El drama de Raquel Morillas: de ‘Gran Hermano’ a vender cupones para vivir

El alto precio de la fama efímera. En el mundo del espectáculo, el término «juguete roto» se refiere a aquellas figuras que, tras alcanzar la fama fulgurante, caen en el olvido o atraviesan momentos personales difíciles. La televisión, especialmente la de los realities, tiene la capacidad de encumbrar a una persona en cuestión de semanas ... Leer más

May 15, 2025 - 21:12
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El drama de Raquel Morillas: de ‘Gran Hermano’ a vender cupones para vivir

El alto precio de la fama efímera.

En el mundo del espectáculo, el término «juguete roto» se refiere a aquellas figuras que, tras alcanzar la fama fulgurante, caen en el olvido o atraviesan momentos personales difíciles. La televisión, especialmente la de los realities, tiene la capacidad de encumbrar a una persona en cuestión de semanas y luego desecharla con la misma rapidez. La popularidad puede parecer un trampolín, pero en muchos casos se convierte en una trampa sin red.

Ser un rostro habitual en la pantalla no garantiza estabilidad a largo plazo. Muchos de quienes se convirtieron en iconos de la cultura televisiva durante un breve período han tenido que rehacer sus vidas lejos de los focos. El precio de esa fama puede ser alto: adicciones, problemas económicos, relaciones rotas o una exposición pública dañina.

Raquel Morillas es un ejemplo claro de ese fenómeno. Participante de la tercera edición de Gran Hermano, su carácter fuerte y su paso por el programa marcaron una época, aunque no le aseguraron una carrera televisiva duradera. Compartió edición con figuras como Kiko Hernández, pero su trayectoria tomó un rumbo muy distinto.

Amor, cámaras y un accidente que lo cambió todo.

Durante su estancia en la casa de Guadalix, Raquel vivió una historia de amor intensa con Noemí Ungría, la primera expulsada de esa edición. Su relación fue tan intensa que, tras salir del programa, llegaron a casarse. Sin embargo, la historia terminó en 2004, tras una etapa marcada por altibajos.

Uno de esos momentos críticos fue un accidente de tráfico que casi les cuesta la vida. El coche en el que viajaban se precipitó por un terraplén: mientras Noemí salió prácticamente ilesa, Raquel sufrió un traumatismo craneoencefálico grave. La intervención quirúrgica fue urgente y, aunque logró sobrevivir, las secuelas persisten hasta hoy.

Desde entonces, Raquel convive con una discapacidad reconocida. «Vendo cupones, es lo mejor que me podría haber pasado porque me lo paso pipa con la gente», confesó en Sábado Deluxe. Hoy trabaja para la ONCE, un empleo que le permite mantener una conexión directa con la gente, alejada del ruido mediático.

Del plató al precipicio personal.

Aunque la televisión le reportó ingresos importantes, también le trajo conflictos. El final de su matrimonio con Noemí estuvo envuelto en denuncias por violencia familiar, aunque finalmente fueron desestimadas. Fue una época de inestabilidad emocional y de exposición mediática constante.

A ello se sumó una adicción al juego que la llevó a perder grandes sumas de dinero. «En una mañana he llegado a perder 1.000 euros en la ruleta. Y no iba al casino, sino a los centros recreativos. Ahí es donde más dinero perdí, jugaba al póquer por el móvil”, reveló en una entrevista con El Español en 2018. Su ludopatía la obligó a buscar ayuda profesional para recuperar el control.

Esa decisión no la tomó sola: su pareja actual, Noah Soriano, fue clave en su recuperación. Profesora de pilates, Noah le puso un ultimátum claro: dejar la relación si Raquel no se trataba. Raquel aceptó el reto, se comprometió con su tratamiento y, como resultado, la pareja se fortaleció.

La calma después del torbellino.

En 2020, Raquel y Noah se casaron, marcando un nuevo capítulo en la vida de la exconcursante de Gran Hermano. Esta vez, el compromiso no fue televisado ni mediático, sino personal e íntimo. Una relación que, lejos de los focos, se ha convertido en su refugio y su fuerza.

Hoy, Raquel ha encontrado un equilibrio entre pasado y presente. Su rutina, su trabajo vendiendo cupones y su vida familiar le dan una estabilidad que ni la fama ni el dinero le ofrecieron. Alejada de la televisión, parece haber encontrado su sitio.

El caso de Raquel Morillas recuerda que detrás de cada rostro televisivo hay una historia que va más allá de la audiencia. Que la fama puede ser efímera, pero la reconstrucción personal —aunque silenciosa— puede ser duradera.