sin dramatismos. “Hemos escrito muchas canciones llorando. Pero también hemos escrito muchas para dejar de llorar”, confiesan.
El proceso creativo de El bosque ha sido profundamente introspectivo, pero también liberador. “Hay temas que nacieron en momentos muy oscuros, pero que al compartirlos se transformaron. Y eso es lo que queremos que pase también con quien los escuche”, dicen. En ese sentido, el álbum no se recrea en la tristeza, sino que busca construir a partir de ella.
“Escribir desde la herida es inevitable. Pero también queremos escribir desde la cicatriz, desde el aprendizaje. Desde ese sitio donde ya no duele igual, pero te acuerdas de lo que dolió”, explican. Y eso se traduce en canciones que no solo acompañan, sino que empujan hacia adelante.
Fotografía: Vanesa Nérida
Un verano para no parar
La publicación de El bosque marca el inicio de una nueva etapa para Merino. El grupo arranca un verano lleno de conciertos y festivales en los que presentarán este nuevo trabajo en directo, con una puesta en escena tan cuidada como su música. “Tenemos muchas ganas de compartir esto con la gente. El directo es el lugar donde todo cobra sentido”, aseguran.
Aunque todavía queda mucho por recorrer, Merino ha encontrado su sitio. Y, más importante aún, ha construido el lugar desde el que quiere seguir creciendo: un entorno seguro, honesto, lleno de símbolos y canciones que hablan desde dentro. Como un bosque que te abraza cuando más lo necesitas.