Pedro Sánchez, operador privado
Cuentan que en enero de 1934, en el Congreso de los Diputados, durante un apagón que afectó al salón de plenos, el orador que estaba entonces en la tribuna se negó a seguir interviniendo ante la falta de luz, a lo que el presidente, Santiago Alba, le inquirió entre la carcajada general:-Siga su señoría, que … Continuar leyendo "Pedro Sánchez, operador privado"

Cuentan que en enero de 1934, en el Congreso de los Diputados, durante un apagón que afectó al salón de plenos, el orador que estaba entonces en la tribuna se negó a seguir interviniendo ante la falta de luz, a lo que el presidente, Santiago Alba, le inquirió entre la carcajada general:
-Siga su señoría, que si no hay luz hay taquígrafos.
Casi un siglo después, con un Congreso apagado por el filibusterismo de su propia presidenta, Francina Armengol, y los autocráticos modos de Pedro Sánchez, otro apagón ha dejado al Gobierno sin luces, valga la redundancia, arrojando a toda España a las tinieblas, valga también la redundancia porque era donde ya estábamos.
La situación es de tal gravedad que ha obligado a Tezanos a salir de urgencia con el CIS para reestablecer los circuitos del amor encendido que supuestamente manifiestan los españoles hacia Sánchez.
En la encuesta flash realizada después del apagón eléctrico, el CIS le enchufa nada menos que un 34,8% de «megavotos» al PSOE, más que suficientes para mantener encendidas las luces de neón de todos los garitos de carretera de las Españas donde el socialismo patrio suele predicar y practicar la fraternidad universal.
Pero la realidad es que el mix de energía que mantiene en funcionamiento a Sánchez y sus ministros ya no da más de sí desde hace mucho tiempo.
Es posible que para calibrar el alcance de este fundido de plomos político los socialistas alumbren un comité de situación, formado al menos por cuatro grupos de trabajo, divididos a su vez en ocho subgrupos, que se parcelarán por su parte en veinte minigrupos cada uno, con un jefe de gabinete en todos ellos que tendrá su correspondiente jefe de gabinete, como hacía Óscar López cuando él era el jefe de su jefe de gabinete en el gabinete de Sánchez.
Como ha dicho Félix Bolaños tan brillantemente como suele, los comités de situación están para analizar la situación. Así que, si los grupos, subgrupos y minigrupos se lían más que los mandos del Scalextric, no importa porque lo esencial es analizar, y si es durante tres o seis meses, mejor para el Gobierno, que de eso se trata: de analizar cómo proteger al Gobierno, no cómo proteger a los españoles del Gobierno y sus apagones.
Como el portero de La gran familia cuando advertía a José Luis López Vázquez de la enésima avería del ascensor, el Gobierno de Sánchez acabará saliendo el otoño que viene a explicar a los españoles que la causa del apagón fue «que se había esquematizado la fusibilidad».
El comité de situación vigilará también el riesgo de que se produzca en el Gobierno una brusca oscilación de frecuencia que mande todo al garete. Suele pasar cuando la hiperactividad asíncrona de Montero, a la que ya se le han saltado varias veces los fusibles, como cuando cuestionó la presunción de inocencia, se combina con el súbito parón del núcleo irradiador síncrono de todos los ministros de Sumar.
Aquí Sánchez es el que deviene operador privado, en el sentido de que su yo y su circunstancia operan exclusivamente según sus intereses personales y no los de los españoles, aunque le sostiene el capital público, en su caso hasta familiares de segundo grado, músicos más concretamente.
Su misión como tal operador privado es ir asignando en cada momento entre sus vicepresidentes y ministros los porcentajes de generación de energía que deben aportarle para su propio provecho, si es que alguno es capaz de generar algo y no seguir degenerando como se está viendo.
Es cierto que Sánchez ha tenido que prescindir de la energía térmica de Ábalos, que garantizaba un elevado grado calórico al suministro y a sus «sobrinas». Sin embargo, tanto calentón se juzgó inapropiado para el mix en un determinado momento, porque los altos rendimientos asíncronos de la trama empezaban a cantar demasiado, dado que ya hay gente que dice que llevaba fajos de billetes a Ferraz a cualquier hora para pagar enchufes.
En fotovoltaica ha habido también muchos cambios. Los ministros que debían brillar como el sol, han terminado más carbonizados que las turbinas del Falcon, caso de Díaz, Marlaska o Puente. Por ello Sánchez ha decidido transportarlos a las centrales de residuos para ver si quemándolos del todo aportan algo al mix.
En energía eólica el equipo de Sánchez no va mejor: ya son varios los ministros a los que se los ha llevado el viento como a María Sarmiento, y más que serán por esa querencia de enviarlos a zonas de alta tensión como candidatos, dejando sus ministerios a oscuras, con un panorama tan negro como sus aspiraciones electorales, como es el caso de Óscar López.
En hidráulica, Sánchez cuenta con las turbinas lacrimógenas de Pilar Alegría como principal fuerza motriz, de tanto victimizar al Gobierno en todas las ruedas de prensa del Consejo de Ministros. Tal energía se genera pese a los frecuentes cortocircuitos léxicos y gramaticales con los que la portavoz del Gobierno y ministra de Educación adorna en cascada sus locuciones del parte de guerra del sanchismo contra el resto del mundo.
Otros ministros están en permanente incertidumbre, entre el cierre definitivo o la moratoria, como la energía nuclear en España. En esa situación está Margarita Robles, que dio ante las inundaciones en Valencia un ejemplo escalofriante de fusión en frío con aquello de que los militares no pueden hacer todo, mientras seguían desaparecidas decenas de víctimas de la catástrofe.
Así, con un mix paupérrimo, de alta toxicidad para las instituciones, que trata únicamente de minimizar costes para el operador privado Sánchez, es como España ha llegado a contar con una red esquelética nacional que nos sitúa en inmejorables condiciones para alcanzar las más altas cotas de miseria.
A pesar de todo, este Gobierno con menos luces que un barco pirata está dispuesto a asaltar la España constitucional, colaborando con el proyecto de Otegi y Puigdemont para culminar la construcción de sus feudos supremacistas en País Vasco y Cataluña.
El anuncio de Sánchez de esta semana sobre la instauración del «pufo» catalán, indica que está dispuesto a llegar hasta el final, aunque el resto de los españoles veamos mermados nuestros bolsillos y los presupuestos públicos dedicados a sanidad, educación, atención social o transportes.
Sólo es de esperar que el apagón en que se encuentra sumido el Gobierno propicie que los ciudadanos tengan la oportunidad de pulsar para siempre el interruptor del fin del sanchismo antes de que la factura sea impagable, si es que no lo es ya.