El nuevo pragmatismo de Milei con la inflación
El populismo tradicional manipulaba la dependencia material del electorado; el nuevo populismo de derecha, al estilo de Milei, administra la dependencia electoral de los usuarios digitales

No hay que permitir que lo accesorio haga perder de vista lo esencial. El principal eje de campaña de Javier Milei para el actual ciclo electoral no es la competencia con Mauricio Macri para convertirse en el único sol de la derecha. Tampoco los ataques cotidianos a los periodistas. El vector que orienta al Gobierno tiene que ver con su principal éxito económico, que es su principal conquista política: la reducción de la inflación. Es la estrategia más eficaz para mejorar los ingresos del público y, por lo tanto, es también el plan social más efectivo.
La inflación comenzó a vislumbrarse como un problema hacia 2005. En 2008 aconsejó a Cristina Kirchner intervenir el INDEC. Ella le dejó a Mauricio Macri una tasa de 25%. Macri le dejó a Alberto Fernández una del 50%. Y Milei heredó de Fernández una de 211,4%. Desde que La Libertad Avanza llegó a la Casa Rosada el porcentaje mensual tuvo una notoria retracción. Aun cuando las últimas marcas fueron más altas de lo deseable. En marzo, por ejemplo, llegó a 3,7%. Los expertos esperan que el número de abril sea menor a 3%. Sería un logro, que desmentiría los pronósticos que se fueron esbozando cuando se levantó el cepo, algunos de los cuales especulaban con una inflación mensual de hasta 5%. Más allá de estas variaciones, el Presidente entendió, y aquí está la raíz de su éxito político, que la carrera de los precios es, para ponerlo en términos de Ortega, “el tema de nuestro tiempo”. Liberar a la sociedad de esa peste es su mayor objetivo. Su usina de poder.
La derrota de la inflación es una metan tan relevante para el oficialismo que en el esfuerzo por alcanzarla los funcionarios han ingresado en un inesperado, y acaso saludable, pragmatismo. El ministro de Economía, Luis Caputo, saludó como un aporte a su gestión la baja de precios de 4% promedio que dispuso YPF para las naftas. El entusiasmo tal vez le hizo olvidar que esa celebración podía sumar argumentos al fondo Burford y a la familia Eskenazi, que quiere demostrar en el tribunal neoyorkino de Loretta Preska que la petrolera y el Estado son lo mismo. Un modo de agigantar el bolsillo del deudor al que espera cobrar 16.000 millones de dólares por la estatización dispuesta por Cristina Kirchner.
Caputo también amenazó a las automotrices con aplicarles “las herramientas que tenemos” si suben el precio de los vehículos. Y día a día presiona a los supermercados para que mantengan los precios a raya. Estas actitudes de Caputo, por las cuales los chistosos lo chicanean comparándolo con Guillermo Moreno, hacen dudar de uno de los artículos centrales de la fe doctrinaria del Presidente: ¿la inflación no era un fenómeno sólo monetario? Ahora parece depender también de los formadores de precios y de las expectativas de los consumidores. Sabia flexibilidad.
Más allá de estas licencias conceptuales, como ha sucedido siempre en la Argentina, la estabilización de la economía se sirve de un instrumento principal: la política cambiaria. La estrategia oficial sigue siendo garantizar un dólar barato para que el comportamiento de la divisa no se traslade a los precios. Como casi todo lo que se consume está “hecho de dólares”, si el precio de esa moneda es accesible, los salarios mejoran su poder adquisitivo. Un beneficio muy apreciable para el año electoral. Esta es la razón por la cual las autoridades adelantan que el Banco Central sólo comprará dólares en el piso de la banda de flotación.
Esta decisión entra en tensión con otra línea de la política económica: el compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional de acumular reservas. En dos meses el Central debe agregar a sus alforjas 1500 millones de dólares. La meta pactada con el Fondo es de 5000 millones, pero ya hay disponibles 3000 millones suministrados por organismos internacionales y 500 millones de un préstamo pactado con los bancos.
Más allá de los ingresos de divisas por actividades mineras y petroleras y del aporte que llegue por la cosecha, Milei está expuesto al eterno problema argentino: faltan dólares. En este horizonte hay que interpretar la liberalización que propone Luis Caputo para el uso de los fondos en moneda extranjera que los ciudadanos no hayan declarado ante las autoridades impositivas. La iniciativa tiene un doble propósito. Por un lado, pretende acercar la realidad a la promesa inicial del Presidente: la dolarización, que fue una gran bandera electoral. Por otro lado, se trata de aumentar la oferta de divisas.
La propuesta del ministro todavía debe despejar varias incógnitas que hoy formulan los tributaristas. Una de ellas es cómo quedará ligada la resolución que permita el uso indiscriminado de dólares acumulados por los ahorristas con la ley 27743 del último blanqueo. Con un detalle: según esos expertos, las normas sobre blanqueo son específicas y están acotadas en el tiempo. Es uno de los incentivos a blanquear. Si se pretende obviar la ley, se podría imaginar una especie de amnistía fiscal, pero hasta ahora no el proyecto no está presentado de ese modo. Otra pregunta de los entendidos: ¿cómo se eludirían las obligaciones que impone la normativa sobre lavado de activos? Aquí el desafío es para la UIF, a la que le costaría cerrar los ojos ante un mar de supuestas “operaciones sospechosas”. Los abogados especializados formulan otro interrogante: si el nuevo régimen no fuera legal, ¿quién iría a denunciarlo en la Justicia? Los que se beneficiarían no lo harían. Y los que no se benefician, porque tienen su patrimonio declarado, carecen de interés jurídico específico para hacerlo.
El contrapunto entre dos objetivos en tensión, bajar y la inflación, como quiere Caputo, y acumular reservas, como exige el Fondo, no es dramático. El Gobierno cuenta con un respaldo de los Estados Unidos al que cuesta encontrarle un antecedente equivalente. Quedó demostrado con la presencia en Buenos Aires del secretario del Tesoro, Scott Bessent, dos días después del anuncio del programa con el Fondo, y con las declaraciones posteriores de ese funcionario cuando afirmó que, si la Argentina sufre alguna turbulencia financiera, su país está dispuesto a protegerla. Traducido: Milei tiene, en materia económica, un margen de error considerable, gracias a esa poderosa garantía de última instancia.
Más allá del espaldarazo macroeconómico, existen otras áreas en las que la amistad con los Estados Unidos no tiene efectos tan impactantes. Las negociaciones comerciales, por ejemplo. Cuando Donald Trump anunció un arancel generalizado del 10% para las importaciones norteamericanas, la Argentina fue uno de los pocos países que no levantó la voz para quejarse. En la Casa Rosada y en la Cancillería se seguía sugiriendo que la relación especial de Milei con Trump permitiría avanzar hacia un acuerdo bilateral de libre comercio. La historia tuvo otras ideas. El viernes pasado Gerardo Werthein presidió en Buenos Aires una reunión de cancilleres del Mercosur en la que se acordó agregar excepciones al arancel externo común, que es el que otorga al bloque la condición de unión aduanera. La decisión fue que los países agregarían 50 productos más a aquellos para los que cada país puede negociar una tarifa especial, con independencia de los demás socios. La Argentina y Brasil ya contaban con 100 productos no alcanzados por el arancel externo común. Uruguay tiene 250 productos y Paraguay 650. Lo importante desde el punto de vista político: Milei y Werthein ratificaron su pertenencia al Mercosur y, al mismo tiempo, abandonaron la idea de un Tratado de Libre Comercio, al menos por ahora. Más que sensatos: el brote proteccionista de Trump hace impensable un entendimiento aperturista aun en el caso de un aliado incondicional como la Argentina.
Otro caso en el que el idilio con Washington permanece en una penumbra es el de la liberación de los asilados venezolanos, miembros del equipo de campaña de María Corina Machado, de la embajada argentina en Caracas. La operación sigue rodeada de misterio. El Departamento de Estado, a través de su titular, Marco Rubio, emitió un comunicado en el que formula un brumoso agradecimiento a “socios” que colaboraron en el escape de esos militantes antichavistas. No menciona a la Argentina. Más curioso todavía es que el comunicado de la Oficina del Presidente expresa un reconocimiento por la operación, y agradece a quienes participaron en ella, en especial a Rubio. Pero no hay referencia alguna a que la Argentina estuviera involucrada en el rescate. ¿Werthein se enteró por un tuit de Rubio?
La cuestión es significativa. ¿Los Estados Unidos organizaron una fuga de la que ni siquiera informaron a la Argentina, que es la que había otorgado el refugio? ¿O fue algo distinto de un rescate y, en rigor, existió una negociación entre Washington y la dictadura de Nicolás Maduro? Si fue así, hay que ajustar la lente sobre las relaciones entre el gobierno de Trump y el de Maduro y, como derivación, sobre las relaciones entre Trump y la oposición a Maduro.
En el documento emitido por la Casa Rosada hubo otra línea que llamó la atención, por su ausencia: ningún agradecimiento a Brasil, que se hizo cargo de los asuntos argentinos en Venezuela cuando Maduro decidió romper la relación bilateral con Buenos Aires. Los refugiados que lograron emigrar sanos y salvos a los Estados Unidos después de 400 días de un asilo que se convirtió en un cautiverio, estaban, en términos técnicos, bajo el cuidado de los brasileños. Pero Washington tampoco avisó a Itamaraty, la cancillería de Brasil. Mucho menos agradeció. Nada que sorprenda en Brasilia: el Barón de Rio Branco sostenía que “la gratitud es un sentimiento infrecuente entre las personas e inexistente entre los países”. Lo importante: la diplomacia brasileña se enteró de la salida de esos asilados cuando la hizo pública el Departamento de Estado.
La declaración de la oposición encabezada por María Corina Machado celebrando la liberación incluye, en cambio, un saludo para Brasil. Y aquí lo más llamativo: el comunicado que emitió el Pro, redactado por Fulvio Pompeo, también reconoce de parte de la Argentina el cuidado que tuvo Brasil de los intereses del país en Venezuela. La disputa entre el Pro y La Libertad Avanza se libra en todos los escenarios.
Ese duelo es el eje principal de la campaña porteña hacia las elecciones del próximo domingo 18 por la integración de la Legislatura. Esa competencia está alimentada por un duelo entre La Libertad Avanza y el Pro, entre Milei y Macri. Es decir: la disputa general por las bancas del parlamento local incluye como fenómeno principal una especie de primaria por el liderazgo de la derecha en el país. La Casa Rosada está más empeñada en ganar el segundo torneo que el primero. El tamaño de ese interés está dado por la identidad del candidato: Manuel Adorni que, como él mismo dice, “es Milei”.
La estrategia discursiva de La Libertad Avanza consiste en convocar a los porteños a terminar con el kirchnerismo, encarnado, según esa narrativa, en Leandro Santoro. Es una apelación al voto útil, es decir, a desdeñar a Silvia Lospennato y al Pro como opción electoral. Ese mensaje, expresado por Adorni, se basa en una realidad: en todas las encuestas la Ciudad está partida en dos. El problema es que el campo no-peronista está muy fragmentado. Está Adorni; Lospennato, que es una excelente legisladora pero poco conocida; Ramiro Marra, que se lleva una parte de Las Fuerzas del Cielo; y Horacio Rodríguez Larreta. El ex jefe de Gobierno juega un rol determinante: quita muchos votos al Pro, con el que la gente lo sigue identificando, pero impide también el crecimiento de Adorni. Este rol de Larreta ha despertado, como no podía ser de otro modo, el odio de los Macri. Por eso, una vez pasados los comicios, va a ser interesante desentrañar como Mauricio ejecuta su venganza. Porque, como dice un gran amigo de él, “cuando Mauricio te saca la foto de la patente, seguro te llega la multa”.
A los movimientos retóricos Milei agrega hostilidades irritantes. Macri afirmó, en una entrevista con Luis Majul, que “la ciudad no necesita motosierra”. La cuenta @MileiEmperador, atribuida a Santiago Caputo, el “Mago del Kremlin”, retuiteó un posteo que decía: “Ajustá todo en el gobierno nacional, pero los kioscos del PRO no se tocan”. La idea de que la gestión porteña está carcomida por negocios impresentables prospera en ambos flancos de la campaña. Los peronistas de Santoro elaboraron un informe sobre contrataciones más o menos irregulares y lo llamaron El Maxikiosco. Hasta las metáforas convergen.
Más hiriente que el tuit de Santiago Caputo fue la celebración presidida por Karina Milei para incorporar a Patricia Bullrich a Las Fuerzas del Cielo. Para los votantes del Pro esa transferencia, en plena campaña electoral, es una interpelación perturbadora. Bullrich es, acaso, la figura con mejor imagen de las que ofrece la política para el electorado que va desde el centro a la derecha. Bullrich estaba, a su modo, haciendo llegar su multa: masculla rencor hacia Macri desde que el expresidente balbuceaba elogios hacia el candidato Milei cuando ella estaba en plena carrera hacia la Presidencia.
Hay otra dimensión de esta guerra dentro del arco que va del centro a la derecha. Una de las razones del ataque sistemático al periodismo, sólo una, es la suposición de que esa profesión es el canal ideológico de las posiciones de Macri. Milei y su equipo hacen blanco en medios y profesionales que, en general, coinciden con su orientación económica pero impugnan sus impulsos político-institucionales. Algunos de esos profesionales tuvieron la misma posición frente a Macri. Pero el actual oficialismo ignora esos “detalles” e impugna a un sector de la prensa suponiendo, en una superposición que ignora casi todo, que de ese modo impugna al Pro.
Hasta anoche, todas las encuestas estaban encabezadas por Santoro, del PJ; segundo aparecía Adorni, a una distancia equivalente al margen de error de esos sondeos; Lospennato estaba en el tercer lugar y Larreta, en el cuarto. Uno de esos estudios presentaba a Larreta casi empatando con Lospennato.
Es imposible desentrañar quién ganará. Pero, si dentro de dos domingos se impone Santoro, la política nacional estará frente a un fenómeno tal vez tan interesante como el duelo entre Milei y Macri. Porque el experimento Santoro, elaborado en el laboratorio de Juan Manuel Olmos, va a ser visto como un atisbo de renovación conceptual dentro del PJ. Esa semilla germinará más rápido si en la provincia de Buenos Aires se profundiza el cisma de Axel Kicillof frente a Cristina Kirchner. Con un peronismo dividido, sobre todo en el conurbano, la crisis de liderazgo en esa fuerza se acelerará. En ese escenario, Santoro será un catalizador. Quiere decir que en las elecciones de distrito adelantadas por Jorge Macri y Axel Kicillof se define en buena medida la supervivencia de dos liderazgos principales: el de Macri en el no-peronismo y el de Cristina Kirchner en el peronismo.
Una curiosidad: Milei compite en los dos campos. Con su ajuste anti-inflacionario pretende arrebatar votantes a Macri y, por la mejora de las condiciones sociales, a Cristina Kirchner. Es su ciclo expansivo. ¿Cuánto durará? La respuesta está en manos del dinamismo productivo. Milei debe evitar el destino de Carlos Menem y de Macri: empantanarse en una recesión.
Mientras tanto, él ambienta el juego electoral con su exaltación conflictiva. Pone sus rasgos psicológicos, muy marcados, al servicio de una estrategia racional elaborada por Santiago Caputo. Ellos están atravesando “la hora de los depredadores”. Es el título del exitoso ensayo que Giuliano Da Empoli acaba de publicar en Francia. Allí vuelve a explicar, de manera más detallada, las tesis que desarrolló en Ingenieros del Caos y en El Mago del Kremlin. Milei y Caputo forman parte de una liga internacional. La de quienes, aliados a los magnates tecnológicos de Silicon Valley, intervienen con arrebatos irreflexivos en las redes digitales para quebrar, fragmentar a la opinión pública en infinidad de cámaras de resonancia. “El caos ya no es patrimonio del rebelde sino del dominante” dice Da Empoli. Y describe a un grupo que comienza a parecer arcaico: el “partido de los abogados”, inquieto por el deterioro institucional y la degradación de la política. Milei la semana pasada le dio otro nombre: ñoños republicanos.
El populismo tradicional, de tipo kirchnerista, manipulaba la dependencia material del electorado. Las necesidades de los pobres. El nuevo populismo de derecha, al estilo de Milei, de Trump, de Orban, de Bolsonaro, administra la dependencia electoral de los usuarios digitales.