La división del trabajo 2.0

La división del trabajo»ha sido y es uno de los pilares fundamentales para el aumento de la productividad y la eficiencia económica

May 12, 2025 - 07:15
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La división del trabajo 2.0

Desde el comienzo de la Revolución Industrial, ese periodo de transformación económica, social y tecnológica que comenzó en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII y que supuso el paso de una economía agraria y artesanal a otra dominada por la industria, la mecanización y la producción en masa, la «división del trabajo» ha sido uno de los pilares fundamentales para el aumento de la productividad y la eficiencia económica. Este principio, formulado por Adam Smith en el libro La riqueza de las naciones (1776), plantea que dividir una tarea compleja en actividades más simples y asignarlas a distintos operadores permite obtener mayores rendimientos. Sin embargo, en el siglo xxi, este principio ha encontrado un nuevo aliado: la automatización.

En la economía preindustrial, los productos eran elaborados por artesanos que dominaban todo el proceso. La llegada de la división del trabajo transformó esto. Adam Smith ejemplificó esta idea con una fábrica de alfileres, donde la producción aumentaba exponencialmente cuando cada trabajador se especializaba en una sola etapa del proceso. La división del trabajo no solo incrementó la eficiencia, sino que también sentó las bases del trabajo en serie, facilitando la producción en masa. Esta lógica fue perfeccionada por Henry Ford con la introducción de la línea de ensamblaje en la industria automotriz a principios del siglo XX. Cada obrero realizaba una tarea específica de forma repetitiva, lo que reducía tiempos y costos, aunque dejaban de lado toda esa riqueza cultural y humana o, como lo denominó Karl Marx, la «alienación». Los trabajadores experimentaban una profunda desconexión con su labor, con los productos que fabricaban y con su propia esencia como seres humanos. En lugar de poder ser creativos y encontrar significado en su trabajo, eran simples engranajes de una máquina industrial. Esta situación provocaba un sentimiento de deshumanización en el entorno laboral.

La irrupción de la tecnología

De esta manera, y con el desarrollo de la informática, la robótica y la inteligencia artificial, muchas de las tareas especializadas que antes recaían en esos trabajadores comenzaron a ser realizadas por máquinas o softwares especializados. Este fenómeno, la automatización, representa una continuación lógica de la división del trabajo, pero con una implicación clave: el reemplazo o desplazamiento del trabajo humano en ciertas etapas del proceso productivo. En lugar de asignar tareas repetitivas a personas, ahora se asignan a sistemas programados para ejecutarlas de manera constante, rápida, con precisión milimétrica, sin interrupciones y sin errores.

La automatización no elimina la lógica de la división del trabajo, sino que la redefine. Cada máquina o software está diseñado para cumplir una función específica dentro de un sistema más amplio. Así como antes un trabajador se encargaba de hacer una sola tarea, hoy un robot puede hacer esa misma tarea de manera más rápida, las 24 horas del día ¡y sin fatiga! Por ello, esto también cambia el rol de los trabajadores. En lugar de ser un ejecutor de tareas, el trabajador se convierte en supervisor, programador, técnico de mantenimiento o diseñador del sistema. La automatización no solo modifica cómo se divide el trabajo, sino también quién lo realiza y qué habilidades se requieren. El siglo XXI se presenta como un momento ideal para retomar valores humanistas que nos hacen más humanos y que nos hacen únicos: creatividad, talento, emociones... En definitiva, valor.

La automatización no elimina la división del trabajo, sino que la lleva a una nueva etapa

La automatización en relación a la división del trabajo ha traído diferentes beneficios, como una mayor productividad, reducción de costes de producción, homogeneidad en la calidad de los productos, aumento de la capacidad de producción a gran escala, pero también hay que destacar importantes retos, como el reemplazo o desplazamiento de trabajadores poco cualificados, necesidad de formación continua y nuevas competencias, o la desigualdad económica que pueden generar quienes controlan los medios tecnológicos.

En definitiva, la automatización no elimina la división del trabajo, sino que la lleva a una nueva etapa, una evolución lógica del principio que Adam Smith formuló hace más de dos siglos. Las tareas especializadas y mecánicas ahora pueden ser asumidas por sistemas automáticos, mientras que los humanos deben redefinir su papel en el proceso productivo. Podemos afirmar que la tecnología nos permite construir un mundo mejor, un mundo en el que las personas se dediquen a ser verdaderamente humanas. Al integrar la tecnología en nuestras vidas de manera consciente y humanizada, podemos construir un futuro donde la innovación y la humanidad coexistan en armonía.

Esta transformación plantea lograr una transición justa, donde la automatización no signifique simplemente sustitución, sino complementariedad entre personas y máquinas. En ese equilibrio se encuentra el futuro del trabajo.

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