Oportunidades para Argentina en el nuevo orden del comercio internacional

Estados Unidos sube aranceles, China responde, Europa duda, y América Latina queda a la espera. Cómo la Argentina podría colarse y encontrar su espacio en los huecos que dejan las grandes potencias.

Abr 29, 2025 - 20:15
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Oportunidades para Argentina en el nuevo orden del comercio internacional

 Nicolás Soldatich (*)

La economía global se reacomoda tras varios golpes en los últimos años, guerras bélicas y comerciales, pandemia, inflación persistente y una nueva ola de proteccionismo que recuerda tiempos pasados. Aranceles van, restricciones vienen, y mientras las potencias reajustan sus estrategias, Argentina observa la pista del comercio mundial preguntándose si todavía hay lugar para bailar.

En este nuevo contexto, la incertidumbre dejó de ser una anomalía para convertirse en norma. Los economistas suelen repetir que a los mercados no les gusta la incertidumbre, y tienen razón. Cuando no se sabe qué va a pasar, nadie invierte, nadie contrata, y el consumo se retrae. Pero, como ocurre en casi todas las crisis, también surgen oportunidades para quienes saben mirar con atención.

Estados Unidos sube aranceles, China responde, Europa duda, y América Latina queda a la espera. El Fondo Monetario Internacional ya bajó sus proyecciones de crecimiento global para 2025, y la región aparece entre las más afectadas. Sin embargo, en los huecos que dejan las grandes potencias, pueden colarse nuevos jugadores. Ahí es donde Argentina podría encontrar su espacio.

Desde la pandemia y la guerra en Ucrania, la idea de depender de cadenas de suministro largas y frágiles perdió atractivo. Hoy muchos países buscan proveedores más cercanos o aliados confiables, el llamado friendshoring. Esta tendencia abre la puerta a países que ofrezcan lo que el mundo necesita sin estar atrapados en disputas geopolíticas.

Argentina, sorprendentemente, está bien posicionada. Tiene ventajas comparativas que siguen vigentes, como los alimentos, energía, minerales estratégicos y servicios basados en conocimiento. Lo que falta no es qué ofrecer, sino cómo organizarse para aprovecharlo. Nuestra agroindustria sigue siendo un pilar fuerte.

En un mundo preocupado por el acceso a los alimentos, la soja, el trigo, el maíz y la carne siguen siendo productos estrella. El problema no está en la producción, sino en cómo llegar al mercado, y son necesarias rutas, puertos y logística que aún no están a la altura del desafío.

En el terreno energético, contamos con litio, gas y petróleo no convencional, y un potencial enorme en energías renovables. El triángulo del litio que compartimos con Bolivia y Chile es fundamental para la transición energética global. Pero el desarrollo de este sector requiere planificación a largo plazo, inversión y reglas estables. Sin eso, el recurso queda enterrado.

Respecto a los servicios tecnológicos, exportamos software y talento humano de alto nivel, con una comunidad que se expandió incluso en medio de crisis económicas. Pero todavía falta una política que impulse al sector como verdadero generador de divisas y empleo calificado. Pero sobre todo contamos con una capacidad empresarial poco común, empresas locales que han aprendido a adaptarse a condiciones cambiantes, desde cepos cambiarios hasta inflación crónica. Esa resiliencia, aunque nacida de la necesidad, hoy es una fortaleza.

En sectores de alta tecnología, como la industria satelital, la nuclear o la biotecnología, tenemos logros concretos. INVAP y otras instituciones muestran que no se trata sólo de vender materias primas. Hay conocimiento, hay innovación. Lo que falta es volumen y continuidad.

En cuanto al Mercosur, no genera mucho entusiasmo, pero puede ser útil. Brasil es nuestro principal socio comercial, y una integración regional bien planteada por sobre los sesgos ideológicos podría permitirnos participar de cadenas de valor más estables y cercanas.

Pero todo esto, las oportunidades, los recursos, y el talento no valen nada sin políticas públicas que acompañen. Por tal motivo es tan importante la estabilidad macroeconómica, pero sin infraestructura, sin reglas del juego claras, las ventajas se evaporan.

El mundo se reorganiza, y ya no se trata sólo de competir por precio, sino por confianza, previsibilidad y capacidades. Argentina puede ocupar un lugar relevante en ese nuevo orden, pero necesita dejar de improvisar. No hay que elegir entre campo o industria, litio o software. La riqueza está en la diversidad. Sin duda el problema no es la falta de oportunidades, es la falta de una estrategia sostenida para aprovecharlas. Porque si no lo hacemos nosotros, lo hará otro. Y entonces, como tantas veces, nos quedaremos con la sensación de haber estado cerca, pero no haber llegado.

(*) Economista especialista en comercio exterior.