El antiteléfono taquiónico
Si la ciencia ficción se hace, en ocasiones, preguntas como «¿Qué te dirías a tu yo del pasado si pudieras enviarle un mensaje?», la física teórica se plantea: «¿Cómo lo harías?»… y se pone a jugar con las matemáticas para buscar una respuesta. Todos sabemos que la teoría de la relatividad transformó […] El artículo El antiteléfono taquiónico se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.

Si la ciencia ficción se hace, en ocasiones, preguntas como «¿Qué te dirías a tu yo del pasado si pudieras enviarle un mensaje?», la física teórica se plantea: «¿Cómo lo harías?»… y se pone a jugar con las matemáticas para buscar una respuesta.
Todos sabemos que la teoría de la relatividad transformó por completo nuestra forma de entender el universo y, de paso, puso algunos límites a la especulación, como el de la velocidad de la luz, que echó a perder algunos de nuestros sueños más atrevidos sobre la exploración y conquista del cosmos. Tan importante es este límite, que determina, incluso, con qué puntos del espacio-tiempo podemos comunicarnos: con los se encuentren en nuestro cono de luz futuro —algo que la estructura causal del universo agradece—. El pasado está blindado a nuestras señales.
Lo que estableciera la relatividad, en cualquier caso, no iba a detener a la ciencia ficción, o, al menos, no detuvo a James Blish, quien, en 1954, describió en su relato corto «Beep» un dispositivo al que llamó «comunicador de Dirac». Se trataba de un artilugio que permitía establecer comunicaciones instantáneas entre dos puntos cualesquiera del universo, pero con una peculiaridad: en cada mensaje quedaba comprimida en un beep toda la información que se había enviado o enviaría a través de él a lo largo de los tiempos; esto abría la posibilidad de conocer el futuro a cualquiera que consiguiera descomprimirla. Dejando a un lado la plausibilidad de este planteamiento, parece ser que la historia inspiró a Gerald Feinberg, de la Universidad de Columbia, para ponerse a investigar si la física permitiría hacer algo parecido o enviar mensajes al pasado. Nacieron, así, en 1967, los taquiones.
La relatividad especial, en principio, no impide la existencia de partículas de este tipo, aunque tampoco pone las cosas fáciles —que es lo que suele suceder cuando uno se dedica a tocar signos y parámetros que no debería en las ecuaciones—. Los taquiones, de existir, lo harían en su propio universo. Deberían tener una masa imaginaria —en sentido matemático— y podrían adquirir energías negativas, algo que no tiene demasiado sentido. No solo eso, el rango de velocidades que podrían alcanzar se encontraría entre c (velocidad mínima) e infinito (velocidad máxima), con la peculiaridad de que su energía disminuiría al acelerarse y aumentaría al frenarse. En otras palabra: necesitarían energía infinita para moverse a la velocidad de la luz. Por otro lado, el tiempo, en su mundo, transcurriría hacia atrás en lugar de hacia adelante. ¿Qué significado puede tener todo esto? Los taquiones «vivirían», literalmente, en el mundo de las leyes de la física al revés, o al otro lado de un «espejo» que representaría una barrera infranqueable: la de la velocidad de la luz. Y precisamente esa es la dificultad que debemos sortear: la física no prohíbe realmente la existencia de partículas que se muevan a velocidades superlumínicas —siempre que se queden en su mundo bizarro—, lo que no nos permite es, en el caso de nuestro universo, acelerarlas por encima de la velocidad de la luz, y en el caso del universo taquiónico, decelerarlas por debajo de la velocidad de la luz. En otras palabras, lo que no permite la física es que ni unas ni otras traspasen el espejo que las llevaría a la otra realidad.
Por supuesto, los taquiones son de ese tipo de locuras mentales que les suelen gustar a los físicos novatos, entre ellos, a un joven Gregory Benford, quien, cuando se interesó por el tema, estaba trabajando a las órdenes de Edward Teller en el Lawrence Radiation Laboratory de la Universidad de California. En 1970, Gregory Benford, Willian Newcomb y David Book publicaron «El antiteléfono taquiónico», un artículo en el que le daban una vuelta de tuerca a las teorías existentes sobre taquiones para tratar de hacer posibles las comunicaciones a través del tiempo, por ejemplo, «considerando las trayectorias de los taquiones, que se mueven hacia atrás en el tiempo, como sus antipartículas moviéndose hacia adelante en el tiempo». Sin embargo, no convencieron a sus colegas. Durante una pausa para el café en Los Álamos, muy similar a aquella en la que Enrico Fermi planteó aquella paradoja sobre la existencia de vida alienígena, Teller hizo un planteamiento muy similar al de su colega italiano: si enviar mensajes al pasado era posible, ¿por qué no habíamos recibido ninguno? La respuesta de Benford fue muy obvia: probablemente, porque aún no contábamos con un detector de taquiones.
El interés por estas extrañas partículas teóricas llevó a Benford a contactar con Feinberg y resulta, además de curiosidad por los taquiones, los dos tenían otra cosa en común: ambos eran lectores de ciencia ficción.
Si un relato había inspirado en su momento a Gerald Feinberg para desarrollar sus teorías, en este caso fueron las teorías las que inspiraron a Gregory Benford para escribir un relato, o, más bien, una novela. En Cronopaisaje, utiliza la idea de su antiteléfono taquiónico como medio de comunicación entre los científicos de 1998, un futuro asolado por una crisis climática, y los de 1963, que aún están a tiempo de evitarla. Porque… ahora que lo pienso, el mensaje iba dirigido a la sociedad de 1963, ¿verdad? Bueno, supongo que los taquiones siguen sus propias reglas a la hora de decidir dónde tienen que llegar y cómo.
Bibliografía
Benford, G. A.; Book, D. L. y Newcomb, W. A. (1970). The tachyonic antitelephone. Physical Review D, 2(2), 263-265. doi: 10.1103/PhysRevD.2.263
Benford, G. (2006 [1980]). Cronopaisaje. Ediciones B.
Benford, G. (1995). Old legends. En: G. Bear, M. Greenberg (Eds.) New legends. Legend.
Feinberg, G. (1967). Possibility of faster-than-light particles. Physical Review, 159(5), 1089–1105. doi: 10.1103/PhysRev.159.1089
Blish, J. (febrero de 1954). Beep. Galaxy Science Fiction.
Sobre la autora: Gisela Baños es divulgadora de ciencia, tecnología y ciencia ficción.
El artículo El antiteléfono taquiónico se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.