Un banco, una eléctrica, un Führer

Ahora los del BBVA quieren quitarnos sucursales, cajeros automáticos y trabajadores bancarios, y reducir nuestras posibilidades de libre elección de una entidad financiera. Y a muchos compatriotas les parece normal. Poco nos pasa Un anuncio televisivo del BBVA nos machaca desde hace meses con una escena en la que un par de personas intentan convencernos con perogrulladas de las ventajas de que esta entidad se adueñe del Sabadell a través de una OPA hostil. Juntos seremos más fuertes, dicen sus protagonistas a lo Paulo Coelho. Juntos, añaden, podremos conceder más créditos a los autónomos y las pequeñas empresas, actores económicos siempre sedientes de cariño y financiación. Pedro Sánchez nos ha invitado a los españoles a participar en una consulta pública sobre esta OPA y permítanme que exprese aquí mi opinión. En primer lugar, diré lo que calla la pareja del anuncio: juntos, esto es, con el Sabadell en manos del BBVA, se cerrarán sucursales bancarias y se despedirán trabajadores. Esto ya lo han señalado sindicatos y asociaciones de consumidores, pero yo tengo una segunda objeción que va más allá: juntos se perderá libertad. Soy un libertario progresista, no de los que comulgan con las patochadas de Javier Milei. Como libertario me tomo muy en serio la promesa fundacional del capitalismo: la libertad de competencia como modo de crear riqueza y empleo. Pero como progresista constato que el capitalismo traiciona con desvergüenza esa promesa y tiende al oligopolio y hasta el monopolio. Ya desde el siglo XIX, el capitalismo favorece la concentración. Se le llena la boca con alusiones a la libertad, la pluralidad, la competencia, la variedad de la oferta, pero sueña con un mundo dominado por un solo banco, una sola eléctrica, una sola cadena de supermercados, un solo operador televisivo, un solo distribuidor de gas y petróleo, aunque sea con diferentes marcas, camuflajes o banderas de conveniencia. En manos privadas, eso sí, que si fueran públicas lo llamaría comunismo. La expresión política de esta pulsión totalitaria fue el lema de los nazis: Ein Volk, ein Reich, ein Führer. Un lema retomado ahora por ese neofascismo que sueña con un mundo dominado por Estados Unidos, una única empresa global liderada por Elon Musk y un Führer planetario llamado Donald Trump. ¿Libertad de comercio? Puf, paparruchas viejunas; pongamos aranceles. ¿Competencia empresarial? Ag, eso es ineficaz, hagamos economías de escala con una sola empresa para cada cosa y, al final del proceso, una sola empresa para todo. Privada, por supuesto. ¿El Gran Hermano de Orwell? Pues sí. Yo prefiero, en cambio, que haya varios bancos en España. No soy ingenuo, sé que todos son despiadados y van a lo suyo, cobrarme intereses y comisiones, pero pienso que, si hay varios, algo tendrán que competir por la captación de clientes. Igual uno me da medio puntillo más de interés por un depósito o me ofrece un cuarto de puntillo menos por una hipoteca. Las izquierdas con poquísimo nos conformamos de momento en el ámbito financiero. No me gusta, pues, que el BBVA quiera zamparse al Sabadell. Ya hemos perdido en nuestra querida España decenas de alternativas bancarias desde la crisis de Lehman Brothers. Y aplaudo las reticencias del Gobierno del PSOE y Sumar a bendecir sin chistar la codicia del BBVA. El Gobierno tiene que velar por algo que llamamos interés general, en este caso la libre competencia. Tras más de cuarenta años de trabajo asalariado, mis ahorros no alcanzan ni para comprar un apartamento de 40 metros cuadrados en el distrito madrileño de Ciudad Lineal. Aun así, los tengo depositados en tres entidades bancarias distintas. Aprendí de mis padres a no poner todos los huevos en la misma cesta, jamás me he fiado de aquello de que todos los depósitos están garantizados. Me gustaría que alguna de esas tres entidades fuera pública. No entiendo por qué no puede existir en España un banco público, como lo fue Argentaria, o, ya puestos, una compañía eléctrica pública, como lo fue Endesa y lo es su ahora principal propietaria, la italiana Enel. Les juro que no lo entiendo. Supongo que ha quedado claro que soy partidario de la libre competencia -es lo que estoy defendiendo ahora, ¿no?-, pero no sé por qué no pueden participar en ella algunas empresas públicas en ámbitos tan cruciales como las finanzas o la energía. Sospecho que, si Felipe y José María no hubieran privatizado casi todo lo que tenían a su alcance, incluida la Red Eléctrica, quizá hubiéramos podido ahorrarnos el Gran Apagón del 28 de abril y la crisis ferroviaria del lunes. Así es la España de los inmensos beneficios de unas pocas empresas: mucho consumo eléctrico y mucho tráfico ferroviario para unas infraestructuras sobrecargadas, asfixiadas, desfallecientes. Ahora los del BBVA quieren quitarnos, además, sucursales, cajeros automáticos y trabajadores bancarios

May 8, 2025 - 06:54
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Un banco, una eléctrica, un Führer

Un banco, una eléctrica, un Führer

Ahora los del BBVA quieren quitarnos sucursales, cajeros automáticos y trabajadores bancarios, y reducir nuestras posibilidades de libre elección de una entidad financiera. Y a muchos compatriotas les parece normal. Poco nos pasa

Un anuncio televisivo del BBVA nos machaca desde hace meses con una escena en la que un par de personas intentan convencernos con perogrulladas de las ventajas de que esta entidad se adueñe del Sabadell a través de una OPA hostil. Juntos seremos más fuertes, dicen sus protagonistas a lo Paulo Coelho. Juntos, añaden, podremos conceder más créditos a los autónomos y las pequeñas empresas, actores económicos siempre sedientes de cariño y financiación.

Pedro Sánchez nos ha invitado a los españoles a participar en una consulta pública sobre esta OPA y permítanme que exprese aquí mi opinión. En primer lugar, diré lo que calla la pareja del anuncio: juntos, esto es, con el Sabadell en manos del BBVA, se cerrarán sucursales bancarias y se despedirán trabajadores. Esto ya lo han señalado sindicatos y asociaciones de consumidores, pero yo tengo una segunda objeción que va más allá: juntos se perderá libertad.

Soy un libertario progresista, no de los que comulgan con las patochadas de Javier Milei. Como libertario me tomo muy en serio la promesa fundacional del capitalismo: la libertad de competencia como modo de crear riqueza y empleo. Pero como progresista constato que el capitalismo traiciona con desvergüenza esa promesa y tiende al oligopolio y hasta el monopolio.

Ya desde el siglo XIX, el capitalismo favorece la concentración. Se le llena la boca con alusiones a la libertad, la pluralidad, la competencia, la variedad de la oferta, pero sueña con un mundo dominado por un solo banco, una sola eléctrica, una sola cadena de supermercados, un solo operador televisivo, un solo distribuidor de gas y petróleo, aunque sea con diferentes marcas, camuflajes o banderas de conveniencia. En manos privadas, eso sí, que si fueran públicas lo llamaría comunismo.

La expresión política de esta pulsión totalitaria fue el lema de los nazis: Ein Volk, ein Reich, ein Führer. Un lema retomado ahora por ese neofascismo que sueña con un mundo dominado por Estados Unidos, una única empresa global liderada por Elon Musk y un Führer planetario llamado Donald Trump. ¿Libertad de comercio? Puf, paparruchas viejunas; pongamos aranceles. ¿Competencia empresarial? Ag, eso es ineficaz, hagamos economías de escala con una sola empresa para cada cosa y, al final del proceso, una sola empresa para todo. Privada, por supuesto. ¿El Gran Hermano de Orwell? Pues sí.

Yo prefiero, en cambio, que haya varios bancos en España. No soy ingenuo, sé que todos son despiadados y van a lo suyo, cobrarme intereses y comisiones, pero pienso que, si hay varios, algo tendrán que competir por la captación de clientes. Igual uno me da medio puntillo más de interés por un depósito o me ofrece un cuarto de puntillo menos por una hipoteca. Las izquierdas con poquísimo nos conformamos de momento en el ámbito financiero.

No me gusta, pues, que el BBVA quiera zamparse al Sabadell. Ya hemos perdido en nuestra querida España decenas de alternativas bancarias desde la crisis de Lehman Brothers. Y aplaudo las reticencias del Gobierno del PSOE y Sumar a bendecir sin chistar la codicia del BBVA. El Gobierno tiene que velar por algo que llamamos interés general, en este caso la libre competencia.

Tras más de cuarenta años de trabajo asalariado, mis ahorros no alcanzan ni para comprar un apartamento de 40 metros cuadrados en el distrito madrileño de Ciudad Lineal. Aun así, los tengo depositados en tres entidades bancarias distintas. Aprendí de mis padres a no poner todos los huevos en la misma cesta, jamás me he fiado de aquello de que todos los depósitos están garantizados.

Me gustaría que alguna de esas tres entidades fuera pública. No entiendo por qué no puede existir en España un banco público, como lo fue Argentaria, o, ya puestos, una compañía eléctrica pública, como lo fue Endesa y lo es su ahora principal propietaria, la italiana Enel. Les juro que no lo entiendo. Supongo que ha quedado claro que soy partidario de la libre competencia -es lo que estoy defendiendo ahora, ¿no?-, pero no sé por qué no pueden participar en ella algunas empresas públicas en ámbitos tan cruciales como las finanzas o la energía.

Sospecho que, si Felipe y José María no hubieran privatizado casi todo lo que tenían a su alcance, incluida la Red Eléctrica, quizá hubiéramos podido ahorrarnos el Gran Apagón del 28 de abril y la crisis ferroviaria del lunes. Así es la España de los inmensos beneficios de unas pocas empresas: mucho consumo eléctrico y mucho tráfico ferroviario para unas infraestructuras sobrecargadas, asfixiadas, desfallecientes.

Ahora los del BBVA quieren quitarnos, además, sucursales, cajeros automáticos y trabajadores bancarios, y reducir nuestras posibilidades de libre elección de una entidad financiera. Y a muchos compatriotas les parece normal. Poco nos pasa.  

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