Empieza el éxodo de investigadores españoles en Estados Unidos: “Reina la paranoia y la desconfianza”

Científicos y desarrolladores tecnológicos se plantean abandonar el país por falta de financiación y la "persecución ideológica" del Gobierno de Trump, pero lamentan que los planes de las administraciones europeas todavía no dan suficientes garantíasPol Antràs, profesor en Harvard: “O Europa recibe más inmigración o está condenada a la irrelevancia” Andreu tiene las maletas a medio hacer. Lleva más de 5 años viviendo en Estados Unidos, pero lo sucedido los últimos meses le ha hecho plantearse su futuro. Llegó para cursar un doctorado y acabó quedándose. Todo iba bien hasta que Donald Trump ganó las elecciones. A los pocos días de los comicios recibió un correo electrónico de la universidad a la que está vinculado, recomendándole a él y a todos sus compañeros extranjeros que, si pasaban las vacaciones de Navidad en sus países, volvieran antes de la toma de posesión del 20 de enero, por lo que pudiera pasar. El mismo mail se repitió hace poco, pidiendo a los trabajadores que no abandonaran el país a no ser que fuera por motivos excepcionales. Andreu debe regresar a su ciudad por unas semanas debido a un asunto personal y tiene el miedo sincero de que no le dejen volver a entrar. “Es un clima muy extraño. Reina la paranoia y la desconfianza”, sostiene este investigador. Él, como todos los que aparecen en este reportaje, lo hace a cambio de mantener el anonimato y no revelar ni su identidad ni la universidad en la que trabaja. “Empezamos a temer represalias”, asegura. “Nos recomiendan no hablar con medios de comunicación”, dice Roger, después de asegurarse de que no se publicará su nombre real. Él lleva casi 20 años en Nueva York investigando sobre el cáncer. Recuerda que en el primer mandato de Trump “mucha gente del ámbito científico le criticaba abiertamente”, pero ahora las cosas han cambiado. “MAGA [Make America Great Again] nos odia. Son antiintelectualistas y cualquier excusa es buena para retirarnos la financiación federal. Es una persecución ideológica”. Este investigador recuerda un ataque reciente a diversas universidades como Harvard, cuando Trump aseguró que había que “revisar” los 9.000 millones de dólares anuales que recibe la institución, a la que acusó de “antisemitismo” por haber permitido la difusión de opiniones contra Israel y la celebración de “manifestaciones antisemitas en sus campus”. En realidad, eran manifestaciones a favor de Palestina. Es una autentica persecución. Está habiendo recortes, algunos todavía no los notamos, pero sabemos que llegarán Andreu — Investigador biomédico “Es una auténtica persecución. Hay recortes, algunos todavía no los notamos, pero sabemos que llegarán. El problema es que todavía desconocemos de dónde vendrán los palos”, destaca Andreu. Su proyecto sigue intacto, pero conoce diversos casos de colegas a los que les han retirado la financiación de un día para otro. Todos tienen en común que son investigaciones sobre comunidades a las que Trump ha declarado la guerra: la comunidad hispana, las personas trans… “Muchos han tenido que reescribir proyectos de un día para otro”, relatan. A las tres semanas del relevo en la Casa Blanca, el Departamento de Salud publicó una lista con palabras prohibidas que, de ser usadas, supondría que un proyecto se quedaría automáticamente sin financiación. Una de las palabras vetadas es “mujer”. “Lo peor es que están cancelando becas que ya se concedieron porque consideran que ya no son temas de interés”, expone Robert, quien recuerda que George Bush también dejó sin fondos cualquier investigación relacionada con las células madre. “Pero él, al menos, dejó que acabaran de gastar el presupuesto que ya tenían”, se lamenta. El resultado es un temor colectivo entre los investigadores, tanto los estadounidenses como los extranjeros. Para este segundo colectivo, se añaden los problemas migratorios. “El visado es lo único de lo que se habla”, sostiene Andreu, que tiene un permiso vinculado a un contrato de trabajo. “Si me despiden, me echan del país”, resume. Él vive con el miedo en el cuerpo, porque ya ha visto a más de un compañero al que han cesado por falta de presupuesto y ha tenido que abandonar el país a contrarreloj. “Esto genera un clima horrible, muy competitivo”, opina Susana. Ella trabaja como investigadora en una gran empresa tecnológica, sector en el que también se están notando las consecuencias del nuevo gobierno y en el que ya han visto a Zuckerberg despedir al 5% de su plantilla por “bajo rendimiento”. Ella, después de más de 10 años viviendo en Estados Unidos, ya es ciudadana americana y si la despidieran no perdería el permiso de residencia. Pero sí sería un problema enorme. “Aquí tenemos el llamado employment at-will, que básicamente s

Abr 12, 2025 - 06:12
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Empieza el éxodo de investigadores españoles en Estados Unidos: “Reina la paranoia y la desconfianza”

Empieza el éxodo de investigadores españoles en Estados Unidos: “Reina la paranoia y la desconfianza”

Científicos y desarrolladores tecnológicos se plantean abandonar el país por falta de financiación y la "persecución ideológica" del Gobierno de Trump, pero lamentan que los planes de las administraciones europeas todavía no dan suficientes garantías

Pol Antràs, profesor en Harvard: “O Europa recibe más inmigración o está condenada a la irrelevancia”

Andreu tiene las maletas a medio hacer. Lleva más de 5 años viviendo en Estados Unidos, pero lo sucedido los últimos meses le ha hecho plantearse su futuro. Llegó para cursar un doctorado y acabó quedándose. Todo iba bien hasta que Donald Trump ganó las elecciones.

A los pocos días de los comicios recibió un correo electrónico de la universidad a la que está vinculado, recomendándole a él y a todos sus compañeros extranjeros que, si pasaban las vacaciones de Navidad en sus países, volvieran antes de la toma de posesión del 20 de enero, por lo que pudiera pasar. El mismo mail se repitió hace poco, pidiendo a los trabajadores que no abandonaran el país a no ser que fuera por motivos excepcionales.

Andreu debe regresar a su ciudad por unas semanas debido a un asunto personal y tiene el miedo sincero de que no le dejen volver a entrar. “Es un clima muy extraño. Reina la paranoia y la desconfianza”, sostiene este investigador. Él, como todos los que aparecen en este reportaje, lo hace a cambio de mantener el anonimato y no revelar ni su identidad ni la universidad en la que trabaja. “Empezamos a temer represalias”, asegura.

“Nos recomiendan no hablar con medios de comunicación”, dice Roger, después de asegurarse de que no se publicará su nombre real. Él lleva casi 20 años en Nueva York investigando sobre el cáncer. Recuerda que en el primer mandato de Trump “mucha gente del ámbito científico le criticaba abiertamente”, pero ahora las cosas han cambiado. “MAGA [Make America Great Again] nos odia. Son antiintelectualistas y cualquier excusa es buena para retirarnos la financiación federal. Es una persecución ideológica”.

Este investigador recuerda un ataque reciente a diversas universidades como Harvard, cuando Trump aseguró que había que “revisar” los 9.000 millones de dólares anuales que recibe la institución, a la que acusó de “antisemitismo” por haber permitido la difusión de opiniones contra Israel y la celebración de “manifestaciones antisemitas en sus campus”. En realidad, eran manifestaciones a favor de Palestina.

Es una autentica persecución. Está habiendo recortes, algunos todavía no los notamos, pero sabemos que llegarán

Andreu Investigador biomédico

“Es una auténtica persecución. Hay recortes, algunos todavía no los notamos, pero sabemos que llegarán. El problema es que todavía desconocemos de dónde vendrán los palos”, destaca Andreu. Su proyecto sigue intacto, pero conoce diversos casos de colegas a los que les han retirado la financiación de un día para otro. Todos tienen en común que son investigaciones sobre comunidades a las que Trump ha declarado la guerra: la comunidad hispana, las personas trans…

“Muchos han tenido que reescribir proyectos de un día para otro”, relatan. A las tres semanas del relevo en la Casa Blanca, el Departamento de Salud publicó una lista con palabras prohibidas que, de ser usadas, supondría que un proyecto se quedaría automáticamente sin financiación. Una de las palabras vetadas es “mujer”.

“Lo peor es que están cancelando becas que ya se concedieron porque consideran que ya no son temas de interés”, expone Robert, quien recuerda que George Bush también dejó sin fondos cualquier investigación relacionada con las células madre. “Pero él, al menos, dejó que acabaran de gastar el presupuesto que ya tenían”, se lamenta.

El resultado es un temor colectivo entre los investigadores, tanto los estadounidenses como los extranjeros. Para este segundo colectivo, se añaden los problemas migratorios. “El visado es lo único de lo que se habla”, sostiene Andreu, que tiene un permiso vinculado a un contrato de trabajo. “Si me despiden, me echan del país”, resume. Él vive con el miedo en el cuerpo, porque ya ha visto a más de un compañero al que han cesado por falta de presupuesto y ha tenido que abandonar el país a contrarreloj.

“Esto genera un clima horrible, muy competitivo”, opina Susana. Ella trabaja como investigadora en una gran empresa tecnológica, sector en el que también se están notando las consecuencias del nuevo gobierno y en el que ya han visto a Zuckerberg despedir al 5% de su plantilla por “bajo rendimiento”.

Ella, después de más de 10 años viviendo en Estados Unidos, ya es ciudadana americana y si la despidieran no perdería el permiso de residencia. Pero sí sería un problema enorme. “Aquí tenemos el llamado employment at-will, que básicamente supone que te pueden echar de un día para otro y sin indemnización”, explica.

Ayudas para el retorno “insuficientes”

La desazón generalizada entre la academia estadounidense ha cruzado las fronteras de Estados Unidos. Conscientes de que hay miles de investigadores dispuestos a abandonar el país, diversas administraciones europeas se han puesto manos a la obra para atraer ese talento. Una de las primeras fue la Generalitat de Catalunya, que a finales de marzo presentó el Catalonia Talent Bridge, un plan dotado con 30 millones de euros para atraer a 78 científicos.

Robert agradece que se abran estas plazas, pero consideran que la oferta de la Generalitat es un “despropósito”. Ha hecho cuentas: “Tocan a menos de 150.000 euros anuales por plaza durante dos años y eso, aunque parezca mentira, es insuficiente”, sentencia.

Este investigador no trabaja para una universidad o una empresa, sino que ha montado su propio laboratorio. “Mover eso es carísimo. No se trata de desplazarme solo yo, sino también a los animales, las muestras y todo lo que tengo aquí”, se lamenta.

En su caso, está el añadido de sus empleados: “¿Qué se supone que les puedo ofrecer en un país donde los sueldos son bastante más bajos y no hay garantía de que el proyecto pueda salir adelante? Vale, me están dando dinero para empezar, pero ¿quién me asegura financiación para seguir?”, reflexiona.

Nos fuimos porque la investigación dejó de ser una prioridad hace tiempo en España y ahora no se arregla desembolsando algo de dinero

Andreu Científico catalán afincado en Estados Unidos

Esto mismo opina del plan del Gobierno central. Pocas semanas después del anuncio de Illa, se presentaba la actualización del programa ‘Atrae’, aumentando su presupuesto a 45 millones para traer a 45 personas con posibilidad de recibir un incentivo extra de 200.000 euros. Esta cantidad ya le parece suficiente para empezar, pero sigue sin garantizar la continuidad de las investigaciones.

“Claro que se puede hacer ciencia en España y en Catalunya. La calidad de los laboratorios y de los profesionales es exactamente la misma que en Estados Unidos. No nos fuimos por eso, nos fuimos porque la investigación dejó de ser una prioridad hace tiempo y ahora no se arregla desembolsando algo de dinero”, se lamenta Andreu.

Él tiene bastante claro que su futuro no está en el país americano, pero tampoco le entusiasma volver. “Es dejar toda una vida construida aquí”, asegura. Y además, tampoco parece que lo tenga fácil. Ya ha pedido trabajo en siete universidades catalanas, por ahora sin éxito. “Se están abriendo muchas plazas, es cierto, pero somos muchísimos más los que nos planteamos volver”, resume.

Desde ICREA, el principal órgano de captación de talento catalán, reconocen que están recibiendo “muchísimas más solicitudes” que hace unos meses, pero aseguran que todavía no están en disposición de aceptar a ningún investigador porque todavía no hay ninguna convocatoria abierta. Lo mismo dicen desde el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB por sus siglas en catalán), quienes también reciben muchas más consultas debido a la “crispación política, la falta de financiación y la incertidumbre”.

Pero ellos tampoco están acogiendo a nadie. “No hay plazas abiertas ni convocatoria extraordinaria. Y todavía no tenemos detalles de las convocatorias que están haciendo las administraciones”, constatan.

“Va a ser una cosa lenta y progresiva”, asegura Robert, que apunta a que el éxodo ya ha empezado a fraguarse, pero todavía faltan meses para que se pueda ver su magnitud. “En ciencia todo va a paso de tortuga, no puedes dejar proyectos a medias”, dice.

En el ámbito tecnológico tienen el mismo problema: “Hay trabajadores a cargo y estudiantes de doctorado que no puedes dejar colgados de un día para otro”, agrega Susana. Ella y su marido han hecho su vida en Estados Unidos. Allí viven sus amigos y han nacido sus hijos. “Irnos es dejar atrás a la familia. Todo lo construido aquí”, dice.

Susana no tiene ganas de dejar el país, pero se lo está planteando en serio. Lo mismo le pasa a Robert. Su proyecto, asegura, no peligra, y tiene financiación garantizada para los próximos años. Moverse, además, supondría un riesgo y un alto coste. Pero aun así está tentado. “Más allá de si me compensa a nivel profesional, no quiero que mi hijo crezca en un país con un presidente capaz de hacer las cosas que hace Trump”, sentencia.

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