La “casa del espantapájaros”: buscan recuperar la usina cultural de Oliverio Girondo y Norah Lange
El martes se realizará en el Palacio Noel una gala organizada por lAmigos del Museo Fernández Blanco, destinada a restaurar un edificio de gran valor patrimonial

Hay puertas que no se abren. Otras sí, pero conducen a habitaciones convertidas en polvorientos depósitos. En uno de los pasillos de la planta alta, un inodoro y una antigua bañera aguardan el momento de volver a su destino original. Y una enorme grieta cruza la fachada desde el techo hacia abajo cual cicatriz, a tal punto que hace temer por el derrumbe de la estructura ubicada sobre Suipacha al 1400 junto al Palacio Noel, sede principal del Museo Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Junto con la Casa Fernández Blanco, los tres integran uno de los complejos museológicos más importantes del país.
Así está hoy la casa que habitaron el poeta Oliverio Girondo y la escritora Norah Lange, un espacio privilegiado que convocó a toda la cultura de la primera mitad del siglo XX. Fue sede de memorables fiestas a las que concurría la elite intelectual porteña, como los escritores Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Olga Orozco con sus cartas de tarot, pero también Pablo Neruda, Federico García Lorca y Miguel Ángel Asturias.
Sólo se conservan algunos ejemplares de la biblioteca de sus célebres dueños que serán recordados el martes, en una gala organizada por la Asociación de Amigos del museo para recuperar este valioso legado patrimonial vendido a la municipalidad en 1972. Que se fue deteriorando en forma progresiva como consecuencia del movimiento de las napas, las construcciones de torres cercanas y el atentado contra la Embajada de Israel.
“El sarao del virrey”, una fiesta en el jardín que recreará las de la corte virreinal, promete ser tan atípica como aquellas famosas tertulias culturales. Entre ellas se destaca la realizada en 1933 para presentar la novela 45 días y 30 marineros de Lange, que integró el grupo Martín Fierro. Una foto de la época la muestra recostada y disfrazada de sirena, rodeada de decenas de hombres vestidos de uniforme blanco y por su marido, en el rol de capitán.
Según relató en un texto el poeta y pintor Enrique Molina, en la entrada recibía a los visitantes “el Espantapájaros: un señor de levita negra y pantalón de rayas negras y rojas, dos metros de alto, tal vez hecho en cartón o en papiros sagrados o con algún otro imponderable elemento. Había sido paseado por la ciudad en una carroza fúnebre anunciando la aparición de Espantapájaros, uno de los textos capitales de toda la poesía argentina”.
Se dice, también, que en aquella mansión decorada con pinturas de Figari o Spilimbergo se hicieron sesiones de espiritismo. Y que aún aloja presencias como las que describe Molina: “Guarda fantasmas de muebles y comidas, fantasmas de vinos que cruzaron ardientemente tantas almas apasionadas, fantasmas de conversaciones y músicas, fantasmas de amores que nacieron allí, de dioses que se cruzaron allí para siempre, de gentes blancas por el alba que salieron de allí y levitaron sobre la acera hasta desaparecer, fantasmas de amistades y de celos y de divinidades arcaicas de una América, borrada por los siglos”.
“No hay que convencer a autoridades, que son conscientes del valor de esta casa y de su potencial –aclara a LA NACION Jorge Cometti, director del Fernández Blanco desde hace un cuarto de siglo-. Pero hay una desventaja que tuvo la Casa Girondo, que fue estar al lado del Palacio Noel. Cumplió una doble función: ser parte de la sede de la biblioteca y atención al público y, fundamentalmente, el espacio para el soporte técnico, logístico y administrativo del museo. Eso terminó desdibujando la identidad, el valor cultural de lo que ocurrió aquí”.
Con la pandemia, ese espacio dejó de utilizarse. Y mientras se hacían trabajos de mantenimiento en la casa, se habilitaron otras oficinas para el personal. “Ya están dadas las condiciones –agrega Cometti- para llevar adelante el proyecto en conjunto con el museo, su Asociación de Amigos, el Instituto de Cultura de Buenos Aires y el apoyo del ámbito privado”.
“Desde la Asociación de Amigos entendimos desde el principio que la Casa Girondo era una necesidad urgente para este complejo museológico”, coincide su presidente, Walter D’Aloia Criado. Y agrega que entre las acciones previstas se cuentan la recuperación de dos vitraux que aportaban color a un patio de luz usado luego para instalar un ascensor, tras un accidente automovilístico que tuvo Girondo en 1961, y de la biblioteca que se mudó al Palacio Noel, y que tiene valiosos ejemplares de libros dedicados por sus autores.
“Queremos devolverle el espíritu de lugar de encuentro para el arte: la poesía, la pintura, el teatro, la música, el cine –dicen las invitaciones a la gala, con 25 mesas de 8 personas-. La primera planta y el patio estarán destinados a pequeñas exposiciones, cursos, conferencias y en el primer piso tenemos proyectado abrir una residencia para artistas”.
Para agendar:
El sarao del virrey, el 8 de abril en el Palacio Noel (Suipacha 1422). Invitación individual: US$250. Informes: saraodelvirrey@gmail.com