La universidad planta cara a Ayuso: "No tenemos nada que perder porque ya nos lo han quitado todo"
Estudiantes, personal de administración y profesorado reflexionan sobre su lucha en defensa de los campus públicos y cómo la asfixia a la que les somete la Comunidad de Madrid ha conseguido impulsar el activismo: "Cada vez estamos más organizados"La asfixia económica de la universidad madrileña estalla y tumba a una rectora: “Vamos al desgobierno” Si algo bueno está teniendo la asfixia económica a la que el Gobierno de la Comunidad de Madrid está sometiendo a sus universidades es que está consiguiendo reactivar a la comunidad universitaria en defensa de lo público. Así lo creen al menos algunas de las personas implicadas en las protestas que en las últimas semanas recorren los campus de la región. “Hay mucho movimiento, más que en los últimos años. El sentimiento de impotencia nos lleva a pensar que no tenemos nada que perder porque ya nos lo han quitado todo. Hay una sensación de que ahora es el momento”, cuenta María Prieto, doctoranda en la Universidad Autónoma de Madrid. Desde estudiantes hasta profesorado, pasando por el personal de administración y servicios, los diferentes estamentos universitarios se están juntando en torno a plataformas como UCM por la Pública o UAM por la Pública para luchar por lo que es de todos. Encierros como el que juntó a 400 personas de todos los centros en la Complutense el pasado lunes, pasacampus informativos, marchas reivindicativas y una próxima huelga el 28 de abril trasladan a la sociedad y a los políticos que no se van a resignar a que sus universidades se caigan literalmente a pedazos, a las asignaturas sin profesores durante meses o que se dejan de ofrecer, los ascensores parados y las calefacciones apagadas para no gastar, los estudios que se cierran por falta de personal, las salidas de campo anuladas o las nulas expectativas de las plantillas. Porque preguntarle a alguien de la comunidad universitaria madrileña cómo está su campus o por qué protestan estos días es casi un ejercicio de riesgo. Se da pie a una respuesta interminable, a una enumeración sin fin de todas las consecuencias –materiales, humanas, anímicas– de las políticas privatizadoras que, denuncian, practica el Gobierno regional que dirige Isabel Díaz Ayuso y sufre toda la comunidad universitaria. Aladro y Prieto, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Prieto, como Eva Aladro, catedrática en su misma facultad, César Pastor, personal técnico, de gestión y de administración y servicios (PTGAS) de la Autónoma de Madrid (UAM), Fernando Varas, profesor de la Politécnica (UPM), o Alba Lirón León, investigadora en la UAM, son algunas de las cientos, miles de personas que se han involucrado en las protestas que atraviesan los campus de la región en las últimas semanas, reivindicaciones que no se van a detener. En la UAM ya hay previsto un encierro en los próximos días para dar continuidad al de la Complutense del pasado lunes, un acto que sorprendió (positivamente) a muchos por la gran afluencia de gente que logró y el nivel del estudiantado allí presente. “Me llamó la atención la claridad en la argumentación, cómo tienen claro de dónde viene todo. Es un lujo verlo, ahí, en la masa crítica en un estudiantado que no recibe nada a cambio, está la calidad de la educación”, saca pecho Aladro. Alba Lirón León considera que el activismo, aunque a veces parezca estéril, es “una obligación como ciudadanas” que no conciben “estar paradas”. Aladro subraya el compromiso del estudiantado, que a fin de cuentas “está de paso” –“si no mejoramos para nosotras, será para las que vienen detrás”, replica Alba en la distancia–, y cree que es importante mantener viva la llama, porque aunque a veces pueda parecer que no tiene efecto su experiencia le dice que “los activismos calan en la opinión pública”. La catedrática está convencida de que el Gobierno regional “tiene miedo” porque aunque parezca inmune a las protestas “la opinión públ

Estudiantes, personal de administración y profesorado reflexionan sobre su lucha en defensa de los campus públicos y cómo la asfixia a la que les somete la Comunidad de Madrid ha conseguido impulsar el activismo: "Cada vez estamos más organizados"
La asfixia económica de la universidad madrileña estalla y tumba a una rectora: “Vamos al desgobierno”
Si algo bueno está teniendo la asfixia económica a la que el Gobierno de la Comunidad de Madrid está sometiendo a sus universidades es que está consiguiendo reactivar a la comunidad universitaria en defensa de lo público. Así lo creen al menos algunas de las personas implicadas en las protestas que en las últimas semanas recorren los campus de la región. “Hay mucho movimiento, más que en los últimos años. El sentimiento de impotencia nos lleva a pensar que no tenemos nada que perder porque ya nos lo han quitado todo. Hay una sensación de que ahora es el momento”, cuenta María Prieto, doctoranda en la Universidad Autónoma de Madrid.
Desde estudiantes hasta profesorado, pasando por el personal de administración y servicios, los diferentes estamentos universitarios se están juntando en torno a plataformas como UCM por la Pública o UAM por la Pública para luchar por lo que es de todos. Encierros como el que juntó a 400 personas de todos los centros en la Complutense el pasado lunes, pasacampus informativos, marchas reivindicativas y una próxima huelga el 28 de abril trasladan a la sociedad y a los políticos que no se van a resignar a que sus universidades se caigan literalmente a pedazos, a las asignaturas sin profesores durante meses o que se dejan de ofrecer, los ascensores parados y las calefacciones apagadas para no gastar, los estudios que se cierran por falta de personal, las salidas de campo anuladas o las nulas expectativas de las plantillas.
Porque preguntarle a alguien de la comunidad universitaria madrileña cómo está su campus o por qué protestan estos días es casi un ejercicio de riesgo. Se da pie a una respuesta interminable, a una enumeración sin fin de todas las consecuencias –materiales, humanas, anímicas– de las políticas privatizadoras que, denuncian, practica el Gobierno regional que dirige Isabel Díaz Ayuso y sufre toda la comunidad universitaria.
Prieto, como Eva Aladro, catedrática en su misma facultad, César Pastor, personal técnico, de gestión y de administración y servicios (PTGAS) de la Autónoma de Madrid (UAM), Fernando Varas, profesor de la Politécnica (UPM), o Alba Lirón León, investigadora en la UAM, son algunas de las cientos, miles de personas que se han involucrado en las protestas que atraviesan los campus de la región en las últimas semanas, reivindicaciones que no se van a detener.
En la UAM ya hay previsto un encierro en los próximos días para dar continuidad al de la Complutense del pasado lunes, un acto que sorprendió (positivamente) a muchos por la gran afluencia de gente que logró y el nivel del estudiantado allí presente. “Me llamó la atención la claridad en la argumentación, cómo tienen claro de dónde viene todo. Es un lujo verlo, ahí, en la masa crítica en un estudiantado que no recibe nada a cambio, está la calidad de la educación”, saca pecho Aladro.
Alba Lirón León considera que el activismo, aunque a veces parezca estéril, es “una obligación como ciudadanas” que no conciben “estar paradas”. Aladro subraya el compromiso del estudiantado, que a fin de cuentas “está de paso” –“si no mejoramos para nosotras, será para las que vienen detrás”, replica Alba en la distancia–, y cree que es importante mantener viva la llama, porque aunque a veces pueda parecer que no tiene efecto su experiencia le dice que “los activismos calan en la opinión pública”. La catedrática está convencida de que el Gobierno regional “tiene miedo” porque aunque parezca inmune a las protestas “la opinión pública puede parecer un animal dormido, pero despierta cuando menos te lo esperas”.
Puede tener sus motivos el Gobierno regional. El malestar entre todos los estamentos de la comunidad universitaria es palpable y de momento se ha llevado por delante a la rectora de la UAM, Amaya Mendikoetxea, que no fue capaz de superar el descontento en su centro pese a ser la única candidata en las recientes elecciones.
“Hay mucho desánimo”
Fernando Varas, de la UPM, resume la lucha universitaria de estudiantes, PTGAS y profesorado. “Hay dos focos. Uno es la financiación, o más bien la infrafinanciación crónica de la universidad pública en España a raíz de la crisis de 2008, pero fundamentalmente en Madrid, que tiene la inversión pública por estudiantes más baja de todo el estado y se encuentra en una situación gravísima. El segundo es la ley de estudios superiores que prepara la Comunidad de Madrid, de la que no se sabe nada más que un borrador que se filtró [y que el Ejecutivo regional no ha reconocido públicamente], que es muy preocupante por lo que contiene, pero también por lo que no contiene”, explica.
La asfixia económica a los campus –denunciada reiteradamente por los rectores, que sostienen que la Comunidad no cubre siquiera las nóminas– tiene unas consecuencias materiales muy visibles, pero también otras más intangibles, explican los activistas. César Pastor, personal de administración de la Autónoma de Madrid, destaca la “incertidumbre” y “falta de expectativas” en las plantillas, que ahondan en el desánimo de una institución que lucha cada día por simplemente abrir sus puertas. El crecimiento del sindicato CGT en los campus en los últimos tiempos da fe del malestar, apuntan fuentes universitarias.
Aladro coincide en que “hay mucho desánimo”, pero a la vez cree que “puede haber un vuelco”. En parte, añade, ya se está produciendo. “Los jóvenes están muy activos. Hablan con sus familias, y eso es toda la población de Madrid. Si estos enlaces funcionan y empiezan a protestar, a decir que basta ya, eso va a llegar y puede cambiar votos”, augura.
Lirón León ve “cada vez más organización” en el estudiantado, las trabajadoras y el profesorado. “Si me hubieras preguntado por la conciencia de la gente en septiembre mi respuesta habría sido más pesimista, pero ahora vemos cómo está surgiendo un movimiento más organizado y consciente. Falta mucha gente aún, pero está claro que el problema está mucho más visibilizado que hace un año”, asegura. Como decía Aladro y coincide Varas, el activismo cala.
Porque el momento es malo, muy malo, coinciden las fuentes, pero es que además no tiene una justificación, como sí podía pasar tras la crisis de 2008 y los posteriores recortes de 2012. “Estamos viviendo unos recortes brutales en una época que no es de penuria económica”, sostiene Fernando Varas. “Se empezó a ahogar a las universidades en 2008 en un marco de crisis. Se podía entender la reducción del gasto, aunque fuera perversa, pero ahora lo vemos en un marco de crecimiento económico. Es tremendamente grave, y es una cosa de Madrid, porque tengo compañeros en otras universidades, en Galicia por ejemplo [donde hace años que gobierna también el PP], que no están viendo estas políticas tan tremendas”, razona.
Pastor, de la UAM, añade que es precisamente eso lo que asusta. “Ahora quizás no se tiene miedo a perder el puesto de trabajo y la temporalidad en la UAM es baja. La percepción de estabilidad no es grave, pero la incertidumbre de hacia donde va la universidad pública y su futuro es más grande porque se cuestiona el papel de la universidad”.
Sube la represión
Para el estudiantado otro factor de movilización de los últimos tiempos es el aumento de la represión en la universidad, explica Prieto. “Ya la vimos crecer en las acampadas pro Palestina”, recuerda. “No es solo que haya detenciones e identificaciones constantes o que aparezca la policía. Es que cada vez se permiten menos cosas, hasta poner pancartas o un cartel es un problema. Está habiendo políticas indiciarias del control que quieren aplicar en el espacio universitario, que va desde lo más cotidiano a cuestiones de más violencia. Esto nos motiva a seguir y creo que también está generando una reacción”.
No es esta una queja del estudiantado, aunque Alba la repetirá casi palabra por palabra de manera espontánea. Fernando Varas también habla de “la continua amenaza del Gobierno regional de poner medidas disciplinarias a las universidades cuando se produzcan protestan y manifestaciones. Quieren una universidad callada”, advierte.
Las estudiantes observan que esa deriva es generalizada y forma parte de algo más grande que da más sentido a su lucha. “Hay una tendencia mercantilista global que también es individualizante. Se atomizan los problemas del día a día. Si falta una profesora un día es un problema concreto, cuesta ver que faltan otros y que el problema es de falta de recursos”, explica Prieto.
“Cuando ha habido un problema de este tipo y yo he tratado de ayudar para resolverlo a veces la respuesta era que para este curso ya no llegábamos, pero que si seguíamos podía servir para otros años” –prosigue– y mucha gente se baja del carro en ese momento porque no les iba a resolver su problema. Es la tendencia de mercado, de individualización, de las necesidades individuales“. Alba León coincide: ”Hay una derechización de la sociedad, una tendencia a pensar que lo que a ti te pasa es culpa de gente que está en una situación más precaria que tú. Vamos hacia un modelo de ser malas personas“, lamenta.
Pero las personas consultadas cierran con un mensaje de optimismo, a pesar de todo. “Creo que la sociedad empieza a tener conciencia de la situación”, señala Varas. “Ven la conexión entre las protestas en la universidad, en el resto de niveles educativos (de Primaria a la Formación Profesional), con la crisis de la sanidad y el problema de la vivienda. La sociedad empieza a percibir que estamos perdiendo derechos que costó muchísimo conseguir”.
Aladro, con décadas de activismo a sus espaldas, lo tiene claro: el camino es seguir. “El activismo funciona, siempre lo digo. Y lo he vivido. Estuvimos 18 años para salvar el Teatro Albéniz y ahí está. A veces tardas décadas, pero si persigues algo se puede conseguir”, cierra.