«La sociedad civil tiene que exigir a los políticos altura de miras»

Comprender el mundo en el que ahora vivimos se siente muchas veces algo demasiado complejo. Estamos en un contexto acelerado, en el que no paran de pasar cosas, pero en el que la actualidad tiene raíces cada vez más profundas y complejas y una vida útil que parece cada vez más efímera. ‘La era de la revancha’ (Anagrama) es el conciso ensayo con el que el periodista Andrea Rizzi (Roma, 1975) da las líneas maestras para comprender de dónde venimos y dónde estamos. Pensaba preparando esta entrevista si no se quedarían obsoletas las respuestas en cuestión de días. En Estados […] La entrada «La sociedad civil tiene que exigir a los políticos altura de miras» se publicó primero en Ethic.

Abr 7, 2025 - 16:41
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«La sociedad civil tiene que exigir a los políticos altura de miras»

Comprender el mundo en el que ahora vivimos se siente muchas veces algo demasiado complejo. Estamos en un contexto acelerado, en el que no paran de pasar cosas, pero en el que la actualidad tiene raíces cada vez más profundas y complejas y una vida útil que parece cada vez más efímera. ‘La era de la revancha’ (Anagrama) es el conciso ensayo con el que el periodista Andrea Rizzi (Roma, 1975) da las líneas maestras para comprender de dónde venimos y dónde estamos.


Pensaba preparando esta entrevista si no se quedarían obsoletas las respuestas en cuestión de días. En Estados Unidos parece que están pasando cosas todo el rato. The New York Times me manda alertas de breaking news cada 20 minutos… Desde el periodismo internacional, ¿se pueden aún hacer cábalas de futuro?

Desde luego, es difícil hacer previsiones. Sin embargo, creo que hay corrientes de fondo que nos dicen de forma bastante clara hacia dónde se dirigen las cosas. En Occidente, con el auge de estas fuerzas de ultraderecha que cabalgan el malestar de algunos segmentos de las clases populares y que tienen planteamientos de corte nacional populista. En el caso de Estados Unidos, esto está adquiriendo rasgos de corte imperialista. Sí, podemos prever que Estados Unidos seguirá en la senda de debilitar el orden internacional basado en instituciones multilaterales y tratará de favorecer una deriva hacia un sistema basado en relaciones de fuerza, un sistema transaccional, en el que se establecen zonas de influencia.

Siguiendo con Estados Unidos, en el libro das un dato bastante impactante: hace unas décadas el 80% de los países los tenían como socio comercial principal y en 2018 dos tercios tenían a China. Esto nos dice mucho de cómo ha cambiado el panorama geopolítico en el siglo XXI.

Sí, creo que esto es un elemento fundamental para la comprensión del mundo moderno. Es consecuencia de la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio, que se formalizó en 2001 y que produjo un enorme viraje en los equilibrios económicos internacionales. Por tanto, también en las relaciones de fuerza entre los países. El cálculo de entonces era el de que permitir a China entrar en el sistema facilitaba el camino hacia la prosperidad del gigante asiático y crear por esa vía una fuerte clase media, que habría hecho presión para afianzar la posición de China en un mundo basado en reglas y para exigir avances de carácter liberal desde dentro. En Occidente, se calculaba que esto facilitaría la llegada de productos con una manufactura de coste mínimo y con grandes posibilidades de inversión y beneficio para las empresas occidentales que se instalarían allí. Ha ocurrido mucho de esto, pero hay cosas que no han ido como previsto. De entrada, China no ha emprendido un camino de progresiva liberalización de su sistema político. Al contrario, ha habido una involución y, en Occidente, una derivada que ha causado enorme malestar. Ha sido positivo porque ha sacado de la pobreza cientos de millones de personas en China, que se ha convertido en un gigante comercial, pero ha tenido consecuencias negativas dentro de Occidente y ha configurado un reequilibrio de fuerzas muy notables.

Leyendo tu libro y viendo las noticias parece bastante claro que estamos en un momento de cambio de paradigma. ¿Hacia qué paradigma vamos?

Absolutamente, sí. El cambio de paradigma es evidente e indiscutible. De hecho, en la dialéctica de los políticos europeos aflora cada vez más el concepto de «amanecer de la nueva era». Como decía, no podemos prever exactamente cómo será, pero hay elementos que son bastante indudables. Entre ellos, una reconfiguración de las relaciones atlánticas que va a ser muy profunda. Dentro de 3 años y medio, podría ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos otra persona que pueda recuperar una mejor relación con Europa. Pero creo que el daño que se está produciendo ahora es una herida muy profunda, que provocará cambios duraderos, empujando a los países europeos aliados de Estados Unidos a buscar una mucho mayor autonomía. Es posible que esto ocurra también con los aliados asiáticos de Estados Unidos. Esta es una reconfiguración que empieza ahora y que será duradera. En general, pienso que el orden multilateral queda de alguna manera congelado, por lo menos durante un tiempo que va a ser significativo. Hay que pensar en otro mundo, uno de geometrías variables, de reconfiguración de alianzas, de establecer asociaciones que puedan valer para impulsar objetivos ad hoc. Hay que repensarlo todo y esta nueva era rompe varios de los paradigmas anteriores y, sobre todo, el principal, que era el entramado de alianzas de EEUU con países europeos y asiáticos. Era el pilar sobre el que se había construido el orden anterior, con muchos defectos, pero que ponía la democracia, los derechos humanos y principios como la inviolabilidad de la soberanía y de la integridad territorial de los países en el centro del sistema. Ahora vamos a otra fase en la que no podemos dar por descontado que esos principios estén en el centro del sistema.

«El daño entre Estados Unidos y Europa es una herida muy profunda, que provocará cambios duraderos»

De aquí me surgen dos preguntas. La primera es si deberíamos prepararnos para un mundo más complejo. Estoy pensando en las personas que hacen malabares: es como si a alguien que está haciéndolos con cuatro pelotas, le metes de pronto doce.

Sí, va a ser mucho más complejo, en efecto. Esto entrañará unas dificultades, pero hay una base intelectual fundamental para tener en cuenta, por lo menos desde un punto de vista europeo. Deben fortalecer su capacidad para estar autónomamente en el mundo y, a partir de allí, trabajar en estas geometrías variables que pueden permitirles no estar tan solos. Esto significa muchas cosas a la vez. Se habla mucho de defensa. Pienso que es correcto dotarse de una mayor capacidad disuasoria, porque defender la paz hoy en Europa significa disuadir intenciones de ataque de la Rusia imperialista. Pero hay mucho más por hacer. En el plano económico, tenemos que actuar para tener un mayor vigor, que es la base de toda independencia. Eso supone, por ejemplo, completar el mercado único que sigue estando fragmentado y, posiblemente, repensar la fiscalidad para sostener esos esfuerzos de inversión que son necesarios. Pero son necesarias otras cosas: tenemos que proteger nuestra democracia, lo que implica fortalecer y renovar nuestros sistemas de educación, que son los únicos que pueden proveer los anticuerpos contra la toxicidad de la manipulación en las redes sociales. Todo esto es la base y, a partir de allí, estrechar lazos con otros países que puedan dar proyección a los valores y a los intereses que tenemos, que a veces serán del hemisferio norte pero también del Sur global.

«Tenemos que proteger nuestra democracia, lo que implica fortalecer y renovar nuestros sistemas de educación»

Mi otra pregunta era si estamos ante el principio del ocaso de EEUU. La agenda de Trump es imperialista e, incluso si pudiéramos debatir si es realizable o no, ¿no es un poco un tiro en el pie? ¿No se están abocando al eclipse?

Sí, creo que la política de Trump es una agenda con visos de ser muy desfavorecedora para los intereses de Estados Unidos. De entrada, porque las alianzas han sido la palanca que ha permitido su proyección el mundo y fundamental para la hegemonía de EEUU. Así lo entendieron presidentes demócratas y republicanos durante varias décadas, con distintos matices, pero con un consenso claro. Ahora, su concepto transita de la idea de tener aliados fuertes que permiten proyectar esa hegemonía a sustancialmente unas colonias de las que extraer beneficios materiales o económicos. Eso es un primer frente de debilitamiento. Hay más. La errática política económica y comercial causará turbulencias de carácter no ya geopolítico, sino geoeconómico, que serán desfavorecedoras para Estados Unidos. En un tercer nivel, un debilitamiento de orden cultural. No hay que subestimar el soft power, que les ha sido muy eficaz durante décadas. La política de Trump está generando una ola de disgusto que lo erosiona. Por último, está en marcha un proceso de fortísima erosión de la democracia estadounidense, que también generará efectos negativos; porque una democracia enferma siempre redunda en resultados peores. Con todos estos frentes, Estados Unidos se arriesga un debilitamiento, pero concluyo diciendo que sería un error subestimarlos. Yo no apostaría por una caída abrupta de su fortaleza. Sería un error interpretarlo así.

«La política de Trump está generando una ola de disgusto que erosiona el ‘soft power’ americano»

Justo antes de esta entrevista estaba leyendo sobre la manifestación que hubo en Roma de apoyo a la Unión Europea y los valores europeístas y que tuvo un éxito por encima de las expectativas. ¿Pueden los movimientos de los últimos meses y años funcionar como un efecto llamada para replantearse cosas? Pienso también en Canadá, donde triunfa una app para comprar canadiense y han empezado a valorar lo propio, hasta ahora infravalorado.  

Creo que sí. Pienso que este cambio de era es un shock emocional, que tiene un fortísimo potencial para desatar fuerzas de la sociedad civil. En el caso de los europeos, para la construcción de nuevos pasos de integración y de adhesión a la idea de la identidad europea. El proyecto europeo común es el único camino que nos permite a los ciudadanos europeos vislumbrar un futuro de seguridad. Lo que ocurre a nuestro alrededor con el brutal ataque ruso a Ucrania y las políticas de la administración Trumprepresenta un poderosísimo despertar para muchos, tanto en el estamento político económico como en la sociedad civil. Entonces, dentro de la dificultad del momento que no hay que esconder y que es profunda existe la posibilidad de utilizarlo en un salto titánico en la integración, que es lo que necesitamos. Esto pasa también por la activación de los ciudadanos. Es fundamental que no haya solo una acción por parte de las élites, sino que la sociedad civil europea comprenda a fondo lo que está ocurriendo. Ese es también el anhelo del libro, ayudar a la gente a entender.

¿Y necesitamos también altura de miras? Es decir, ¿deberíamos no conformarnos con mediocridad en nuestra clase política ante un reto muy complejo?  Un «no vale que hagas política para tu pequeño feudo, sino unas altas capacidades».

Absolutamente: altas capacidades y, sobre todo, altura de miras. Esto pasa por la exigencia de la ciudadanía. Como sostengo en el libro, es la exigencia de cada uno de nosotros hacia los líderes de nuestra parte. En un entorno tan polarizado, las críticas que vienen desde la otra parte, desgraciadamente, no tienen ningún efecto, incluso cuando son fundamentadas. Para lograr ciertos cambios, es necesario plantarse desde dentro, desde cerca de las filas. Cuando los líderes de la parte en la que nos reconocemos tienen el instinto de seguir con lógicas partidistas que nunca fueron buenas (ahora son hashtags) hay que saber decir que no, parar ese mecanismo. Nos jugamos mucho más que antes y para poder desactivar los desafíos necesitamos hacer cosas de un calado tan descomunal que no es creíble y no es pensable hacerlos con mayorías mínimas. Igual que en la fundación de los estados democráticos después de la II Guerra Mundial, como Italia o Alemania, o después de la caída de la dictadura, son necesarios consensos amplios. Es fundamental que la sociedad civil exija a sus líderes políticos esa altura de miras.

Hay otra cosa que mencionas en el libro y de la que reconozco que me había olvidado, que es la invasión por parte de Rusia de Georgia en 2008. ¿Nos hemos pasado demasiado tiempo olvidando a Rusia?

Los países occidentales no han querido mirar de frente qué estaba ocurriendo durante mucho tiempo. Putin pronunció un discurso muy claro en la Conferencia de Seguridad de Múnich en el año 2007, en el que sustancialmente avisó de que no estaba conforme con el orden mundial y pretendía reconfigurarlo para volver a establecer una esfera de influencia alrededor del país. Después invadió Georgia, Ucrania en 2014, hizo operaciones de gran calado en Siria, en 2015 penetró en África. Fue haciendo muchas cosas, algunas más graves que otras, pero que señalaban su determinación total en restablecer la proyección de Rusia. Los países occidentales los europeos desde luego quisieron mirar hacia otro lado. Cuanto más mirábamos hacia otro lado, Putin más extrajo la conclusión de que podía seguir. De hecho, ha seguido. Lanzó la gran invasión de Ucrania en 2022, con la convicción de no que haríamos nada significativo. Conclusión extraída de todo lo anterior. En ese período, seguimos como si nada pasara, redoblamos las conexiones gasísticas con Rusia, etcétera, etcétera. Evidentemente, hubo un diagnóstico equivocado que nos ha conducido hasta esta situación dramática, una a la que hemos llegado, por cierto, con un panorama de defensa absolutamente debilitado, porque en eso también nunca nos tomamos en serio el desafío que procedía de Rusia. Desde el final de la Guerra Fría, los presupuestos de defensa han ido bajando.

Y ya para terminar, y teniendo en cuenta que hablo con un periodista, en medio del contexto en el que ahora estamos polarización, falta de comprensión de las noticias…–, ¿qué responsabilidad tienen los medios? Las redes sociales tienen mucha, pero ¿hemos vendido los medios el alma al diablo por el éxito del clickbait? ¿O era una cuestión de supervivencia?

La prensa, desde luego, tiene serias responsabilidades. El debilitamiento de su situación financiera ha puesto a los medios en una situación complicada, débil, que ha propiciado que cometieran en muchos casos errores. Ahora tenemos un panorama no muy alentador, en el que la prensa es esencial para mantener la luz del día, la verdad y los hechos contrastados que pueden articular un debate y para plantear preguntas. Nosotros hemos cometido errores. En parte, por ese debilitamiento económico que ha forzado decisiones en situaciones desesperadas. En parte, por una adscripción al periodismo militante.  Yo la respeto, pero me temo que el periodismo militante no es la solución, porque viene automáticamente identificado con una parte y, por lo tanto, descalificado en su capacidad de construcción del tejido cognitivo, que es lo que necesitamos. Hace falta un periodismo independiente, con líneas editoriales que defiendan valores claros y con proyectos informativos independientes. No es fácil. Es un reto. Basta con observar los sondeos de opinión pública: en muchos países, la prensa tiene una recepción muy mala. Debemos recuperar terreno. Somos parte esencial de la solución y estamos en una posición debilitada y complicada. No obstante, creo que no es solo necesario el optimismo, sino también lógico. Podemos hacer periodismo independiente, que construya sociedad civil y que facilite un debate informado.

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