El durito lo cambia quien lo tiene. Y Pablo Aguado llevaba demasiado tiempo guardándolo en lo más profundo de su bolsillo hasta que este jueves de farolillos decidió sacarlo en la Maestranza e introducirlo por la ranura del corazón de Sevilla. Veinte pases , a modo de reconquista. Salían toreando de la plaza y hablaban del único que no había cortado orejas. Ésas que le hubieran dado de Victorioso, el cupón premiado que le había regalado 'Juampedro' para que volviera a cantar Victoria. El toro con el que ambos soñaban, ése magno animal que confirmó al matador como cardenal del toreo sevillano y que reconcilió y reivindicó a su criador. Fue ésta la obra cimera de Pablo Aguado, la pieza...
Ver Más